Capítulo 3

**Omaira - Perspectiva**

Últimamente, me he distanciado de mi mejor amiga y prima, Lía. Las palabras venenosas de Ana resonaban en mi mente, afirmaba que Lía y mi exnovio se burlaban de mí a mis espaldas. La cruel realidad me  golpeó con fiereza cuando descubrí que Ana, la misma que decía ser mi amiga, era la traidora. Mis sospechas se confirmaron al descubrir que Ana, con quien compartía confidencias y risas, estaba involucrada con mi exnovio en una traición que solo entendían ellos dos. Me sentí como un peón en su retorcido juego de engaños y falsas amistades.

La verdad se reveló ante mis ojos, y la estupidez de haber dudado de Lía, mi amiga leal, se hizo evidente. La vergüenza me embargó, al comprender que Ana había sembrado la semilla de la desconfianza en mi mente. ¿Cómo pude caer tan bajo y poner en duda la amistad de la única persona que permaneció a mi lado cuando ambos estábamos rotos, incluso cuando ella estaba más que yo?

Decidí levantarme temprano, deseando reparar el vínculo con Lía. Quería pedirle disculpas por haber permitido que las mentiras de Ana nos separaran y contarle toda la verdad. Al bajar, encontré a mi madre preparando el desayuno.

-"Hola, mami" —me acerqué a su lado.

-"Hola, cariño" —me dio un beso en la mejilla—. "Por cierto, Thalía estuvo aquí ayer. Vino a despedirse y dejó una nota" —me entregó un papel—. "Estaba extraña y seria mientras escribía"—comentó.

Abrí la nota de inmediato, y una oleada de emociones abrumadoras me invadió al leer las palabras plasmadas en el papel. Las lágrimas amenazaban con escaparse, y mi corazón latía con fuerza ante el contenido revelador.

...**Despedida Tejida en Palabras**...

Saludos, pitufa 2. En estas líneas, anhelo que la vida te regale la dicha que mereces y no permitas que los pesares del pasado empañen tu presente. Abraza la felicidad con fuerza y recuerda siempre tu valía. Quisiera compartir contigo unas palabras: tu ex, en su ceguera, no supo apreciar la joya inigualable que eres, Omaira. En esta despedida, quiero transmitirte mi cariño y desearte un camino repleto de logros y éxitos que adornen tu existencia. Anhelo fervientemente que, cuando nuestras sendas se crucen nuevamente, puedas contarme sobre tus victorias y alegrías.

Aunque el motivo de tu distanciamiento permanece en la penumbra, te envío mis mejores deseos, segunda pitufa. Y, por favor, cuida de Damián como si fuera tu propio hermano.

Al finalizar la carta, las lágrimas ya fluían por mis mejillas. Me invadió un sentimiento de pérdida y pesar.

-"¿Qué sucede, tesoro?" —la voz preocupada de mamá resonó.

- "Se fue" —sollocé—. "Soy una estúpida, dudé de ella sin razón y ahora se fue" —la abracé—. "La perdí, mamá, la perdí".

- "¿De qué hablas, cariño?" —le entregué la carta, la cual leyó detenidamente—."Oh, tesoro" —me abrazó—. "Dijo que volverá. Recuerda que las promesas de Thalía siempre se cumplen".

-"Ella volverá, y yo la esperaré siempre, aunque sea vieja y use dentadura postiza" —respondí.

-"Bien, ¿por qué no desayunas y te vas al instituto? Se te hará tarde"—puso el desayuno frente a mí.

El día que ingresé a la academia militar se desató un vendaval de emociones. Aunque la incertidumbre danzaba en mis pensamientos, mi determinación se mantenía firme, lista para enfrentar los desafíos que se avecinaban. Al cruzar las puertas del campus, fue mi tío Adrián quien me dio la bienvenida con un abrazo afectuoso.

—Bienvenida, Thalía. Estoy seguro de que te destacarás aquí —dijo mi tío con orgullo.

Durante las primeras semanas, me sumergí en un entrenamiento físico y mental riguroso que desafiaba los límites de mi resistencia. A pesar de mi firme determinación, los desafíos se alzaban como montañas imponentes. En esos momentos, mi hermano menor, Damián, enviaba mensajes de aliento dibujados con colores vivos y llenos de inocencia.

—¡Thalía, eres la mejor! —decía Damián en uno de sus dibujos, mostrándome con sus trazos infantiles una sonrisa llena de apoyo.

A medida que el tiempo avanzaba, forjé lazos de amistad con mis compañeros de clase. Mateo, en particular, emergió como un aliado cercano.

