Bajo la suave luz lunar, Facundo mira la estatuilla y reconoce al titán antiguo y portador del fuego. Sin decir nada, guarda con delicadeza la estatuilla de Prometeo en su mochila, un regalo que considera un tanto misterioso de parte de Leandro.
Leandro le extiende la mano a Facundo para ayudarlo a levantarse. Luego de ello, Leandro señala un lugar hacia la montaña.
—¿Deberíamos ir hacia allí? —pregunta Facundo ante el gesto mudo del jóven griego, intentando no parecer tan agitado luego de recobrar el aliento frente al ataque de pánico. Leandro asiente con la cabeza y Facundo le pregunta por qué deberían ir a ese lugar, por lo que Leandro le explica que si los dioses lo mandaron con él, lo mínimo que debía hacer era darle comida y agua por lo que se dirigirían a su casa. A Facundo le hacía ilusión esta idea, su pánico se había transformado en curiosidad y un fuerte instinto aventurero, además, Leandro le transmitía confianza así que decidió mencionarle lo del mensaje de su remitente anónimo. Al hacerlo, Leandro se cruzó de brazos y pensó por un momento. Luego de un rato explicó que podría ser un llamado divino, sin embargo, le explicó que no todos los dioses eran amables. Facundo había leído mucho de mitología y esto lo tenía muy claro. Leandro continuó hablando y explicó que las consecuencias de ignorar el llamado serían aún peores así que lo correcto era asistir, así que se ofreció a acompañarlo pero, luego de que pasaran por su casa. Debían estar preparados para el encuentro con un Dios. Facundo asintió y emprendieron una caminata por el bosque.
Mientras avanzan entre la maraña de árboles, donde la brisa nocturna susurra antiguos secretos y la montaña se yergue como un monumento de enigmas, Facundo tararea fragmentos de la canción de la Luna Tucumana, una melodía que resuena en su mente como un eco lejano de su lugar de origen. Buscaba sentir algo de familiaridad en la lejanía. También, comenzaba a preguntarse si volvería. Estaba aceptando ciegamente seguir adelante. ¿Qué más podía hacer.
Una voz interrumpió sus pensamientos: —¿De dónde proviene esa música? —pregunta Leandro, cuyos oídos detectan la presencia de una canción que parece no pertenecer a su mundo antiguo o al menos, no se parece a nada que conozca. Quizá la música cambiara con el tiempo en su tierra y ahora sonara así.
Facundo sonríe y detiene su tarareo. —Es una canción de mi tierra, Argentina. Particularmente un pueblo chico pero con muchísima gente. Muy lejos de acá. No solo en tiempo, si no en distancia. Habla sobre la luna y la magia de las noches en los cerros. Al menos eso no es tan distinto. El monte Olimpo es como un cerro supongo, y casualmente la luna se puede ver muy bonita desde este bosque—. Leandro, intrigado, escucha atentamente mientras continúan su caminata. Ahora, Facundo le parece todavía más extraño, por qué los dioses traerían un extranjero de otro tiempo. ¿Habría alguna pista en su música? Sintió que averiguar era una necesidad.
—¿Tienen muchas canciones en tu tierra? —pregunta Leandro, ajeno a la riqueza musical del futuro que Facundo porta consigo luego del internet y la globalización.
Facundo asiente y, con entusiasmo, comienza a explicarle sobre la diversidad de géneros musicales que hay en su propia geografía, desde el tango apasionado de Buenos Aires hasta el folklore que celebra la esencia misma de su tierra, Tucumán, y del resto de su país. La música se convierte en un puente entre dos mundos, uniendo los ecos del pasado griego con las melodías contemporáneas de Argentina. Aunque Leandro no entiende que tiene que ver lo que dice Facundo con su presencia en su tierra, cada palabra que sale de su boca parece narrarle un cuento y su deseo lo impulsa a saber más.
En la penumbra del bosque, Facundo y Leandro comparten más que palabras; intercambian fragmentos de sus respectivas culturas. Leandro, a su vez, intenta entonar melodías tradicionales de las tribus griegas antiguas, creando una armonía única que solo la convergencia de dos épocas podría dar vida para tratar de poner en contexto a Facundo. Facundo por su parte, se siente halagado por el interés que Leandro muestra por su cultura, además no pareciera que le preguntara solo banalmente para buscar que conversar sino que parece genuinamente interesado y ese tipo de charla, con ese tipo de personas le provocaban siempre entusiasmo. Leandro parecía dispuesto a escuchar cuando le explicaran que el mundo no es tal como se lo imagina. Recordó su charla con el chico terraplanista y se sintió afortunado de haber cambiado el sujeto de conversación.
