Frutos

25/10/1992

Este domingo fue horrible. Ya me había acostumbrado a estar sola los días de visita, pero a mis inoportunos padres se les ocurrió venir este día. 

Acababa de pasar un rato con Anna practicando la flauta después de la misa de la mañana. 

—¿Crees que lo haga bien en el evento? ya estamos muy cerca y aún no afino bien — preguntó Anna mirándose las manos.

—Estás esforzándote mucho y es lo que más importa, no te preocupes.

—Sí, pero… ¿y si el salón pierde el mérito por mi culpa? Recuerda que las Rosas están preparándose para ganar y eso implica que también tienen pensados los castigos para nosotras… creo… creo que tengo miedo…

—Es cierto que estamos en una competencia, pero yo no quiero estresarme más de lo que estoy… quizás estoy siendo egoísta…

—Para nada, no digas eso, tú te has esforzado muchísimo, recuperaste tus calificaciones que ya iban en picada y retomaste el club de instrumentos aunque no tenías ganas por lo de Fernanda, no eres egoísta, Ali.

Anna me tomó de las manos y me miró a los ojos, no podía ignorarla.

—Te admiro mucho, Ali. De verdad espero que…

—Señorita Alicia Del Valle, sus padres están en el patio de visitas esperándola.

Habló la prefecta haciendo que me separara de Anna avergonzada, aunque ni siquiera estábamos haciendo nada malo.

—Claro, voy en unos minutos, gracias, prefecta… ¿Anna, qué ibas a decirme? 

—¿Eh? ay… ya lo olvidé, ve con tus padres antes de que termine el tiempo de visita.

—C…claro.

Aunque me quedé con la sensación de vacío al alejarme de Anna, una especie de emoción estaba creciendo en mi interior, como un alivio, por fin recordé que tengo una familia. 

Para mi mala fortuna, tan pronto llegué al patio mi madre comenzó a regañarme como si de verdad se interesara por mi vida.

—¿Se puede saber qué has estado haciendo con tu tiempo en lugar de aprovechar para estudiar, Alicia?

—Ma...

—¡No creas que te mandamos a este colegio a juguetear o a quién sabe en qué te estés ocupando!

—Amor, baja la voz —pidió mi padre mirando alrededor —, estamos en público.

Sí, claro, siempre les importa más lo que diga la gente de ellos que humillarme. Agaché la mirada conteniendo el coraje y la frustración.

—Mírate, te ves flaca y ojerosa, ¿qué no has aprendido sobre elegancia, como una verdadera señorita? Y eso no es lo peor, dejaste los clubes y bajaste tus calificaciones, ¡no has hecho nada útil en este curso! ¡Si sigues así te meteré a una militar para que mínimo te enseñen disciplina! ¡No desperdicies lo que hacemos por ti, Alicia! ¡¿No piensas en tu futuro?! ¿Qué, ya no quieres ser actriz? 

Auch, esa fue la gota que derramó el vaso.

—Madre —dije con desprecio en cada letra—, ¿Sabes que dejé el club de teatro desde el primer grado? ¿Sabes siquiera que me dedicaba a pintar escenarios? ¡Nunca he querido ser actriz!, ¡no sabes lo que me importa de verdad!, hace unos días recuperé algunas materias, me uní de nuevo a clubes y estamos preparando un evento, no soy una floja, estas ojeras son por desvelarme para volver a aumentar mis calificaciones, ¡¿no vienen a verme en bastante tiempo y pretendes que te importo?! 

 No pude contenerme.

—No me hables así, Alicia, todo es porque estamos preocupados por tu futuro.

—¿Y por qué no me sacas de aquí? ¡Échame a la calle si quieres!

Grité sin pensar en las consecuencias.

Toqué mi mejilla ardiendo como el fuego por la cachetada que mi madre acababa de propinarme apenas terminé de decir lo que quería. No era mi intención gritar, pero era absurdo cómo me estaba humillando frente a todos los presentes, ¿acaso quería dar ese espectáculo a propósito? Apreté los labios conteniendo el llanto de rabia y frustración porque no podían entenderme, todo el esfuerzo de esos días era muy poco para ellos y todo porque ni siquiera estuvieron cuando me encontraba en mi peor momento, cuando todo un salón se aprovechó de mi aprecio por Fernanda; todas las Rosas habían participado en el juego de ella y su prima como si yo fuera su juguete y ¿luego viene mi madre y se encarga de pisarme cuando apenas me estoy levantando?  Sin duda, ese regaño no me lo merecía, menos ante mis compañeras de escuela. Sé que podrían usar esto para seguir burlándose de mí.

—¡Alicia Del Valle, no pongas en vergüenza a nuestra familia!, ¡discúlpate con tu madre ahora!

—¿Yo? — Apenas pude pronunciar esa palabra, me estaba ahogando en llanto y dolor. Me dolía incluso el pecho, sentía que rompería mis costillas y que el aire quemaba mis pulmones.

—¡¡Sí, tú!! — Elevó aún más su voz —, ¿no estás viendo que le haces daño a tu madre? Ella y yo estamos preocupados por ti ¿y tú le gritas sin aceptar tu culpa? No seas una malagradecida, Alicia, mira cómo está tu madre, ¡piensa un poco en ella!

Eso me bastó para endurecer mi corazón y correr hacia mi dormitorio. No quería verlos, no quería explicar nada de lo que había pasado con Fernanda porque sé que eso saldría peor.

No bajé a cenar, estuve llorando toda la tarde. Alguien tocó la puerta hace rato y encontré una bolsa con frutas variadas y un recado escrito con tinta azul:

"Por favor, cena algo, te quiero".

Reconocí la letra de Anna. Aunque de pronto quería que ese gesto lo hubieran hecho mis padres.

Empecé a anhelar un abrazo, un poco de comprensión, pero también empecé a sentirme culpable. ¿De verdad soy tan mala hija? ¿De verdad estoy desperdiciando los esfuerzos que ellos hacen? ¿Cómo es esa clase de amor y preocupación de mi madre que hace que tenga que gritarme cuando no lo merezco? ¿Lo merezco? ¿Y si ese golpe es una indirecta del destino?

¿Es eso?, Dios no quiere que me enamore y se ha manifestado a través de mi madre, me está diciendo "Basta", solo haz lo que debes: estudiar. 

A veces quisiera escaparme de este lugar para siempre, dejar todo, empezar a valerme por mí misma, desaparecer para mis padres, para Fernanda y no ver una escuela jamás. Pero soy demasiado estúpida como para sobrevivir allá afuera, apenas conozco la zona del centro, donde hacemos la exhibición de día de muertos y un poco más allá, donde queda la fuente frente a la que Fernanda y yo pasamos unos de los mejores momentos.

No puedo hacerlo, no puedo huir, solo debo seguir haciendo lo posible para que ellos se arrepientan de haberme humillado, no sé qué tan lejos debo llegar, pero lo haré, empezaré por ganarle a todas esas muñecas creídas del salón de las Rosas.

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Maria Fernanda Fernanda

Maria Fernanda Fernanda

pues es hora de recuperar el autoestima y empezar a planear su futuro

2024-03-27

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