Capítulo 11: Ocaso

Un silencio incómodo se había instalado por un momento antes de que Evan replicase desconcertado:

- ¿Qué...?

- Sabes, las personas tienen problemas, y no todo el mundo puede ser tan indolente como tú -disparó Jordan, permitiendo que sus pensamientos fluyesen sin filtro.

- ¡Jordan! -Basil intentó interrumpir y evitar que la discusión escalase a más.

Evan, ahora enojado, respondió con dureza:

- Yo sé que tiene sus asuntos, pero, ¿adivina qué? ni a Valentín, ni a mí, y mucho menos a quienes pagan el boleto, nos importan sus malditos problemas. Y si ella no puede dejar de lado eso, está bien, traeremos a cualquier otro y ya está. Hay una fila de personas esperando esa oportunidad.

- Claro, porque las personas se pueden descartar como si nada, ¿no? El único irremplazable eres tú -retó Jordan, empujando los límites de su confrontación-. Eres tan jodidamente egoísta y arrogante, no te importa nadie más aparte de ti mismo.

- Jordan, es suficiente.

Basil habló y al mismo tiempo detuvo el auto en la entrada del edificio. Cuando los vigilantes se acercaron para verificar la entrada, Evan, claramente afectado y enojado, abrió la puerta abruptamente y se bajó.

- Subimos solos.

Las chicas lo siguieron. Pero, de pronto, se detuvo en seco y se volvió hacia Jordan. Su mirada estaba cargada de furia y de una intensidad que no habían presenciado antes.

- ¿Eres idiota? Somos adultos. Este es el mundo real, y es un medio salvaje. Siempre habrá alguien esperando tomar tu lugar. ¿Crees que no hay otra bailarina capacitada que pueda ocupar su puesto? Hay miles de personas, Jordan, miles de personas que son buenas en lo que hacen, y que simplemente nunca logran obtener una oportunidad. ¿Te parece justo que alguien que la tiene la desperdicie?

Jordan miró con atención a Evan, el último cuestionamiento fue inesperado.

- Sí, todas las personas son reemplazables. Pero eso, idiota, me incluye a mí también. Yo he luchado para obtener todo lo que tengo, y sé que hay muchos otros que podrían ser yo, por eso me esfuerzo, doy todo de mí para seguir estando en ese lugar y para ser digno de ello. No hay excusas, si alguien no logra la excelencia, no importa quien sea, será descartado. Así funciona esto.

Después de que Evan y las chicas se fueron, el vehículo quedó sumido en un pesado silencio. Jordan, envuelto en un torbellino de emociones, apoyó el rostro en sus manos, sintiendo el peso de sus palabras y la intensidad de la confrontación. Basil rompió el silencio con su voz impregnada de pesar y resignación.

- Felicidades, hijo, nunca vi a alguien conseguir un despido tan rápido.

- Vaya, amigo, sí te excediste -agregó Yoel, acentuando la gravedad del momento.

Jordan, exhausto y vencido por la situación, admitió:

- Yo sé que me pasé, ¿de acuerdo?, pero es que desde el primer día he tenido que aguantar sus faltas de respeto y descortesía hacia todo el mundo. No sé cómo lo soportan ustedes, es grosero y desconsiderado.

Basil, manteniéndose sereno, miró a Jordan directamente a los ojos y le preguntó de manera tranquila, pero firme:

- Dime una cosa, en este tiempo, ¿quién ha sido más grosero y descortés? ¿Él con, según tú, todos los demás… o tú con él?

Esta pregunta detuvo a Jordan en seco. Una punzada de culpa se clavó en su pecho, enfrentándolo a la realidad de sus prejuicios y la posibilidad de una injusticia en sus propias acciones.

Sander y Yoel intercambiaron miradas, incapaces de intervenir. Basil continuó:

- Siempre le has visto con prejuicios. Me parece que lo sentenciaste desde el inicio, no le diste una oportunidad...

Jordan, agobiado por sus pensamientos, recordó todas las acciones contradictorias y confusas de Evan. Las palabras de Basil resonaron con fuerza en su mente.

- Si lo hubieses hecho, verías realmente quién es. No quise intervenir, y quizás fue mi error, pero quería dejar que ustedes mismos lo conocieran. Evan es una persona muy particular, que tiene una forma extraña de comunicarse; la gente suele juzgarlo mal por eso, y aunque no lo creas, eso lo lastima. Pero él no quiere fingir todo el tiempo ser de otra manera, es una buena persona, Jordan. Y lo has tratado mal.

- Puede ser... que tuviera prejuicios –cedió Jordan-. Pero debes reconocer que su forma de hablar es horrible. Dices que otras personas también se han hecho la misma impresión.

Basil, sin embargo, fue inflexible.

- Sí, pero esas personas no han arriesgado su trabajo para decírselo. Ojalá lo hubieras conocido mejor, o al menos hubieses tenido una conversación real con él.

Jordan se quedó en silencio, la gravedad de la situación cayó sobre él como un manto pesado. La culpabilidad incrementó rápidamente.

- Soy un idiota, ¿no? -admitió con un suspiro de derrota.

- Lo eres, y de seguro ya estás despedido… Es que no tiene sentido que parezcas tan indignado con que las personas sean tratadas injustamente, pero le hables así.

Jordan asintió resignado.

- Ok, está bien… Voy a disculparme.

La sorpresa se dibujó en los rostros de todos en el auto. La decisión de Jordan de aceptar su culpa y enfrentar las consecuencias de sus acciones marcó un punto de inflexión inesperado en la noche.

- ¿Así nada más? ¿Te vas a disculpar? -preguntó Sander incrédulo.

- Sí, lo voy a hacer -afirmó Jordan.

- ¿Aunque sepas que eso no te va a salvar y que ya perdiste tu trabajo? –lo presionó Basil.

- Que sí. No quiero que hable mal de mí y manche mi reputación. E igual le voy a dar la oportunidad de insultarme apropiadamente una vez. Así no me sentiré culpable por haberlo... juzgado mal.

Yoel soltó una risa, encontrando divertida la situación.

- Sí, pues me muero por ver eso, tendrás que hacerlo delante de mí.

- Lo mismo digo -agregó Sander en un tono divertido.

Incluso Basil se sumó al juego. Aunque no lo mencionaron, la voluntad de Jordan de aceptar sus errores y disculparse, suscitó una fuerte sensación de respeto en sus compañeros. Irónicamente, en ese momento de conflicto y vulnerabilidad, Jordan sintió por primera vez, un estima real hacia su trabajo.

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