Aftermath

La daga y la pluma volaron hacia Kronopetra con una sincronización perfecta. La daga, imbuida con el dolor y la nostalgia de Facundo, cortó a través del viento, mientras la pluma, reflejando la muerte de Marcelo, trazaba una trayectoria ineludible hacia el corazón de la bestia mítica.

En un instante, el aire vibró con la colisión. La pluma perforó el pecho de Kronopetra como si se tratara de manteca, y un resplandor fugaz envolvió al ave. La risa de Marcelo y la esencia de la amistad se entrelazaron con el último grito agonizante de la bestia. La daga, por otro lado, se clavó en la criatura, resonando con la mezcla de dolor y nostalgia de Facundo.

Kronopetra, herida de muerte, emitió un último gemido que reverberó a través del bosque. Las hojas, testigos mudos de la contienda, se movieron con melancolía mientras la bestia mítica se desplomaba, disolviéndose en fragmentos de luz y sombra. Solo quedó la pluma, fragmentada como un espejo roto, que le había dado fin a la bestia, en el suelo.

La calma descendió sobre el bosque, y los eco del pasado se desvanecieron gradualmente. Facundo, Corina y el inconsciente Leandro quedaron en silencio, observando el lugar donde la lucha épica se había librado. La pluma y la daga yacían cerca, cada una representando un peso en el corazón de Facundo.

La luz del atardecer filtrándose entre las hojas creaba un escenario surrealista. Corina levantó la pluma y Facundo su daga y luego se acercaron rápidamente a Leandro. Corina le puso su mano en el cuello comprobando su pulso y suspirando al notar que su corazón aún latía. Observó cuidadosamente su pecho y notó que aún respiraba. Le dio algunas palabras de aliento a Facundo y le explicó que Leandro solo estaba inconsciente pero que se recuperaría, le contó que había sobrevivido a golpes más fuertes. Facundo había estado observando atentamente todos los gestos de Corina y al oír su suspiro y el alivio de su rostro, ya lo había intuido pero estaba agradecido por la confirmación verbal. Estaba sorprendido de si mismo por todo lo que había pasado, pero más aún por el impacto que le había generado la preocupación que tenía por alguien que hace un tiempo corto no era más que un desconocido. Leandro, quién le había puesto un cuchillo al cuello en lo que para Facundo no fue más que un segundo, yacía frágil en el suelo. Quizá por eso temía. Había visto la fragilidad humana y la muerte de cerca. Los accidentes pasan diría cualquier persona que entendiera la situación. Pero ¿Qué no es accidental? Si el mismo destino había enviado un asesino a matarlos, nada estaba escrito. O solo había sido una prueba. Leandro estaba vivo pero podría no estarlo, y el dolor de la posibilidad de perder a alguien más, nuevamente con Facundo no siendo más que un espectador lo aterrorizaba. Aunque todo fuera un accidente, había de planificar para evitar los accidentes que no fueran favorables, aunque el destino conspire para el lado contrario. Facundo se arrodilló al lado de Leandro y miró su rostro, al verlo descansar pero respirar, logro tranquilizarse y se sintió agradecido por sentirse parte de la causa de que el pecho de Leandro se inflara con cada inhalación. Le habría gustado profundamente haber logrado lo mismo con Marcelo. Cuando lo pensaba, no recordaba una amistad en la que se hubiera sentido tan a gusto, quizá pudiera entablar una relación así de profunda con Leandro, pero el término amistad en este caso, no le cerraba del todo. Sonrió y miró la escena alrededor. Era como si el lugar hubiese sufrido un incendio que ya se hubiera apagado. Las hojas muertas de cada árbol se habían transformado en ceniza. Desde el cielo, entre el claro y la oscuridad del suelo parecía dibujarse un círculo con una parte algo más gruesa, como si fuera una serpiente que se come a si misma.

Mientras Facundo se sumía en su propio pensamiento, la anciana Corina sacaba de una mochila que había llevado, elementos para levantar una tienda de campaña y sin preguntar comenzó a buscar un lugar para armarla. El bosque permanecía en silencio y Facundo también, pero al notar que la anciana se proponía levantar una tienda sola, se dispuso a ayudarla. Aún así, aunque su cuerpo debía enfocarse en acampar su mente divagaba en el recuerdo de todo lo que había pasado y aunque Tiché no estaba presente y Kronopetra se había esfumado en el aire, recordó su pérdida, su culpa y su dolor. El tiempo que había pasado junto a Marcelo y la última vez que lo había visto. La muerte era algo difícil de comprender pero lo que había logrado captar en la lucha contra la bestia es que debía sustituir la culpa por nostalgia. Valoraba su recuerdo pero la muerte inefablemente le volvió a doler por un momento. Al mirar a Leandro, la muerte se hacía vida y se sentía con la tarea de no repetir una historia trágica. La vida le daba la oportunidad de cambiar, no el pasado, si no el presente. La anciana era sumamente ágil para montar el campamento, Facundo se limitaba a recibir los materiales que la anciana le daba y a entregarle lo que le pedía como un ayudante de construcción, evidentemente Corina sabía lo que hacía y tenía una mecanización casi automática para hacerlo, quizá hubiera montado miles de campamentos en su juventud.

Sus pensamientos se transformaron en suspiros y los suspiros en oídos de la anciana Corina eran motivos de charla y posibilidad de un excelente y jugoso chisme. Pensó en sacar a Facundo de sus pensamientos y a la vez obtener algo de información acerca de las miradas que le dedicaba a Leandro, así que con toda la imprudencia e impunidad que le permitía, la anciana preguntó directamente si esos suspiros iban en la dirección que ella pensaba:

-Facundo... Diste una gran pelea siendo que tus manos parecen no haber usado un arma antes. ¡Te felicito! Dicho eso, te consulto algo que me parece un tema de conversación más interesante que dagas y bestias míticas ¿Te gusta mí nieto, verdad?

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Pipi

Pipi

¡anciana! atrevida

2024-04-10

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