CAPÍTULO VII PROHIBIDO

Al día siguiente, Cassiel decidió abordar la situación y hablar con Astartea sobre lo ocurrido en la escena del cortejo de Ethan. Se acercó a ella con una mirada seria y decidida.

—Astartea, necesito hablar contigo sobre lo que pasó ayer. No pude evitar escuchar la insistencia de Ethan, y me preocupé por ti— expresó Cassiel, sus ojos ángel reflejando su preocupación.

Astartea con su mirada indiferente se tomó unos segundos en responder —Cassiel, no tienes por qué preocuparte. No me afecta su insistencia, y no me interesa en absoluto lo que él tenga que decir o hacer—

Cassiel, sintiendo una mezcla de alivio y decepción, continuó —Solo quiero asegurarme de que estés bien. Ethan puede ser persistente, pero no deberías sentirte presionada por sus acciones—

Astartea asintió levemente, reconociendo la buena intención de Cassiel, aunque su expresión seguía siendo imperturbable.

Cassiel, buscando hacer las paces y expresar sus disculpas, extendió hacia Astartea un tulipán blanco, símbolo de paz y pureza en la cultura angélica o eso era lo que había aprendido en una de sus clases.

—Lamento si ayer te sentiste incómoda. Esto es para ti, como una pequeña compensación por el mal rato— dijo Cassiel con un tono sereno, ofreciéndole el delicado tulipán.

Astartea, tomando el tulipán con un gesto de sorpresa, miró a Cassiel por un momento antes de asentir. —Gracias, Cassiel. Aprecio el gesto— respondió de manera más suave, mostrando una pequeña grieta en su habitual indiferencia.

Mientras Cassiel entregaba el tulipán a Astartea, Sabriel apareció con paso apresurado hacía Cassiel, pero se detuvo abruptamente mientras su expresión se tornaba más seria al ver el gesto de Cassiel hacia Astartea, una figura que Sabriel no apreciaba.

Sabriel, con su usual actitud reservada, observó la escena sin decir una palabra. Astartea, consciente de la presencia del ángel, mantuvo su distancia.

—Tengo que irme, nuevamente gracias por el detalle— dijo Astartea mientras miraba de reojo a Sabriel.

Ante la mirada vigilante de Sabriel, Cassiel propuso acompañar a Astartea a su clase con los ángeles. Astartea, aunque apreciaba el gesto, lo rechazó con amabilidad, argumentando que prefería dirigirse sola. Cassiel aceptó la decisión de Astartea y la observó mientras se alejaba hacia sus clases.

Sabriel permaneció en silencio, observando la interacción desde la distancia. Y justo cuando la figura de la Mantícora desapareció de su campo de visión, decidió acercarse.

—Cassiel, debes tener cuidado. Astartea es una sangre pura, y las relaciones entre diferentes Raleas pueden traer problemas —advirtió Sabriel, con un tono de preocupación en su voz.

Cassiel, desconcertado por el comentario, respondió: —No entiendo por qué eso debería ser un problema. No deberíamos permitir que las diferencias entre nosotros dicten nuestras relaciones—

Sabriel suspiró, consciente de los desafíos que enfrentarían si la relación entre Cassiel y Astartea avanzaba. —Las reglas son claras. No te ilusiones demasiado, Cassiel. Puede ser peligroso para nosotros—

Sabriel notó que la mirada de su amigo todavía se mantenía fija en el lugar donde Astartea había desaparecido.

—La mezcla de raleas está estrictamente prohibida, Cassiel. Las consecuencias pueden ser graves para ambos. Astartea, aunque tenga parte Ángel, solo puede tener relaciones sentimentales con un Manticora. Es una regla que debes tener en cuenta— dijo fastidiado.

—Es peligroso, y aunque tus intenciones sean buenas, podría traer consecuencias no solo para ustedes dos, sino para toda la academia —advirtió Sabriel, buscando prevenir cualquier posible desastre.

Con un suspiro, le aconsejó: —Te recomendaría considerar las relaciones dentro de tu propia ralea. Hay muchas ángeles en la academia que podrían compartir tus mismos ideales y valores. Evitarías así complicaciones innecesarias— dijo mientras observaba un grupo de ángeles.

Cassiel, confundido, expresó a Sabriel su desconcierto: —No entiendo por qué la mezcla de raleas está prohibida. ¿Por qué no podemos amarnos más allá de nuestras diferencias?—

Sabriel, con gesto serio, respondió: —La historia entre las razas ha estado marcada por conflictos y desconfianza. La prohibición de mezclar raleas es una medida para evitar más problemas y asegurar la estabilidad. En el pasado, estas uniones han llevado a enfrentamientos y caos. Por eso, la academia busca evitarlo a toda costa. Es una regla que debemos respetar para mantener la paz—

Cassiel, sin aceptar las razones de Sabriel, insistió: —Astartea es producto de la mezcla de raleas, y es una de las criaturas más poderosas que existe. ¿Por qué deberíamos limitar el amor por antiguos conflictos?—

Sabriel, mirando fijamente a Cassiel, concluyó: —Las decisiones de la academia y las restricciones existen para proteger a todos. No todos comparten la misma visión que tú. Piénsalo bien antes de involucrarte en algo que podría traer consecuencias no solo para ti, sino para todos nosotros—

Cassiel, en silencio después de la conversación con Sabriel, vio cómo se alejaba. Aunque no pudiera tener una relación romántica con Astartea, sabía que las amistades entre raleas no estaban prohibidas.

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