Al escuchar la respuesta afirmativa de Facundo, el sátiro comenzó a tocar su instrumento mientras la melias bailaban festejando como si se tratara de una festividad. Leandro sonreía algo extrañado y un poco incómodo por tanta algarabía, Facundo podía notar por primera vez que a pesar de toda la seguridad que cargaba, con lo serio que era, parece que el ridículo lo incomodaba. Por una vez, no era él el que se ponía rojo. Se le escapó una risa y el sátiro lo miró de repente y tajantemente. Lico miró a una de las melias y le hizo una seña con la mirada, contaron hasta tres y al finalizar, la melia tomó a Leandro de la mano haciéndolo bailar con ella, el sátiro hizo lo mismo con Facundo y de repente cada uno de los chicos se encontraba bailando con una de las criaturas sin poder zafarse. Lico contó hasta tres nuevamente y tanto él como la melia que bailaba con Leandro los soltaron hacia el otro haciendo que los chicos terminen bailando juntos. Sus manos estaban pegadas como si fuera con magia. Intentaban zafarse pero no podían. Lico rió y comenzó a tocar su instrumento. Los pies de Leandro y Facundo comenzaron a moverse involuntariamente.
–Mientras más luchen, más difícil les será zafarse–. Gritaban las melias mientras se reían. Leandro se notaba muy nervioso así que Facundo lo miró y le sonrió.
–¿Bailar conmigo puede ser tan malo?–Dijo Facundo en un tono suave. A Leandro le pasó una brisa gélida por el cuerpo pero rápidamente contestó.
–¡No quise dar esa impresión! ¡De ninguna manera era mí intención rechazarte Facundo!
–¡Entonces bailen! –Reclamaron las melias.
Facundo se rió y Leandro comprendió que le estaba tomando el pelo. Facundo comenzó a dejarse llevar y notó que cuánto más cedía más recuperaba el control de su cuerpo. De repente los movimientos involuntarios se convertían en voluntarios y aquel baile antiguo se transformaba en un baile estilo cumbia con los movimientos de Facundo que no conocía mucho más que bailar eso, un cuarteto o un vals. O a lo sumo algún paso de Folklore que había aprendido en el colegio. Leandro, por el contrario, seguía luchando por tener control de su cuerpo, lo que lo hacía aún más susceptible a ser guiado por el baile de Facundo que ya se sentía libre y podía haberlo soltado cuando quisiera. En un momento, Leandro suspiró y dejó que los movimientos de Facundo siguieran con soltura. Luego de unos momentos ya no había magia que los hiciera bailar. Ambos bailaban por su cuenta al son de la música del cortejo de Lico y las melias. Ambos parecían más cómodos y sus caras se acercaban cada vez más con cada giro o con cada truco. Leandro comenzó a sonreír al igual que Facundo y de repente solo se miraban entre ellos mientras bailaban. Luego de unos momentos quedaron sumamente cerca el uno con el otro y la música se detuvo por un momento. Se miraron algo sorprendidos y luego el sátiro habló.
–Pueden agradecer a Lico y las melíades por el empujoncito cuando terminen la misión que le asignaron los dioses. Acepto oro y otro tipo de pagos si así lo desean como propina pero les aseguro que esta pieza fue de cortesía. Bueno. Esta es nuestra salida, ustedes deberán seguir por aquel camino con el potrillo. Y, ante cualquier duda, recuerden seguir las indicaciones del viento del oeste, basta con concentrarse un poco para escuchar sus susurros.
Rápidamente, el sátiro y sus mujeres emprendieron su salida cantando y saltando, Kallós los imitaba en el suelo. Los caballos volvieron a pastar como si nada hubiera pasado mientras los chicos observaban la escena. Cuando finalmente terminaron de irse, Facundo y Leandro se percataron de que estaban parados uno frente al otro tomados de las manos.
–¿Qué te parece si terminamos este baile con algo más lento? Te lo debo por haberte ofendido al comienzo. No creo que al potrillo le pase nada en unos minutos aquí alrededor de esta pradera con toda la caballada a nuestro alrededor.
–Mmm... Me parece bien, Leandro. Después de tantos intentos fue un tanto sorpresivo no verte aprovechar la oportunidad. Aunque de lentos, solo sé bailar vals.
–No vamos a hacer ningún baile formal, mí sugerencia es solamente abrazarnos y dar vueltas lentamente mientras escuchamos, como bien dijo el sátiro, el sonido del viento y estos animales alrededor.
Facundo asintió y bailaron unos cortos minutos. Se sintió como un descanso para ambos y la cercanía de sus cuerpos les generaba calor mientras se acercaba la noche con el crepúsculo que iluminaba el cielo de un naranja profundo. Poco a poco, los animales nocturnos comenzaban a despertar con sus cantos y sinfonías disonantes.
Cuando frenaron su danza, Facundo enroscó sus brazos alrededor del cuello de Leandro a contraluz del sol.
–Nunca estuve con nadie, Leandro. Te lo tenía que decir. Pensé que iba a tener un comienzo más rústico, pero en tu caso, la verdad que no puedo quejarme, ¿Qué me dirías si te pregunto si la tierra es redonda?
–Primero, que es una pregunta muy extraña para tratar de conocer a alguien, algo pretenciosa, pero el futuro parece pretencioso. Segundo, te diría que lo demostró Anaximandro de Samos hace un siglo ¿Por qué preguntas eso? Y... Cuando dices que es tu primera vez ¿A qué te refieres?
–Supongo que lo pregunto porque evidentemente soy alguien pretencioso del futuro. Solo que no me había dado cuenta. Y... Es la primera vez que alguien me gusta de la manera en que me gustás vos. Creo que... Nunca antes estuve enamorado.
–Puedo sentirme especial entonces. Yo no te voy a mentir. No es la primera vez que me enamoro. Pero es la primera vez que me siento como me siento. Es la primera vez que no siento apuro por lo que hay que hacer. Creo que es la primera vez que el amor no es para mí parte del miedo a morir mañana, si no las ganas de vivir el hoy. ¿Tiene sentido?
–Creo que sí, y lo entiendo pero, lo entendería mejor si me lo dijeras más cerca y con tus labios sobre los míos. Prometo no hacerme atrás esta vez...
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