Entre risas y notas musicales, Facundo deja entrever para un Leandro incisivamente observador, sutiles detalles de su identidad argentina. Un gesto peculiar al hablar, la pasión en sus ojos al describir el mate o la mención de su amor por el fútbol, explicando que hace poco habían ganado un mundial, aclarando que él no era tan bueno jugando, generando pequeños destellos de un mundo que no hacía más que generar mayor interés en Leandro, no solo en sus palabras si no en este extraño sujeto en su totalidad. Facundo le prometió que si alguna vez lo llevaba a Argentina lo iba a invitar a un asado. Leandro aceptó la invitación sin saber de qué se trataba pero pensó que quizá preguntar fuera una ofensa, ya descubriría que era el asado cuando fuera, si fuese alguna vez, pero mientras tanto temía ser irrespetuoso.
La montaña, ahora más cercana, parecía susurrar promesas y desafíos ante los ojos de Facundo que al menos encontraban en ella un camino a seguir según aquel extraño mensaje. La luna, testigo silente, iluminaba la senda que se desplegaba ante ellos, marcando el camino mientras los dos jóvenes caminaban.
—¿Cómo llegaste aquí, Facundo? —pregunta Leandro, rompiendo el silencio que se había producido por unos minutos de la charla sobre la música y sus respectivos lugares. No había entendido del todo la explicación fuera del encargo que le habían dado. La caminata se volvía un poco más empinada y caminar y charlar ya no era tan sencillo.
—Fue como si la música me llevara a otro mundo. —Facundo compartió su extraña travesía intentando ser lo más claro posible con los detalles acerca de los artefactos que poseen en el futuro para que su interlocutor pueda entenderlo, y Leandro lo escuchaba con atención. Cuando Facundo termina su historia, recuerda su regalo y le surge la necesidad de preguntar:
—¿Por qué la estatuilla? —indaga Facundo, buscando respuestas en los ojos de Leandro.
Leandro explica que, aunque muchos griegos olvidaron a los titanes en favor de los dioses olímpicos, su tribu, los restos de los perrebas, continúan rindiendo culto a Prometeo. La llama del titán, portador del fuego y protector de los humanos, aún arde en sus corazones.
—La llama de Prometeo nunca se extinguió entre nosotros. Su sacrificio es recordado en la oscuridad de la montaña. —Leandro comparte la razón detrás de la devoción de su tribu, mientras los dos jóvenes continúan avanzando.
En un momento determinado, el pie de la montaña se revela ante ellos. Su silueta majestuosa proyectada contra el cielo estrellado. El sendero serpenteante los guía hacia lo desconocido, entre árboles que para Facundo parecen testigos de antiguos secretos. Cada paso de Facundo y Leandro resuena en la calma nocturna, marcando el compás de una danza entre dos mundos.
Se detienen en un claro, donde la luz lunar acaricia el suelo cubierto de hojas. Facundo, sintiendo la necesidad de entender más, pregunta:
—¿Por qué mantienen el culto a Prometeo? ¿No olvidaron los griegos a los titanes?
—Prometeo representa la chispa de la libertad, el regalo de la inteligencia. Nuestra tribu no olvida el primer vínculo entre los dioses y los humanos. —Leandro, con mirada fija en la luna, comparte un pedacito de la esencia del culto. Luego sugiere descansar un rato para retomar el aliento, explicando que no estaban muy lejos de su casa.
Se sientan en la penumbra del claro, entre susurros de hojas y el misterio que envuelve la montaña, iluminados por la luz de la luna. Leandro está mirando hacia arriba admirando la noche. Para Facundo, el rostro iluminado de Leandro en medio del paisaje es una pintura viva.
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Updated 24 Episodes
Comments
Izzy Arhalac
Hola! Muchas gracias por tu comentario! Intentaré publicar uno por día (o pasando un día) hasta llegar al 10. Seguramente luego serán uno o dos semanales ☺️
2024-01-13
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Yuri Lowell
Me enamoré de tu manera de escribir, solo necesito saber cuándo publicas el próximo capítulo. 😍
2024-01-13
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