Capítulo 18: brillos tenues

La participación en un festival los llevó a una ciudad lejana; pese a que la actuación de Evan se reducía a un par de horas de una tarde, la estancia se prolongó tres días. Rodeados por la bulliciosa actividad del hotel, y en la comodidad de una suite amplia, el equipo compartió el espacio con varios miembros del staff.

Frente a la puerta de la habitación de Evan, la dinámica del grupo se vio interrumpida por la llegada inesperada de una amiga suya, a quien se refería como Lidia, una presencia hasta entonces desconocida para el resto. Evan la recibió con un abrazo y un saludo cargado de afecto. Justo en ese momento, un miembro del staff captó la atención de Evan con algo en su dispositivo. La recién llegada, entonces, dirigió su mirada a Sander y Jordan, quienes se encontraban casualmente al lado de la puerta.

- Ah, así que aquí están los que han estado causando furor –manifestó mientras los escaneaba con una expresión lasciva.

Evan, distraído, confirmó sin darle mayor importancia, su atención permanecía fija en la tableta. Lidia avanzó hacia ellos con una confianza que bordeaba la audacia y no tardó en invadir el espacio personal de Jordan con un gesto atrevido, deslizando suavemente la mano por su pecho; él respondió con una expresión de extrañeza.

- En persona lucen aún mejor… -su comentario, teñido de una coquetería descarada.

Lidia extendió su atrevimiento hacia Sander; desplazó la mano por su brazo con una suavidad provocativa. Él la miró desconcertado, sin saber cómo responder.

- ¿Cómo resistes la tentación, querido? -indagó ella, sus palabras cargadas de insinuación.

- Sí, sí, es muy difícil -dijo Evan con tono sarcástico-, yo no… -levantó la vista captando la dinámica frente a él y reparando en la mano de Lidia, que estaba ahora sobre el pecho de Sander- ¿qué estás haciendo?

Con paso firme, Evan se dirigió hacia Lidia.

- ¿Qué pasa contigo? -apartó la mano de Lidia con brusquedad- ¡no los toques! –la reprimenda de Evan, firme y clara, marcó un límite.

- Ay, ya relájate, estaba bromeando.

- No puedes solo tocar a las personas. No seas irrespetuosa.

- Ah, vamos. A ningún chico le molesta que una chica guapa lo toque un poco –Lidia intentó restarle gravedad a su comportamiento.

Evan, sin embargo, no estaba dispuesto a ceder.

- ¿Y si no les gustan las chicas? ¿O qué tal si están casados?, ¡o sí simplemente no quieren las manos de una desconocida sobre ellos! ¿Qué pasaría si fuera al revés? Si fueras un hombre y ellos mujeres, ¿cómo se vería?

Lidia torció los ojos.

- Ok, está bien, ya. Lo siento.

Evan hizo una seña con la cabeza en dirección a Jordan y Sander. Lidia volteó hacia ellos.

- Perdón por mi comportamiento.

Antes de que Sander o Jordan pudieran procesar completamente la situación, Evan dirigió a Lidia hacia el interior de la habitación, cerrando la puerta tras ellos con brusquedad.

La escena dejó a Jordan y Sander intercambiando miradas, con una mezcla de alivio y desconcierto entre ellos.

- Menos mal que Evan hizo eso, porque no sabía cómo reaccionar -añadió Sander.

- Menos mal lo hizo él, porque estaba a punto de hacerlo yo. Y no sé cómo habría reaccionado ella.

Sander vio la determinación en el rostro de Jordan y se dio cuenta de que hablaba en serio.

En la noche, en vísperas de la presentación de Evan, todos los miembros del equipo se encontraban disfrutando de una cena juntos, entre risas y charlas amenas. En un momento, en medio de la conversación ligera, un comentario casual sobre Evan llevó a Jordan a salir en su defensa, sorprendiendo a todos.

Ian inquirió con genuina curiosidad:

- Pensé que no te agradaba -dijo dirigiéndose a Jordan.

Jordan, visiblemente confundido por la observación, respondió rápidamente:

- ¿Qué? ¿Por qué...? Nunca dije eso.

La tensión se disipó con la risa colectiva, y Sander aprovechó el momento para añadir con un tono de broma:

- ¿No te has enterado? Ahora Evan y Jordan son mejores amigos.

Las risas y los chiflidos llenaron el salón, creando un ambiente aún más ameno. Justo en ese instante, Evan ingresó a la habitación y se sentó tranquilamente, despertando la curiosidad de Susan:

- ¿Y tu amiga?

- Se fue, no quería distraerme, dijo que vendrá mañana -respondió desviando rápidamente la conversación-. ¿De qué estaban hablando?

- Oh, nada importante -se apresuraron a contestar.

La conversación fluyó nuevamente, llenando la sala de risas y charlas. Conforme la noche avanzaba, el grupo se reducía, quedando solo Yoel, Sander, Ian, Susan, Jordan, Evan y un par más. Yoel en el centro de la atención, se convirtió en el blanco de bromas ligeras sobre su popularidad entre las hermanas de sus amigos.

- No es mi culpa que todas se enamoren de mí.

El grupo respondió con comentarios sarcásticos y chiflidos.

- Pero yo soy el mejor de los cuñados... Si tienen una hermana puedo comprobárselos.

Todos rieron y siguieron mofándose con Yoel.

- Menos mal no tuve hermanas para no estar preocupado de que se encontraran con un lobo de estos -bromeó Sander.

- Digo lo mismo -añadió Susan.

Los demás se rieron.

- Ah, pues ustedes se lo pierden. Qué hay de ti, Juan, ¿tienes alguna hermana con suerte?

-Oh, no, no. Tristemente, mi única hermana está felizmente casada -Respondió Juan con sarcasmo.

- Que mal por ella... ¿Y qué hay de ti, Jordan?

Jordan sonrió y negó con la cabeza.

- Solo tengo una hermana y no la he visto en un tiempo, así que no creo que pueda presentártela.

La respuesta causó cierta impresión en el grupo.

- ¿Y por qué? -Preguntó Ian- ¿Se pelearon o algo?

- No seas indiscreto -lo recriminó Susan.

- Ah, está bien -expresó Jordan en tono tranquilo-. Nos separaron de niños, y ha sido un poco... difícil contactarla.

La revelación cambió sutilmente el tono de la conversación, y Evan, quien había estado observando con atención, se mostró especialmente interesado en la historia de Jordan. La charla continuó con varios temas triviales, hasta que todos se hubieron retirado.

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