¿Un mate o una pipa?

-¿Te gusta mi nieto, verdad?-. Preguntó Corina intentando sacar a Facundo de sus pensamientos.

El cerebro de Facundo anuló completamente todo lo que estaba pensando, su sangre corrió velozmente hacia los vasos sanguíneos de sus mejillas ruborizándolo completamente. Estaba sin palabras. La bruja anciana debía haberlo intuido sin ninguna dificultad. ¿Tan evidente había sido? Además, no estaba seguro de que ese fuera el sentimiento que tenía por Leandro con claridad. Le habían gustado otras personas antes y no parecían las mismas sensaciones. Momentos antes, luego del recuerdo de Marcelo, se había percatado de que Leandro se había transformado en poco tiempo en alguien importante para él, pero no estaba seguro si es que efectivamente ese afecto que había desarrollado fuera porque le gustara. Mientras seguía armando la tienda por inercia, pensaba y miraba a la anciana que esperaba una respuesta y él había enmudecido por completo.

-¿Y bien?-. Insistió Corina con una sonrisa pícara y terminando los últimos nudos para levantar la tienda. Al ver qué Facundo no había emitido palabra todavía, continuó hablando ella. -Vamos. Ayúdame a moverlo dentro, no queremos que se enferme ¿No?

-No señora. Digo ¡Si! ¡Claro que la ayudo! Me refiero a que no queremos que se enferme. Que él se enferme. Bueno no es que quiera que ud se enferme. Pero me refería a él...

La anciana emitió una pequeña risa al ver el nerviosismo de Facundo, estaba disfrutando plenamente el momento, tanto así que le recordó cuando ella tenía esa edad. Tomó a Leandro de los pies y le indicó a Facundo que lo tomara de los hombros. Facundo se acercó para levantarlo y Leandro parecía dormir plácidamente. Su rostro era sereno pero no perdía ni un ápice de la rudeza de sus facciones. Verlo dormido le daba un aspecto más infantil, inspiraba la necesidad de cuidado, completamente opuesto a su personalidad autónoma y segura en la vigilia. Sin darse cuenta Facundo estaba con las manos sobre los hombros de Leandro, observándolo y la anciana Corina ya estaba levantando sus pies, esperando que Facundo lo levantara también, por lo que al darse cuenta se apresuró a levantarlo para evitar que todo el peso se mantuviera sobre ella.

Lo entraron a la tienda y lo acostaron sobre una piel. Corina sacó una pipa de entre sus ropas y la rellenó con algunas hierbas, luego raspó dos pedernales, la encendió, encendió fuego afuera y colocó colgando entre ramas gruesas una pava con algunas otras hierbas a hervir. Se sentó sobre una piel en la entrada de la carpa y habló nuevamente: —podemos estar mudos hasta que despierte o puedo conocer un poco más al chico que quedó prendado con mí nieto. Además, dado que soy quien se encarga de él, deberías tener mí aprobación para poder siquiera interesarte en Leandro. No es que te lo vaya a hacer difícil, pero al menos me gustaría saber un poco más de ti. A la pregunta que te hice antes, ya me la respondiste con el color de tu rostro, ahora, quizá te la respondiste a ti también luego de que yo la hiciera. ¿Qué te parece si me cuentas algo más acerca de las costumbres del futuro?, por ejemplo... Si tuvieras una charla con una anciana como yo, ¿cuál sería el ritual para hacerlo? ¿Ella fumaría como lo hago yo? ¿Tomarían té? ¿Harían un banquete alabando a los dioses? Cuéntame un poco más de tu mundo, Leandro.

Leandro suspiró e intentó no reaccionar a las bromas y el sarcasmo de la señora. Era claro que le gustaba jugar con las palabras y había encontrado la manera de ruborizarlo rápidamente. Intentaría parecer más seguro de ahora en más. Corina era agradable y, aunque era un poco intimidante, le recordaba a cualquier anciana que le gustara compartir de una charla para pasar el tiempo.

-Mmm... Quizá la invitaría a un bar, a tomar un café. En mí ciudad es muy común tomar café a cualquier hora del día. Los bares son lugares donde la gente se reúne para charlar, creo que se parecen a lo que hay aquí solo que por las tardes es más común que la gente tome café en lugar de alcohol. Cerca de la hora de la caída del sol la gente suele merendar, es un momento después del almuerzo y antes de la cena, si el almuerzo es a las 12 del mediodía por ejemplo y la cena es a las 9 o 10 de la noche, la merienda será a las 6 de la tarde más o menos, allí la gente come cosas dulces y toma té o café. Es cuando más gente se junta a charlar y sobre todo en bares pero si fuera en una casa, seguramente compartiríamos un mate.

-¿Un mate?

-Si. Un mate. En un cuenco hecho con una fruta ahuecada llamada porongo o también hecho con madera o vidrio se vierte una hierba llamada yerba mate. Se le pone un sorbete metálico llamado bombilla y se hace una especie de té agregándole agua caliente. Uno toma y luego le agregamos más agua para que tome el siguiente mientras charlamos hasta que la yerba no tenga sabor. Si queremos seguir charlando, ponemos más agua a hervir, cambiamos la yerba y seguimos tomando mate. Generalmente a preparar el mate se le dice cebar y suele ser una sola persona en la reunión, la encargada de hacerlo. Si nos juntamos a charlar de noche, en cambio, seguramente tomaríamos alguna bebida alcohólica pero siempre se comparte algún alimento o bebida cuando uno se junta.

-Qué interesante, puedo compartirte mí pipa si quieres. Y en unos momentos estará el té.

-Nunca he fumado, señora Corina, pero un té estaría bien.

-Dime Corina, Facundo, no me gusta que me digan señora. Quizá podríamos fabricar un mate para la próxima charla e incluir a Leandro en el ritual. Aunque no parezca, el chisme le gusta tanto como a mí. Es un muchacho curioso.

-Eso me gustaría.

-Lo sé, ni lo dudo. Esta vieja sabe cómo lo miras.

-Me refería a que me gustaría que tomáramls mate los tres no a que... Lo siento, no quise ser irrespetuoso. ¿Es tan evidente?

-Solo bromeo contigo muchacho. Hoy mi pipa, y... Ya debe estar listo el té. La próxima cebamos mate.

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