El jet privado de Vladimir era una maravilla de la ingeniería y el lujo. Desde el momento en que Elda y Vladimir subieron a bordo, quedaron impresionados por la opulencia y la sofisticación del avión. Los asientos de cuero blanco estaban exquisitamente diseñados para brindar la máxima comodidad, con amplios reposabrazos y sistemas de entretenimiento de última generación. El interior estaba iluminado con luces tenues que creaban una atmósfera íntima y acogedora.
Vladimir, siempre atento y caballeroso, se aseguró de que Elda estuviera cómoda durante todo el vuelo. Le ofreció su mano para ayudarla a subir al avión y le mostró cómo ajustar el asiento para que estuviera en la posición más confortable. Durante el vuelo, se sentó a su lado y mantuvo conversaciones amenas y animadas, compartiendo anécdotas y risas. Se sumergieron en una conversación íntima mientras el jet privado continuaba su vuelo hacia Italia. Vladimir compartió recuerdos de su infancia, revelando que siempre había sido el protector de su hermano Alexei. Cuando otros niños intentaban hacerle daño a su hermano, Vladimir intervenía sin dudarlo, enfrentándose a ellos y defendiendo a su familia con determinación. A pesar de los desafíos, siempre encontraba una manera de proteger a su hermano, asegurándose de que nunca descubrieran, quién era el culpable.
Por otro lado, Elda habló sobre la estrecha unión que tenía con su familia. Desde pequeña, sus padres les enseñaron a ella y a sus hermanos el valor de la unidad y la solidaridad. Recordaba con cariño las comidas familiares en las que todos se reunían alrededor de la mesa, compartiendo risas, historias y nuevas experiencias. Aquellas reuniones eran momentos preciosos que fortalecían los lazos familiares y dejaban recuerdos imborrables en el corazón de Elda.
A medida que compartían sus experiencias, Elda y Vladimir descubrían similitudes sorprendentes en sus historias de vida. Ambos habían aprendido el valor de la familia y la importancia de proteger y cuidar a quienes amaban. Aquella conversación íntima les permitió conocerse aún más profundamente, creando un vínculo especial entre ellos basado en la comprensión mutua y el respeto por sus respectivos pasados.
A medida que el avión surcaba el cielo, Vladimir no escatimaba en atenciones hacia Elda. Le ofreció bebidas y aperitivos gourmet, siempre con una sonrisa en el rostro. La cercanía entre ambos era evidente, y cada gesto de Vladimir reflejaba el profundo amor que le tenía en tan poco tiempo. Mientras tanto, el ambiente a bordo del avión era tranquilo y relajado. El ronroneo constante de los motores proporcionaba un fondo sonoro reconfortante, mientras que el paisaje visto desde las ventanas ofrecía vistas impresionantes de las nubes y el cielo. Poco a poco se acercaban a su destino en Italia, el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Era un espectáculo impresionante que complementaba perfectamente la belleza del momento y la emoción del viaje.
Mientras descendían del avión, el sol de la tarde iluminaba la pista de aterrizaje, creando un aura de calidez en contraste. Una Suburban negra esperaba pacientemente, lista para llevarlos a su destino en tierra italiana. Los rayos solares hacían brillar el vehículo con un tono plateado, destacando su presencia imponente en medio del aeropuerto.
Sergei y Dimitri, con sus gestos serios y decididos, intercambiaban algunas palabras en ruso, coordinando los detalles de seguridad. Sus movimientos eran precisos y eficientes, reflejando la profesionalidad de quienes están acostumbrados a lidiar con situaciones delicadas.
Vladimir, con su mirada penetrante y expresión seria, escuchaba con atención las conversaciones en su lengua materna. Aunque su semblante denotaba una determinación inquebrantable, sus ojos brillaban con una chispa de preocupación que oculta bajo una capa de control.
Elda, observando la escena con cierta ansiedad, se mantenía cerca de Vladimir, buscando en su presencia una sensación de seguridad. Aunque no entendía el idioma ruso, podía percibir la tensión en la voz de Vladimir y de los hombres que la rodeaban.
