Capítulo 14

-JODIDA MIERDA, ¡DIJE QUE BASTA! –lo sujeté por la camisa a través de los barrotes. –Mierda, bien sabes que ellos no tienen nada que ver, y aun así los tienes aquí. Estás violando sus derechos y, como si eso no fuera suficiente, los estás torturando psicológicamente. Dime qué es lo que quieres exactamente. Hay pruebas de que las que se acercaron fueron ellas, las que hicieron el escándalo fueron ellas. En ningún momento nadie de la mesa les levantó la voz, y mucho menos las golpearon. Esto podría ser una mancha muy grande en tu carrera y más cuando soy tu maldita superior. Así que más vale que no hagas algo de lo que después tengas que arrepentirte –le susurré al oído al final.

Lo soltó, y volví a sentarme junto a Maxi, quien me tomó de la mano y trató de calmarse. Verlo así me enfadó más.

-Te ganaste una jodida demanda por daños y perjuicios, Carlos Marín –dije, viendo cómo se ponía pálido. –Nos vamos, chicos –me puse de pie arrastrando a Maximilian conmigo. Sebas nos abrió la puerta, y salimos de la celda junto a mis amigos.

Cuando estábamos afuera, recibí un mensaje de Liliana.

"Thalía, tu lobo está como nervioso. Al parecer, quiere salir a buscarte."

No tardé mucho en teclear una respuesta.

"Por favor, tráelo al restaurante. Si le dices que lo llevarás conmigo, dejará que le pongas la correa."

Antes de apagar el teléfono, llegó su respuesta.

"Como quiera, jefa."

Leí el mensaje y bloquee el teléfono.

-Chicos, enserio lo siento. Cómo disculpas, los llevaré a un restaurante a cenar –murmuré, y ellos se miraron entre ellos.

-Asintieron, y paré un taxi. Subimos, y le di la dirección. Cuando llegamos, le pagué y bajé. Cuando los chicos bajaron, casi se les salen los ojos.

-Creo que con un simple restaurante de comida rápida bastaba –dijo Aiden en un murmullo.

Sonreí y seguí caminando. Cuando llegué al recibidor, había un chico.

-Buenas noches, bienvenidos a Estrella de Miller. ¿En qué puedo ayudarlos? –preguntó, al parecer, es un nuevo trabajador.

-Hola, tenemos una reservación –dije mirándome las uñas.

-Claro, ¿a nombre de quién? –preguntó.

-Thalía Miller –dije, y su cara se volvió un poema.

-Lo siento, soy nuevo en el trabajo –dijo avergonzado.

-No te preocupes, bueno –sonreí–, tomaré la sala de siempre. No quiero que nadie me sirva hasta que llegue Liana; ella lo hará –caminé hacia la sala.

-Thalía, ¿esto por qué hablas como si fueras la dueña? –preguntó Sam.

-Porque así es, soy la dueña –todos me miraron–. Bueno, creo que han escuchado hablar de la empresaria más joven del país, ¿no? –pregunté mientras abría la puerta de la sala.

-Sí, dicen que tiene restaurantes, hoteles y tiendas, y que ahora está creando una empresa nueva de biotecnología –dijo Aiden pensativo.

-Pues la tienen enfrente –comenté, y ellos dejaron de caminar. –¿Qué? –pregunté.

-Oh dios mío, ¿o sea, tú eres la dueña de todo esto? –dijo señalando todo.

-Sí –contesté desinteresada.

- ¿Cómo lograste montar todo este imperio? –preguntó curioso\, y yo me imaginé siendo la reina de un imperio en los tiempos antiguos\, decapitando a quienes me llevaran la contraria.

-Soy militar, aunque pagan bien, con eso no puedo tener todo esto –ellos asintieron, aunque también asombrados por saber que yo era militar–. Hace aproximadamente 6 años, tuve una misión, una misión en la que podía haber perdido la vida –vi cómo todos me miraban para que siguiera hablando–. Tenía que infiltrarme en el negocio de trata de blancas como una de las chicas que secuestraban para poder atrapar al jefe –todos estaban sentados, esperando a que continuara–. Cuando lo teníamos acorralado, el muy cobarde se suicidó, pero yo cumplí mi misión, que era sacar a salvo de ahí a las chicas. El jefe, al parecer, era buscado en más

de 15 países. Cuando volví a reportarle todo al capitán, me contó que había una recompensa por la cabeza del jefe, y no cualquier recompensa, fueron como casi unos 50 millones de euros –todos abrieron los ojos como platos–. Así fue como empecé con esto de los negocios. Busqué algo en que invertir mi dinero y me lo devolviera con creces –termine de relatar la historia.

- ¿Por qué dices que pudiste haber muerto en esa misión? –preguntó Maxi.

-Sí, desde el momento en que la acepté –sonreí–. Era una infiltrada y, obviamente, si me descubrían, me mataban –dije.

- ¿Entonces\, por qué lo hiciste? –me recriminó Omaira. Me quedé callada; si lo decía\, tal vez se sentiría culpable–. Dime –chilló.

-Me había llegado una información falsa –la miré.

- ¿Qué es tan importante como para que arriesgues tu vida así? –preguntó alterada.

-Tú –dije mirándola–. Me llegó información de que tú estabas en ese cargamento –dije y vi cómo sus ojos se aguaron, y la abracé sin más–. No llores; si estuvieras en mi lugar, no dudo de que habrías hecho lo mismo –dije.

- ¿Quién fue el desgraciado que filtró esa información? –preguntó alterada.

-No te preocupes por eso; antes de que el jefe se suicidara, le disparó –le sonreí.

En ese momento Liliana entró con Hades.

-Hola, mi bebé hermoso –me paré y lo estruje contra mí–. ¿Había alguien más contigo en la casa? –le pregunté a Liliana.

-Sí, mi primo me acompañaba. Mi auto se descompuso, y él se ofreció a llevarme. ¿Por qué? –preguntó.

-Hades no es de esos que de repente tenga un ataque así por nada –sonreí y miré a mi compañero–. ¿Qué era, chico? –le pregunté–. ¿Armas? –negó–. ¿Bombas? –negó–. ¿Coca? –asintió–. ¿La consumes? –volvió a asentir–. Encontré el problema –dije–. Es normal que se haya puesto de esa forma; lo entrené para este tipo de

cosas; es mi compañero –dije mirándolo–. ¿Verdad que sí? –pregunté haciéndole mimitos.

- ¿Puedo tocarlo\, Thalía? –preguntó Maxi; su cara parecía iluminada.

-Ese chico me agrada. Deja que lo toque, ¿sí? –susurré. Él asintió–. Honey, él dice que sí puedes acercarte.

Maxi se acercó y comenzó a acariciarlo, primero con miedo y luego con más confianza.

-Eres la tercera persona que logra tocarlo, Honey. Siéntete afortunado –lo miré–. Solo se deja tocar por mi hermanito Sebas o por mí, y ahora, como puedes ver, tú –dije.

-Eso es cierto –dijo Liliana–. Yo nunca le he agradado –se acercó, y en ese momento, Hades la miró gruñéndole–. ¿Ves? –dijo–. ¿Qué ordenarán? –preguntó. Los chicos pidieron lo que querían; solo faltaba yo.

-Liana, para Hades, tráele carne cruda, por favor. A mí, pues, sorpréndeme –sonreí, y ella se fue.

Pasamos la cena entre risas y muchos sonrojos de parte de Maxi por cualquier halago que le hacía.

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Comments

maria Garcia

maria Garcia

jajaj escritora pones a max como sonso me da risa de como lo escribes

2024-01-31

4

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