—Thalía, ¿Cómo estás llevando el entrenamiento? —preguntó Mateo con genuino interés.

—Es un desafío, pero estoy decidida a superarlo. Además, cuento con el apoyo de mi pequeño hermano y mi tío Adrián, quienes me dan fuerzas —respondí con gratitud.

Mi decisión de unirme a la academia militar respondía a desafíos previos que salpicaron mi vida, como el acoso en la escuela por no adherirme a los estándares convencionales de belleza.

—Recuerda, Thalía, tu valía no depende de las opiniones ajenas. Eres única y valiosa —me recordaba mi tío Adrián con sabias palabras.

En la academia militar, encontré un refugio donde mis habilidades y determinación eran reconocidas. A pesar de los obstáculos físicos y emocionales, me esforzaba por demostrar mi valía, desafiando las expectativas y prejuicios que habían marcado mi vida previa.

Mientras me sumergía en el riguroso entrenamiento, una nueva sensación de empoderamiento y determinación florecía en mí. Aunque la distancia física nos separaba, el apoyo continuo de mi tío Adrián actuaba como un faro, guiándome en mi travesía.

Con el tiempo, la academia militar dejó de ser solo un desafío y se convirtió en una oportunidad para descubrir mi auténtica fortaleza y determinación.

—Cadete Thalía, ¿Cómo te sientes respecto a tu progreso hasta ahora? —preguntó el instructor durante una evaluación.

—Estoy lista para enfrentar lo que venga, señor. Cada día me acerca más a la líder que aspiro a ser —respondí con firmeza, consciente de mi crecimiento.

"Con cada desafío superado, descubrí la fuerza que siempre estuvo dentro de mí, lista para enfrentar cualquier adversidad que la vida me presente."

Después de cuatro intensos años en la academia militar, llegó el día de mi graduación. La ceremonia fue un momento de gran emoción y orgullo, compartido con mi familia, incluido mi hermano Damián, mi tío Adrián y mi leal amigo Mateo. Todos celebraron este logro significativo que marcó el final de mi formación en la academia.

—¡Felicidades, hermana! ¡Eres oficialmente graduada de la academia militar! —exclamó Damián, emocionado, mientras me abrazaba.

Mi tío Adrián, con ojos llenos de orgullo, expresó: "Eres la inspiración de Damián y de toda nuestra familia. Estamos muy orgullosos de ti".

Mateo, con una sonrisa en el rostro, agregó: "Thalía, has demostrado ser una líder excepcional. Estoy seguro de que destacarás aún más en el ejército".

Tras la graduación, me uní al ejército canadiense, y durante los siguientes tres años, enfrenté diversas experiencias que pusieron a prueba mis habilidades y determinación. Mateo, quien también decidió seguir la carrera militar, se convirtió en mi compañero de batalla en esta nueva etapa.

Al cumplir con los requisitos, ascendí al rango de teniente. Mi ascenso fue el resultado directo de mi dedicación y desempeño excepcional durante esos tres años de servicio en el ejército canadiense. Mateo, siempre a mi lado, compartió los desafíos y triunfos de esta travesía militar.

Mi primera asignación como teniente fue liderar un equipo en una operación de entrenamiento en terreno. Durante la misión, enfrentamos desafíos tácticos y logísticos que exigieron la aplicación de todo lo aprendido en la academia.

—teniente Thalía, ¿Cómo debemos abordar esta situación? —preguntó uno de mis compañeros.

—Establezcamos un perímetro, coordinemos nuestros movimientos y mantengamos la comunicación constante. Juntos superaremos cualquier obstáculo —respondí, transmitiendo confianza a mi equipo, con Mateo asintiendo a mi lado.

Después de completar con éxito la misión, recibimos elogios por nuestra ejecución y coordinación. Mi desempeño como teniente no solo estaba siendo reconocido por mis superiores, sino que también gané el respeto y la confianza de mis compañeros de equipo, incluido Mateo, con quien compartía una conexión única.

En los momentos de descanso, recordaba las palabras de aliento de Damián, el apoyo constante de mi familia y la camaradería inquebrantable con Mateo. Aunque la vida militar presentaba desafíos, cada obstáculo superado reforzaba mi determinación.

Con el tiempo, me di cuenta de que mi viaje en la academia militar y en el ejército canadiense no solo me transformó en una líder fuerte y capaz, sino que también fortaleció los lazos con mi familia y amigos.

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Comments

María

María

quien te manda desconfiar de la que ha estado más tiempo contigo

2024-01-03

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