Capitulo 9

Habían pasado ya dos semanas desde que llegué a Toronto con Damián. La rutina se había establecido; mi hermano tomaba clases por la mañana y entrenaba conmigo por las tardes. Mientras tanto, en estos momentos, aguardaba ansiosa la llegada de Hades. ¿Quién es Hades, se preguntarán? Pues bien, Hades es un perro checoslovaco, entrenado tanto por un adiestrador militar como por mí misma. Lo encontré durante una misión en el bosque, herido y junto a su madre moribunda. Por suerte, logré salvar a ambos, aunque la madre de Hades ahora está bajo el cuidado de mi tío Adrián, mientras que yo me quedé con el pequeño peludo.

La escena en la que lo encontramos no fue fácil. Mucha gente optó por ignorarlos y continuar con su camino. No obstante, decidí detenerme junto con Mateo, quien llevaba a Hades, y me dispuse a ayudar a la madre, quitándome el chaleco para envolverla. Al llegar a la base, el coronel me esperaba con evidente enojo. A pesar de su frustración, terminó encariñándose con Hera, el nombre que le dio mi tío Adrián a la madre de Hades. Por suerte, la base aceptó perros, aunque con la condición de que yo sería responsable de su entrenamiento. Así que, con la colaboración del adiestrador de la base, me propuse convertir a Hades en mi compañero de misiones, enseñándole a recibir órdenes y cumplirlas. Para mi sorpresa, resultó ser un aprendiz excepcionalmente inteligente.

Mientras reflexiono sobre estos recuerdos, el sonido de un ladrido me saca de mis pensamientos. Al mirar hacia adelante, veo a Hades corriendo hacia mí, una bola peluda de energía negra y blanca.

-HADES, BEBÉ –grité emocionada, abrazándolo–. ¿Te portaste bien en mi ausencia? -le hice mimos y caricias mientras él respondía con más ladridos llenos de entusiasmo.

En ese momento, Mateo se acercó y comentó: "Parece que te extrañó mucho. ¿Cómo ha estado durante tu ausencia?"

-Sí, lo extrañé tanto como él a mí. Pero parece estar en excelente forma. Ahora, espero que se lleve bien con mi rutina y se acostumbre a vivir fuera de la base militar –le expliqué, mientras Hades seguía saltando a nuestro alrededor, lleno de alegría.

De repente, una voz familiar resonó desde la distancia. "¡Thalía! ¡Mateo!" Era mi hermano, Damián, que se acercaba con una sonrisa. Parecía emocionado al ver a Hades.

- ¿Este es el perro que encontraste en la misión? -preguntó Damián\, acariciando a Hades.

- ¡Exacto! Es Hades\, nuestro nuevo compañero -respondí con una sonrisa. "¿Cómo ha sido tu día?"

Damián acarició a Hades y comentó: " ha estado bien el parece un buen chico. Me alegra que hayas decidido traerlo a casa. ¿Cómo ha sido entrenarlo?"

-Ha sido sorprendentemente fácil. Hades es inteligente y se adapta rápidamente a las órdenes. Creo que será un excelente compañero en nuestras misiones futuras -respondí, mientras veía cómo Hades disfrutaba de las caricias de Damián.

El adiestrador militar se acercó con una correa y me la entregó. "Aquí tienes, Thalía. La llevé por si decidías sacarlo a pasear."

-Agradezco la atención. Pero creo que antes de eso, necesito hacerle un recorrido por su nuevo hogar. Además, quiero que se acostumbre al ambiente fuera de la base militar -comenté.

Decidimos darle un paseo por el vecindario. Hades exploraba curiosamente cada rincón, olisqueando y marcando su territorio. Los vecinos lo saludaban y sonreían ante la presencia del nuevo miembro de la familia.

A medida que pasaban los días, Hades se adaptaba cada vez más a nuestra rutina diaria. Se acostumbraba a las salidas al parque y se convertía en el centro de atención con su energía juguetona.

Al pasar el tiempo, Hades no solo se convirtió en nuestro fiel compañero, sino también en un elemento clave en las misiones que tenía. Su entrenamiento militar demostró ser crucial, y su aguda inteligencia me ayudaba mucho en situaciones complicadas.

Mi relación con Damián también había evolucionado. Pasábamos más tiempo juntos, no solo en el trabajo, sino también disfrutando de momentos tranquilos en casa. La presencia de Hades había agregado una nueva capa de felicidad a nuestras vidas.

Han transcurrido tres años y dos meses desde que mis padres quedaron en coma, sin mostrar signos de mejora. Damián, en cambio, ha descubierto su pasión por la pintura y ha demostrado un talento innato. Tras exhibir sus obras en una galería, todas fueron vendidas con éxito. Para gestionar sus ganancias, le he creado una cuenta propia, reservándoselas hasta que cumpla 18 años. Mientras tanto, me encargo de cubrir todas sus necesidades.

Contemplaba las nuevas pinturas de Damián con asombro. El primer cuadro mostraba mi figura, de pie en un campo de entrenamiento con una actitud desafiante. El segundo representaba a un zorro de nueve colas, de marrón a blanco en el reflejo del agua, con una cola esponjosa. En el tercero, Hades se reflejaba en el agua,

transformado de perro a dios del inframundo. El cuarto retrato, el más especial, reunía a toda la familia.

—¿Te gusta el dibujo de nuestra familia? —preguntó Damián.

