Capítulo 4: Luces cegadoras

De pie en su habitación, Jordan rebuscó con cuidado en el armario intentando encontrar una vestimenta adecuada, lamentándose por no haber sacado el tiempo para utilizar el vale proporcionado para adquirir ropa nueva; una tarea pendiente que pesaba levemente en su mente. Aun así, se aseguró de verse lo más presentable posible dentro de sus opciones limitadas.

Se movía metódicamente, intentando disipar la sensación de incomodidad y el nerviosismo que le generaba pensar en la jornada del día. Era la primera vez que acompañaría a Evan a un evento público; se trataba de una reunión organizada por una prestigiosa marca de cosméticos para presentar algunos nuevos productos. Además de su inexperiencia, Jordan era consciente de que el evento significaba una exposición directa a las cámaras y a los medios. La idea de recibir toda esa atención, incluso secundariamente por su asociación con Evan, era un escenario que no le resultaba nada grato. A esto se sumaba la incertidumbre sobre la naturaleza exacta del evento y sobre su propia capacidad para manejar las situaciones que se presentaran.

Al llegar a la residencia de Evan, se encontró con Yoel y Basil, quienes le indicaron que el cantante se uniría pronto a ellos. Los tres esperaron junto al auto, hasta que Evan apareció con su andar determinado y portando unas gafas oscuras con un marco violeta. Yoel se apresuró a abrir la puerta y, con una sonrisa cortés, saludó a Evan:

- Buenos días, señor.

La reacción de Evan fue instantánea, una risa sarcástica escapó de sus labios.

- ¿Señor?, ¿Cuántos años crees que tengo?

Antes de que Yoel pudiera responder, Evan dirigió su mirada a Basil y expresó con un tono templado:

- ¿No has podido enseñarles bien?

Basil, asumiendo la responsabilidad, admitió el error. Jordan intentó mantenerse inexpresivo mientras rectificaba su idea sobre Evan; un agradecimiento genérico no era nada frente a tanta descortesía.

Ya en el auto, Jordan se sumergió en sus pensamientos. La incomodidad que ya sentía se intensificó; la idea de ser fotografiado y analizado le resultaba particularmente intrusiva. A medida que el vehículo los llevaba hacia su destino, la sensación de ansiedad incrementó en su pecho.

Al arribar al lugar del evento, el grupo descendió del auto, encontrándose de inmediato con el resplandor de los reflectores y la presencia expectante de los periodistas. Evan, con su habitual aire de distanciamiento, se escudó detrás de sus lentes oscuros; con paso firme, se adentró sin prestar atención a las preguntas insistentes, su silencio era una barrera tan efectiva como su actitud resuelta. Jordan, por su parte, se vio inmediatamente abrumado por la intensidad del momento; el parpadeo constante de las cámaras, las voces solapadas de los reporteros lanzando decenas de preguntas al tiempo, y el destello de las luces, le hicieron sentir mareado.

Esforzándose por cumplir su rol, Jordan intentó mantenerse alerta. Imitando el comportamiento de Basil, sostuvo el brazo levantado junto a Evan casi como si fuera un escudo interponiéndose entre él y las personas que se amontonaban en el camino de entrada y que intentaban acercarse. Observó a Yoel caminando delante de ellos con ambos brazos levantados abriéndose paso con intrepidez.

La mirada de Jordan cayó entonces sobre el hombro de Evan, cubierto por una chaqueta morada de tela sutilmente brillante que resaltaba su figura esbelta. En ese instante, surgió en Jordan un impulso casi visceral de ofrecer un contacto físico más directo, de posar su mano sobre ese hombro como una extensión de su protección. Pero la duda lo detuvo; la incertidumbre y la falta de confianza hicieron que su mano, suspendida en el aire, se retratara, dudando sobre la apropiación del gesto.

Basil, en cambio, no mostró ninguna vacilación. Con una seguridad adquirida por la experiencia, colocó su mano sobre la espalda de Evan, guiándolo a través de la multitud con eficacia. La capacidad de Basil para navegar la situación le sirvió a Jordan como un recordatorio silencioso de su propio rol y los límites que aún necesitaba aprender a manejar.

Ya adentro, el mundo de las celebridades se desplegó ante Jordan: hombres y mujeres de todas las edades que portaban trajes espléndidos, lucían pieles perfectas, y conversaban con un encanto surreal mientras sonreían dejando ver sus dentaduras insólitamente brillantes y alineadas. “Son como él”, fue el pensamiento que golpeó su mente. Percatándose de que era la primera vez que estaba con personas que, desde su perspectiva, pertenecían al mismo mundo que Evan, y de que esa era la sensación que le había producido él desde el inicio: tan deslumbrante que parecía irreal.

Al tiempo, con total soltura y una gracia que parecía innata, Evan avanzó por el lugar mientras intercambiaba saludos, abrazos y conversaciones efímeras con varios invitados, recibiendo una acogida especialmente cálida de una mujer que le expresaba su gratitud por asistir.

- Por supuesto, es un honor estar aquí –manifestó Evan con una amplia sonrisa.

Jordan observó detenidamente a Evan, le sorprendió la cortesía y aparente afabilidad con la que se desenvolvía en ese espacio; no pudo evitar pensar que, quizás, ese era un comportamiento que se reservaba para sus pares. No obstante, percibió cierto distanciamiento en el comportamiento de Evan, como si incluso ahí pusiera esa barrera impenetrable hacia su intimidad.

Analizando con más detenimiento, Jordan identificó un patrón en las interacciones de todos los presentes. Había un juego de miradas, saludos efusivos, besos al aire y abrazos ligeros, acompañados de cumplidos y comentarios amables sobre atuendos y accesorios. Pero, a pesar de la aparente calidez del escenario, había un velo de artificialidad que cubría todo. Las conversaciones fluían sin esfuerzo, pero carecían de profundidad, girando en torno a trivialidades propias del universo de las celebridades. Era una danza social previamente diseñada y ejecutada a la perfección. Como si todo fuera parte de un espectáculo planificado, donde las verdaderas emociones y los asuntos personales quedaban cuidadosamente ocultos tras una fachada de encanto superficial.

En medio de este escenario de cortesías ensayadas, una figura se abrió paso caminando en dirección a Evan, destacando por su viveza y sonrisa franca que cortaban la monotonía del evento. La joven de cabello rizado y tez morena, portaba un radiante vestido amarillo que resaltaba su belleza natural. Su encuentro con Evan irradió una calidez diferente; sus saludos y abrazos, estaban cargados de una familiaridad y confianza que contrastaban con el guion previo. Evan la sostuvo de las manos, y repasó su silueta con una mirada de aprobación.

- Te ves muy guapa… casi tanto como yo.

La risa genuina que compartieron perforó la atmósfera prefabricada del evento. Para Jordan, quien observaba perplejo desde la distancia, había una naturalidad en esa interacción que destacaba entre la cortesía calculada de las demás, un vislumbre de autenticidad en medio de un mar de pretensiones.

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Comments

nanay

nanay

se nos desmaya

2024-04-29

1

Anonymous

Anonymous

ay, si se pasa Evan. Pero creo que jordan está predispuesto

2024-03-07

1

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