Bosque (Parte 1)

02/11/1992

Soy una cobarde, no sé cómo sobreviviré a esto.

Al principio, el día de ayer parecía casi como cualquier otro domingo: Karina, Elena, Anna y yo nos sentamos en la misma banca durante la misa. Anna se burlaba del sacerdote en voz baja, Elena la amenazaba con avisarle a una prefecta y Karina intentaba no reírse. En cambio, yo estaba inquieta pensando en cómo iba a correr hacia el bosque en cuanto tuviera la oportunidad.

Al salir, Elena quiso revisar lo que había preparado para su presentación como parte del club de Matemáticas.

—Anna, ¿quieres que te ayude a revisar tu proyecto?

—Eh, no, creo que ya está bien.

—Todo debe quedar perfecto, ¿sabes?

—Lo sé, pero ya revisé y todo está bien, lo que quiero es mostrarles mi rutina con el balón de fútbol.

—No, lo siento, yo sí tengo que revisarlo. Las dejo entonces, chicas, no quiero que me falte ningún material —dijo Elena alejándose de nosotras con rapidez.

—Parece que a Elena le gustan las matemáticas, ¿no?¿Qué presentarán en ese club? —le preguntó Karina a una desilusionada Anna —, no fui capaz de preguntarle directamente por lo tensa que estaba.

—Llevaremos a las personas a través de varios cubículos con juegos de números, cositas con papeles de colores, cubos, acertijos, es algo aburrido, pero Elena es una de las encargadas principales y a parte hará un juego; ha estado memorizando sus líneas y eso… no le gustan las matemáticas, las ama. Yo solo me metí ahí para regularizarme.

—Yo les tengo miedo, y eso que dices que harán, ¡ya lo hicieron el año pasado!, ¡qué aburrido! —resopló Karina.

—Vamos a la cancha — Nos invitó Anna con el entusiasmo de un niño mostrando su primer dibujo a sus padres—, voy a hacer un…

—Alcanzaré a Elena, creo que le explotará la cabeza, además quiero que me ayude con mi Chino — Sonrió con picardía, aquél idioma no era del todo su favorito, más bien, le gustaba pasar más tiempo con Elena.

Así, Anna y yo volvimos a quedar solas, como siempre. Seguimos caminando y estuve a punto de irme a mi habitación, cuando de pronto, Anna gritó.

—¡Mira, Ali!

Mi corazón se agitó creyendo que se trataba de algo malo.

—¡Las mesas de cuadritos! —dijo señalando al frente, habíamos llegado a la zona del Club de Ajedrez.

—Sí, ya vi.

—¿Quieres jugar un rato? —dijo sentándose en la mesa más cercana, estas eran de madera y siempre las guardaban durante la noche, para evitar sorpresas climáticas.

—Tengo entendido que las miembros de ese club no dejan que nadie se siente aquí, son celosas…

—Ya sé, pero solo si…

—Si no van a jugar no pueden quedarse aquí —interrumpió una voz a mis espaldas.

Volteé a verla, era una chica de estatura más baja que yo, delgada, de cabello esponjado y fuera de lugar.

—Sí, queremos jugar, por eso estamos aquí, ¿verdad, Ali?

—¿Qué? — Le regresé la mirada buscando una explicación.

—Queremos jugar, ¿dónde están las figuritas?

—Son “piezas” y tienes que pedirlas en la ventanilla de allá — La chica señaló una esquina con una pequeña ventana. Se notaba bastante indignada, así que me dieron ganas de pedirle a Anna que volviéramos sobre nuestros pasos, pero ella ya se había levantado para pedir lo mencionado.

No tenía ganas de jugar a nada, era domingo, quería agarrar energías para mi empresa del día siguiente.

Pronto Anna volvió y acomodó las piezas en su lugar.

—¿Qué tal una apuesta?

—¿Tú también harás eso? Estoy harta de las competencias y odio los castigos.

Sentí que había sido grosera, pero en ese momento solo estaba conteniendo mi angustia.

—¡Vamos, vamos!, algo chiquito —suplicó juntando sus manos y arqueando las cejas como un niño haciendo un berrinche.

—Está bien, pero algo muy pequeño.

—La que pierda tendrá que prepararle galletitas a la otra en Navidad.

—No sé repostería.

—Por eso tienes un mes para aprender, ¿trato?

No sé cómo terminé aceptando, creo que no debí hacerlo, ni siquiera debí jugar, mi mente estaba cansada, abrumada por lo que había pasado en la semana y lo que pasaría después.

Perdí.

—No pensé que supieras jugar —dije viendo el tablero con incredulidad.

Ella solo hizo unos pocos movimientos.

—También hacemos esto en Matemáticas, solo que el club se dividió cuando ciertas personitas se obsesionaron con el tablero.

No debí prometer nada.

—Parece que al final sí te gusta el club.

—No, solo esto, además… tú fuiste una presa fácil.

—Es que hace tiempo que no practico y estaba pensando…

—No, no, no, debes poner tu mente en el juego, si no estás, pierdes, como ya viste.

Le brillaban los ojos de alegría.

En ese momento llegó Cinthia.

—Alicia, tu madre vino a verte.

No me esperaba eso.

—Tienes mucho potencial, Alicia, no cualquiera está activa en cinco clubes —comentó Cinthia mientras atravesábamos el pasillo hacia la zona de visitas.

Anna se había quedado a retar a algunas chicas de Ajedrez.

—¿Tengo que decir “Gracias”? Yo no decidí, fui obligada y no sé si soporte todo el año así.

—Entiendo, solo quería animarte un poco. Nosotras, que estamos participando en muchas actividades, podemos saber por lo que estás pasando, ¿crees que por puro interés en los clubes estamos compitiendo? Todas, de alguna manera somos presionadas por nuestros padres. Por eso nos animamos entre nosotras, ya ves a tu amiga Elena. Incluso las Rosas tienen esa presión, es a lo que nos mandaron aquí, a llevar nuestros apellidos en alto — lo dijo como si hablara de una misión divina.

—Sigo siendo una simple adolescente sin un propósito en la vida —solté sin pensar.

Cinthia se rió y cubrió su boca con una mano.

—Mientras lo encuentras puedes ayudar a las Margaritas. De todas formas… lo estás haciendo bien.

Se giró haciendo volar sus coletas de siempre, esta vez no me golpeó en la cara; habíamos llegado a una mesa de jardín donde mi madre estaba esperando.

Me acerqué con temor, sentía una presión en el pecho y un nudo en la garganta, no sabía si era por rabia o porque esa sería la última vez que la vería.

—Ma…

—Perdóname, mi amor —soltó de pronto y me abrazó con mucha fuerza.

Tampoco esperaba eso.

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