—Claro, me encanta. ¿Dónde están los demás? —inquirí ansiosa.

—Espera —dijo mientras buscaba en su libreta.

Al ver el siguiente dibujo, quedé sorprendida. Era un retrato de un chico con una gorra que apenas ocultaba su cabello, sosteniendo una flor frente a su rostro, mirando en otra dirección.

—Es como un recuerdo de Ares. ¿Te gusta? —esperó mi reacción.

—Se parecen mucho —intenté sonreír.

—Lo extraño, ¿sabes? Lo extraño tanto, al igual que a nuestros padres. Quiero que despierten ya —comenzó a llorar.

—Ven, pequeño niño —lo abracé—. Prometo hacer todo lo posible por contactarme con Ares y volveremos a ser como antes. Te lo prometo —le di un beso en la mejilla.

Pasamos unos minutos así hasta que alguien nos interrumpió.

—Capitana Miller, el coronel la quiere ver —anunció.

—Infórmele que estaré con él en 5 minutos —respondí y se retiró.

Como notaron, ascendí de rango a principios de año gracias a una misión. Me causa gracia que los novatos me teman por mi rigurosidad y despiadada eficiencia en las misiones, lo que me ha valido los apodos de "La Demonio" y "La Reina Negra". Por mi perro, Hades, mi fiel compañero de misiones. A mis 24 años, me convertí en capitana, la más joven en alcanzar ese rango. Damián, pintando en mi oficina, es testigo de mi  trayectoria, mientras me dirijo a la oficina del coronel tras tocar la puerta y esperar la autorización para entrar.

Escuché el pase del coronel y entré.

—Capitana Miller se presenta. Me informaron que me buscaba, señor —dije, realizando el saludo.

—Descanse, capitán. Sí, la buscaba porque tengo buenas noticias —sonrió feliz—. Me informaron que tus padres han mostrado mejoras. Al parecer, falta poco para que despierten —sonreí junto con él y me lancé a abrazarlo—. Y como soy el mejor tío del mundo, conseguí una misión en la ciudad para ti, así puedes estar cerca cuando despierten —dijo—. ¿Aceptas la misión? —se puso serio.

—Yo, la capitana Miller, acepto la misión —dije, repitiendo el saludo.

—¿Sabes en qué universidad trabaja tu tío, el sargento Klaus? —preguntó. —Sí, por lo que supe, está en la universidad la que esta unidad al colegio al que yo asistía —respondí, algo dudosa e intrigada.

—La escuela está bajo amenaza. Tu misión es infiltrarte como estudiante de universidad y proteger a los civiles. Cuando llegues y te instales, pasa por la estación de policía y pide los avances del caso. Te estarán esperando —dijo—. Llévate a tu hermano; lo voy a inscribir en la escuela y así estarás al pendiente de él —agregó, y yo solo pude asentir.

—¿Cuándo tengo que comenzar? —pregunté.

—En dos semanas debes tener todo listo para ir a Vancouver. Ya te inscribí en la universidad y a tu hermano lo inscribo más tarde en el colegio —informó.

—No decepcionaré, coronel. Cuente conmigo. Permiso para retirarme —hice el saludo antes de marcharme.

—Permiso concedido, capitana. Estoy orgulloso de ti, Thalía —dijo, y yo le sonreí antes de salir.

Saqué mi teléfono para llamar a Liana.

En la llamada:

—Thalía, hola. ¿Pasa algo? —preguntó en cuanto contestó.

—Hola, sí, Liana. ¿Recuerdas la casa que me gustó? —pregunté.

—Claro, dijiste que algún día la comprarías —recordó.

—Ese día llegó. Quiero esa casa antes de dos semanas; me regreso a Vancouver y me quedaré allí. También quiero que en la azotea hagas un estudio de arte para Damián. Ahora te mando el diseño y la decoración. Además, quiero que el techo de su estudio sea transparente para que pueda ver el cielo nocturno. Por favor, compra la comida de Hades —dije.

—Lo tengo. ¿Algo más, jefa? —preguntó.

—Sí, también quiero pintura y algunas revistas de decoración. Damián y yo decidiremos la decoración interior de la casa. Solo quiero que amuebles una habitación de invitados para pasar la noche. Necesito que estés a primera hora en la casa con todo lo que te pedí. Recuerda, lo más importante es el estudio y la habitación —finalicé.

—¿Algo más? —preguntó.

—Sí, tendrás un aumento por todo lo que me has ayudado. Se lo merece; me aguanta todo, incluso a Damián con sus berrinches, y, además, los dos nos irritamos mucho.

—Sabes que eres mi amiga; con gusto te ayudo. De todas maneras, gracias, Thalía. Estaré esperando. Cuídate —dijo.

—Igualmente, cuídate mucho —dije y colgué.

Luego recordé algo y se lo envié por mensaje.

**Olvidé decirte\, por favor\, que todos mis autos y motos estén en casa cuando llegué. Solo quiero que me esperes con el Jeep Wrangler en el aeropuerto cuando llegue. **

Su respuesta no tardó en llegar.

**Claro\, jefa. Ya estoy en eso. **

Al terminar de leer, fui hacia mi oficina y encontré a todos los chicos viendo una película. Le había comprado un proyector a Damián para que no se aburriera y pudiera ver películas en la oficina cuando viniera entre en silencio y cogí el control y pause la película.

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