17/10/1992
Estos últimos días practicamos una canción en conjunto, Anna, Karina y yo usamos la flauta y Julieta la guitarra, al final del ensayo la profesora dio algunas recomendaciones para las principiantes y después sugirió que si algunas de nosotras ya nos sentimos listas para hacer algún dueto o solo, las maestras podrían hacer espacio para un número especial en el evento. Cuando lo dijo me miró, sonrió y luego se retiró del aula.
Enseguida Karina, Anna y Julieta me empezaron a animar para hacer un solo de flauta.
—Demuestra que puedes —dijo Karina.
—Es que nunca he hecho un solo, además, estaba pensando en regresar a usar el violín, me parece que es más sofisticado para ganar el reto que acordamos.
En ese momento estaba por irse la última de las Rosas y se volteó en nuestra dirección.
—Buena suerte con eso.
Sonrió con seguridad y se fue sin molestar más. Al principio pensé que regresaría a insultarnos, desanimarnos o algo así, en cambio, me sentí aliviada de que no hubiera hecho nada más. Lo que no me gustó fue lo que pasó después.
Tomé el violín que tienen en el salón e intenté hacer “La Llorona”, la misma canción que practicamos. Aunque empecé bien y sentí que toqué las notas correctas, por alguna razón, la canción sonaba aburrida, no mostraba ningún sentimiento y Karina bostezó dos veces mientras yo la interpretaba.
Fueron amables conmigo, dijeron que puedo seguir ensayando, sin embargo, ya faltan un par de semanas para el evento, no sé si pueda alcanzar un nivel adecuado. Tal vez deba continuar con la flauta.
Cuando recién entré al club, como siempre, me mantuve al lado de Fernanda. Ella me apoyó para que aprendiera a tocar el violín, ensayábamos casi todo el tiempo después de clase porque nos metimos al club de pintura y a danza unos meses después, pero como el resto de las alumnas sí tenían actividades diferentes, a menudo el salón se quedaba solo para nosotras dos.
—¡Tocas hermoso, Alicia!
—¿En serio?, creo que suena un poco… mal.
—No es así, se escucha excelente, además te ves muy elegante cuando tocas —dijo Fernanda con una brillante sonrisa.
—¿Crees que pueda hacerlo bien el día de muertos?
Recuerdo que en aquella ocasión faltaban un par de días, Fer y yo solo nos habíamos preparado para la presentación grupal. Sin embargo, en el día de la presentación ocurrió un incidente. Las chicas que harían el dueto de violín cayeron enfermas, habían comido algo que les hizo mal, así que la maestra le pidió a Fernanda que lo hiciera.
—Alicia, ¿quieres hacer esto conmigo?, si tú no quieres, lo entenderé.
Me rogó con lágrimas en los ojos. Yo no quería verla triste, así que acepté, empezamos a ensayar juntas, alejadas del bullicio; aún así, yo estaba tan nerviosa que no daba una nota, me sudaban las manos y sentí que iba a desmayarme.
—No debí comer — Me quejé e intenté respirar con calma.
—¿Quieres ir a pasear un rato por la ciudad? así te relajas antes del espectáculo.
Ella me abrazó y me habló al oído.
—Estoy orgullosa de ti. Has llegado muy lejos, conozco tus habilidades y quiero que sepas que pase lo que pase allá en el escenario, yo estaré contigo. Ahora ven, ¡es hora de divertirse! Sé de un lugar que te va a encantar.
—¿Y si nos regañan?
—Piensan que estamos ensayando, no se darán cuenta, ¡vamos!
Me dio un breve beso y corrió con ambos instrumentos en la mano.
Dimos un paseo y luego nos arreglamos para la presentación, pues tanto ella como yo teníamos el cabello un poco alborotado y las faldas desalineadas, terminamos y nos acercamos al escenario, en un instante el violín que había dejado en mi silla y el mismo que iba a usar en el dueto no estaba, ya faltaban diez minutos y la maestra se comenzó a poner más histérica que yo.
