CAPÍTULO XIX IMPREGNADO

El bullicio en los pasillos de la academia ya era algo normal, pero para Cassiel era estresante. Justo en ese momento la aparición de aquel Mantícora apareció estrepitosamente

—Espero y hayan usado condón, angelito— rodeo por los hombros a Cassiel quien no había entendido a que se refería dicho mantícora.

Éste al ver la cara de confusión del ángel continuó —Si, ya sabes. El preservativo que previene las bendiciones—

—Sea lo que sea, no es algo que me concierne, Aamon— dijo con deje de frialdad hacia el ser.

Ante esto, Aamon rio —¿Estás seguro? Porque aún no quiero ser tío tan joven— dijo mientras paseaba su dedo índice por la mandíbula de Cassiel.

Lo último dicho fue lo que hizo clic en la cabeza del ángel, quien grabó lo que había pasado con la mantícora.

Abochornado por ser descubierto quiso preguntar cómo es que se había enterado. Era algo que había mantenido en secreto y Astartea había estado de acuerdo en mantenerlo así.

—¿Cómo es que tu…— pero fue interrumpido por su acompañante. El ángel apretó los dientes ante la manera tan descortés que tenía Amón.

—Tú olor— «¿mi olor?» se había preguntado —quedó impregnado en mi hermana. Es por eso que ella desapareció durante la semana. Si los tutores se enteran, no sé que es lo que harían. Mejor dicho, lo que les hará— y un deje de preocupación se instaló en Cassiel.

Era seguro que recibirían un castigo, y no era que estuviera mal. El libertinaje de las relaciones amorosas y todo lo relacionado consigo, era normal. Lo que no permitían era la mezcla de Raleas, al menos no de nuevo.

Sin despedirse se fue a paso veloz por el largo pasillo para llegar a su habitación.

—Adiós, cuñado— el grito de burla por parte de Amón resonó como eco por el lugar.

Decidido a buscar una solución, Cassiel se dirigió hacia la biblioteca de la academia, donde esperaba encontrar información que pudiera ayudarlo a entender mejor la situación y encontrar una forma de corregir su error. Mientras caminaba por los pasillos iluminados por tenues lámparas, su mente se agitaba con pensamientos y preocupaciones.

Al llegar a la biblioteca, se sumergió en la búsqueda de libros relevantes, hojeados con impaciencia en busca de pistas que pudieran guiarlo en su búsqueda de una solución. Pasó horas entre estanterías, absorto en su tarea, sin distraerse por el murmullo de otros estudiantes que estudiaban cerca.

Finalmente, encontró un libro que parecía prometedor: "Protocolos y normas en la academia sobrenatural". Con manos temblorosas, abrió el libro y comenzó a leer ávidamente, buscando cualquier información que pudiera ser útil en su situación.

A medida que avanzaba en la lectura, comenzó a comprender mejor las reglas y regulaciones que regían la convivencia entre las diferentes razas sobrenaturales en la academia.

Entre las páginas del libro, encontró una sección que trataba específicamente sobre los procedimientos en caso de violación de las reglas, incluidos los pasos a seguir para reportar incidentes y las posibles sanciones que podrían imponerse. La gravedad de la situación se hizo aún más evidente para él mientras absorbía la información.

Con el corazón pesado, cerró el libro y se recostó en su silla, perdido en pensamientos sobre el futuro incierto que les esperaba. Sabía que enfrentarían consecuencias difíciles, pero también sabía que debía hacer todo lo posible para proteger a Astartea.

En ese momento, justo cuando Cassiel se preparaba para dejar la biblioteca, la figura de Sabriel apareció frente a él, sorprendiéndolo. Levantó la mirada, encontrándose con los ojos penetrantes del otro ángel, y se sintió momentáneamente abrumado por su presencia imponente.

—Sabriel—, dijo Cassiel, tratando de ocultar su sorpresa. —Estaba buscando información sobre lo que vimos está mañana en clase.

Sabriel lo observó con atención, evaluando su respuesta. —¿Estás seguro de que eso es todo?—, preguntó con un tono que dejaba entrever su escepticismo.

Cassiel se sintió momentáneamente incómodo bajo la mirada penetrante de Sabriel, pero mantuvo la compostura. —Sí, estoy seguro— respondió, tratando de sonar convincente.

Sabriel lo observó por un momento más antes de asentir con la cabeza. —Muy bien—, dijo finalmente para luego dirigirse a la sección de runas.

Después de asegurarse de que Sabriel se había alejado lo suficiente, Cassiel respiró aliviado y guardó rápidamente los pergaminos que había estado estudiando en su bolso. Sabía que no podía permitirse que nadie descubriera lo que realmente estaba investigando en la biblioteca.

Con cuidado de no llamar la atención, Cassiel se levantó de su asiento y se dirigió hacia la salida de la biblioteca. A pesar de su alivio por evitar ser descubierto por Sabriel, una sensación de inquietud persistía en su mente.

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