Capítulo 8: Después del Espectáculo

El eco de los últimos aplausos se disipó en la noche, y el concierto de Holden llegó a su fin. La multitud, aún sedienta, clamaba por más, pero Evan, con una sonrisa agradecida y un gesto de despedida, se retiró del escenario.

Jordan, moviéndose entre las sombras, se abrió paso hacia el área tras bambalinas. La escena ante sus ojos era un contraste marcado con el brillo del escenario. Los bailarines, exhaustos pero visiblemente satisfechos, caminaban erráticamente, sus cuerpos aún vibrando con el remanente de adrenalina compartían el aire pesado de triunfo y fatiga. Sus ropas, adheridas al cuerpo por el sudor, las caras enrojecidas y la respiración entrecortada eran los trofeos invisibles de la misión maravillosamente cumplida.

Jordan seguía a Evan de cerca, mientras su mirada intentaba ajustarse a la transición de la luz deslumbrante del escenario a la iluminación más sutil tras bastidores. De nuevo, había personas yendo de un lado a otro, pero ahora, todos se movían de una forma más mecánica. De repente, la escena cambió abruptamente cuando Evan se acercó a una joven que mastica algo distraídamente y, con un movimiento rápido y decidido, le arrebató el paquete de las manos, para pasar a recriminarla con un tono autoritario.

- ¿De dónde sacaste esto?

La chica, tomada por sorpresa, tropezó con sus palabras. Una mezcla de miedo y confusión se dibujó en su rostro; balbuceaba sin poder organizar una oración.

- ¿Es uno de mis regalos? ¿Acaso eres tonta?

Evan disparó la pregunta con frialdad sin dejar espacio para excusas. Se volvió hacia los demás, exclamando con frustración e incredulidad:

- ¿Esta chica es nueva? ¿Nadie pudo instruirla bien?

La tensión se apoderó de la atmósfera; nadie intentó intervenir. Evan se inclinó hacia la joven con su semblante severo.

- Escucha, vuelves a hacer esto y estás despedida.

La amenaza fue clara y tajante. La chica, abrumada por la reprimenda, se quedó sollozando; su figura se encogió por el peso del miedo y la humillación. Evan, sin mostrar empatía, continuó su camino hacia el camerino. Al llegar a un bote de basura, descartó el paquete con desdén.

Cuando Evan desapareció tras la puerta del camerino, Jordan se quedó contemplando la escena con una sensación de frustración en su pecho. Empezó a deambular por el espacio intentando calmarse. Pero, frente a él, vio cómo los regalos de los fans eran descartados sin miramientos y con absoluta indiferencia por miembros del staff, como reflejo de una rutina establecida e indolente. La revelación lo dejó con un sabor amargo.

Luchando con sus pensamientos, siguió moviéndose y se topó con un ramo de varios regalos que aún no habían sido desechados. Su mano, casi por inercia, se deslizó hacia el interior y extrajo un paquete pequeño de chocolates. Sin más, lo puso en su bolsillo como un pequeño acto de rebelión que le brindó una ligera satisfacción.

La visita de un amigo de Evan rompió con la tensión en el ambiente. El joven, alto y con un aura carismática, saludó a Vera con cierta confianza y luego dio una sonrisa amable a Jordan antes de ingresar al camerino de Evan. Por alguna razón, su aparición despertó cierta curiosidad en Jordan; había algo sobre su presencia allí que le llamó la atención, aunque no pudo precisar qué era.

Cuando finalmente salieron del camerino, había un cambio sutil en el semblante de Evan; parecía levemente menos cargado, e incluso, un poco más relajado.

Siguiendo la estela del espectáculo, el nuevo día trajo consigo otro compromiso; debían asistir a un evento relacionado con el concierto. En el auto, Jordan observó cómo Evan parecía llevar el peso de la noche anterior sobre sus hombros. Era la primera vez que podía verle abatido; la fatiga se asomaba en su rostro, la pesadez de su mirada era evidente incluso en su estado de quietud.

Sin embargo, unos minutos después de llegar, Jordan presenció cómo, casi como si fuese un acto de magia, todo rastro de cansancio desapareció. Fascinado, vio cómo, gracias a las hábiles manos de los maquilladores, Evan dejó de ser ese hombre agotado para convertirse una vez más en el ídolo inmaculado, en el chico encantador que se movía con gracia y soltura y cautivaba a todos a su alrededor.

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