—¿Cómo que no saben dónde está? Deben encontrar ese violín, Alicia, es de tu compañera, aunque ahorita no te presentes…
—Maestra, ya están anunciando el dueto —interrumpió una compañera.
—Lo siento mucho, Fer, preséntate sola, yo no puedo —dije con un nudo en la garganta.
—Disculpa, tú tocas muy bien la flauta, puedes acompañarla, digo, si aún quieren presentarse las dos —sugirió una chica que, ahora que recuerdo, se trataba de Julieta, no la había reconocido porque en ese entonces llevaba frenos dentales y llevaba el cabello agarrado en una sola trenza— o para no arruinar el número.
—Buena idea, hagan eso y luego buscamos el violín —aceptó la profesora.
Hicimos nuestra presentación y cuando bajamos de la tarima una de las chicas se acercó con el violín que buscábamos, lo había guardado en la camioneta donde habíamos llegado, sin darse cuenta.
Suspiré aliviada y la maestra dijo que casi le dimos un infarto.
Volviendo al presente. Anna quiso que le ayudara con algunas notas en la flauta. Me dijo que ya había practicado ese instrumento porque viene de una escuela pública y ese es lo único que enseñan de música en la secundaria. A pesar de eso, la sostiene mal, sopla muy fuerte y a veces no tapa bien los agujeros, eso estuve mostrándole en el salón al terminar las actividades del club. Julieta y Karina se fueron corriendo a otros clubes, creo que de repostería y cosmética. Karina siempre se queja de que es ridículo prohibir vender maquillaje si de todas formas, en los clubes requieren materiales, creo que tiene razón, aunque le quiten unas cuantas ventas a la escuela.
—Eres talentosa, Ali, ¿desde cuándo tocas? —preguntó Anna en el salón.
—Toqué en la secundaria, como tú.
—Creía que habías estudiado en colegios todo el tiempo.
—Sí, así es, pero ya ves, en mi colegio anterior también es lo que nos enseñan.
—Eso quiere decir que de verdad tienes talento.
Anna me miró a los ojos, mientras yo le mostraba cómo tapar de forma correcta los orificios de la flauta. Le sostuve la mirada con inquietud, pues lo que me había dicho me recordó las palabras de aliento de Fernanda, sin embargo, en esta ocasión caí en la cuenta de que ambas me mintieron.
En ese momento escuché una silla moverse y al voltear, casi puedo jurar que vi a Fernanda salir corriendo. Eran sus zapatos, era su cabello, su perfume… Me apresuré para alcanzarla y la vi de espaldas, por un momento sentí que yo estaba haciendo algo malo.
—¿Estás bien? —preguntó Anna justo detrás de mí, haciéndome sobresaltar del susto.
—Ah, sí, lo siento.
—Si quieres, terminamos la lección, ve a descansar o al club que quieras, yo seguiré practicando — Sonrió, pero esta vez, su mirada se veía apagada.
—S…sí, tengo que irme.
Tomé mis cosas y me fui a buscar a Fernanda con la mirada, quería ir a mi dormitorio pero sin darme cuenta anhelaba volver a verla a ella. Paré de caminar al percatarme de lo estúpida que estaba siendo en ese momento. Decidida, me dirigí a la habitación pero un brazo sobre el hombro me detuvo. Era la maestra del club de pintura.
—¿Cuánto tiempo sin verte, Alicia? ¿De verdad dejarás el club?
No asistí a las actividades de pintura de ese día… Además, ya es tarde como para participar en la exposición y estoy ayudando a las chicas con la canción de la orquesta. Aunque estoy pensando en regresar, tal vez deba intentar hacer algo donde no esté Fernanda para pasar más tiempo conmigo misma, incluso, quiero estar lejos de Anna.
Cuando llegué a mi dormitorio encontré un plato con uvas verdes sin semilla. Solo Ella sabe que son mis favoritas.
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