Finalmente, cuando los detalles estuvieron acordados, Dimitri partió en una camioneta, dejando a Sergei al volante de la primer Suburban. Vladimir y Elda subieron al vehículo, sintiendo el motor rugir con fuerza mientras se alejaban del aeropuerto, adentrándose en las calles de Italia. Elda se aferraba al asiento, sintiendo la adrenalina correr por sus venas ante la incertidumbre del destino, mientras Vladimir mantenía su compostura, ocultando sus verdaderos pensamientos bajo una máscara de confianza y determinación. La velocidad a la que avanzaba la camioneta parecía desafiar la misma gravedad, y Elda, con los ojos desorbitados y el corazón latiendo desbocado, se aferraba al asiento con desesperación. Cada curva parecía un giro hacia lo desconocido, y la sensación de vulnerabilidad crecía con cada segundo que pasaba.
—"¡Detente, por favor, detente!", gritaba Elda, su voz llena de pánico mientras miraba ansiosamente a Sergei, quien permanecía impasible al volante, como si estuviera inmune a sus súplicas.
Sin embargo, la situación cambió cuando Vladimir intervino con voz firme pero calmada. "Sergei, baja la velocidad", (Сергей, помедленнее): ordenó en ruso, su tono autoritario resonando en el interior de la camioneta.
Sergei, aunque inicialmente reticente, obedeció la orden y comenzó a reducir la velocidad gradualmente, permitiendo que la tensión en el ambiente disminuyera ligeramente.
Vladimir, volviéndose hacia Elda con una expresión de preocupación en su rostro, le preguntó con gentileza: —"¿ Estás bien linda? ¿Por qué estás tan asustada?"
Elda, respirando agitadamente, temblando con desesperación miró a Vladimir con ojos llenos de miedo y lagrimas. —"No puedo seguir así, Vladimir", dijo con voz temblorosa. —" Necesito que nos detengamos".
La mirada de Vladimir se suavizó ante la angustia de Elda, y con un gesto reconfortante, colocó una mano sobre la suya. —"Entiendo, Elda", respondió con calma. —"Lo siento. No quiero que te sientas así. Sergei, detente en el próximo lugar seguro".
Sergei asintió en silencio y comenzó a buscar un lugar adecuado para detenerse, mientras Elda trataba de respiraba profundamente, pero no lograba nada, metía sus manos entre sus piernas, y miraba sus manos con desesperación. La camioneta se deslizó hasta detenerse en el arcén de la carretera, y Elda, con el corazón aún latiendo con fuerza, con su cuerpo temblando recordando cuando su tio manejaba de la misma manera en Rumania volvieron como flash en su mente, solo quería salir de esa camioneta y correr lejos.
El repentino freno de la camioneta hizo que Elda se sintiera liberada, y sin pensarlo dos veces, abrió la puerta y salió corriendo, como si tratara de escapar de sus propios miedos. Vladimir, con una rapidez sorprendente, la alcanzó en cuestión de segundos y la rodeó con sus brazos, conteniéndola con fuerza mientras ella luchaba por recuperar el aliento.
—"Tranquila, Elda, estoy aquí", murmuró Vladimir con voz suave y tranquilizadora, tratando de calmarla en medio de su angustia desbordada. —"No estás sola. Estoy aquí contigo".
Pero Elda, en medio de su crisis de ansiedad, no parecía escuchar sus palabras reconfortantes. Miraba frenéticamente sus manos, como si estuviera buscando algo que no podía ver, y entonces, con un grito ahogado, señaló con el dedo hacia ellas.
—"¡Hay sangre en mis manos, Vladimir!", exclamó Elda, su voz llena de terror y confusión. "¡Sangre! ¿Por qué hay sangre en mis manos?"
Vladimir la miró con preocupación, sin comprender completamente lo que estaba pasando, pero decidido a ayudarla en cualquier forma que pudiera. Con delicadeza, tomó las manos temblorosas de Elda en las suyas y las examinó con cuidado, buscando alguna señal de lo que ella estaba viendo.
—"No hay sangre, Elda", dijo con voz calmada, tratando de tranquilizarla. —"Tus manos están limpias, no hay nada que temer".
Pero por más que él intentaba convencerla, Elda seguía sintiendo el peso invisible de sus temores, y era evidente que su ansiedad no disminuía. Vladimir la abrazó con más fuerza, decidido a mantenerla a salvo en medio de la tormenta de sus emociones, y juntos permanecieron en el arcén de la carretera, enfrentando sus miedos en silencio mientras el mundo seguía girando a su alrededor.
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Comments
Wendy López
¿ No puede ser lo que me imagino? ¿ Mato a la persona que le hizo daño?.
2024-08-04
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Lorena Larios
realme algo muy fuerte le pasó
2024-06-16
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