Melina se desconcentra, deja de curar a Celeste, y observa cómo el rostro de Sophie se deforma para lucir aterrada, entonces gira y grita -Quimey!, por favor no le hagas más daño!... Es mi hermana-, y se levanta.
La bruja se arrastra hacia atrás, muerta de miedo, mientras observa como Quimey se acerca a ella.
La muchacha levanta aún más rocas del suelo, las hace gravitar a su alrededor, sus ojos se muestran rojo intenso, casi como si sangraran, mientras la furia de su cuerpo resquebraja la tierra a su paso.
Melina, agitada, corre hacia ellas, siente miedo, no tiene intención de ver a su hermana morir, apresura y se para entre la bruja y Quimey, abre sus brazos y grita -¡no voy a dejar que la lastimes!... No puedo-.
Quimey se detiene, abre sus ojos, se confunde, intenta comprender, pero la furia la domina, entonces contesta -destruyó mi casa, atacó a mis compañeros, intentó matarnos a todos… no puedo dejar que se vaya… no lo voy a hacer-.
Melina cierra los ojos, suspira, tiembla, recuerda la imagen del cura Huergo, aquel que la cuido, lo recuerda feliz, cantando canciones, y de repente, en el estado en que lo vio por última vez, ensangrentado tirado en el suelo, con Maritza a un costado limpiando sus manos, entonces se dice a sí misma -mi destino me llevó por un camino de dolor, me hizo afrontar momentos horribles, desde el día en el que mi mamá me abandonó, a partir de allí, solo eso conocí... el dolor… no fue hasta estos días, dónde regaba las flores de la casa de Quimey, o escuchaba los chistes de Roky, que sentí cierta cantidad de felicidad recorriendo mi cuerpo, la emoción de saber que ese lugar me pertenecía, que, aunque me brindaron un hogar, nunca lo sentí con mis hermanas del caos… aun así, ellas, Sophie y las demás, cuidaron de mí, me alimentaron, me enseñaron mi lugar en la historia…-, deja caer algunas lágrimas, y murmura -no soy poderosa, no podría hacer nada contra Quimey, pero tengo que intentarlo, sé que debo intentarlo-, entonces abre los ojos y se encuentra con una ineludible cachetada de Quimey.
La Sangre Dracónica toma a Melina del hombro y comienza a asestar fuertes golpes con la palma de su mano, uno tras otro mientras dice -despertá Melina, no defiendas a esta bruja, si es por ella nos mataría a todos-, entonces, la arroja a un costado.
Melina cae sobre sus rodillas, el contacto con el pavimento de la avenida duele mucho, pero apoya sus manos para amortiguar la caída. Las lágrimas caen al cemento y explotan, aún siente miedo, mientras su mejilla derecha luce un colorido intenso, sus dientes se chocan emitiendo un sonido tétrico, su cerebro solo piensa en su hermana, y murmura -no soy tan débil… no soy lo que piensan-.
Quimey sigue su camino en dirección a la bruja, quien se pone de pie e intenta alejarse a rastras, -no tenés dónde ir maldita bruja-, le grita ella.
Celeste se levanta, muy dolorida y sin tantas energías, pero su brazo ya está curado, entonces observa el entorno que la rodea, como la casa de Quimey en ruinas, a Roky luchando por su vida con los nanorobot dentro de su cuerpo, y Lily a su lado, sin la mitad de una pierna.
-nos atacó una bruja-, le dice Verónica a su lado.
Celeste la mira, y pregunta -¿y dónde está ahora?-.
La tía alza su mano, señala a la mitad de la calle y contesta -está luchando contra Quimey-.
Celeste mira en esa dirección, y comienza a caminar hacia allí.
Sophie se deja caer, cómo rendida, se da la vuelta, encara a Quimey y dice -no puedo más… ya no tengo energías para escapar-, entonces lleva su mano al cuello, arranca la parte del talismán que lucia, y se lo ofrece, -toma… es tuyo-, le dice.
Quimey lo toma, lo guarda en su bolsillo, y le dice -esto no te va a salvar de tu destino-.
La bruja sonríe y acota -estoy cansada de mi destino…-, y reposa en la vereda.
Quimey levanta la mano, alza un gran trozo de roca por el aire, lo perfila en dirección a ella y se prepara para dar el último golpe, pero de repente, es embestida por Melina, está, comienza a darle puñetazos en el suelo. -¡no soy débil!-, exclama la curadora.
Quimey la empuja a un costado, contesta -no lo sos, nunca lo fuiste-, luego se levanta, la enfrenta, y concluye -pero hay cosas que no podés evitar-, entonces mueve pequeñas rocas y las posa, sin lastimarla, en los pies de esta, impidiendo así, que se levante.
Melina intenta quitarse las piedras, pero no logra moverlas, se encuentran bajo la energía de Quimey, entonces mira a un costado y encuentra a Sophie, resignada, tirada en el suelo, esperando su fin.
Quimey se acerca a la bruja, junto a ella se alza una enorme deformidad de concreto y tierra, la posa a centímetros de su cuerpo, y dice -¿Te arrepentís de algo bruja?-.
Los ojos de Sophie se cristalizan, gira la cabeza en dirección a Melina y le dice -perdón, hermana, perdón por haberte utilizado todo este tiempo…-.
Melina llora, estira su mano, intenta alcanzarla, pero se encuentra muy lejos.
Quimey deja caer la maciza carga sobre la bruja. Esta escupe sangre, la roca cubre la mitad de su cuerpo, agoniza, pero no deja de mirar a Melina, entonces le dice, -solo vinimos a buscarte… vinimos a buscarte a ti-.
-¿vinimos?-, pregunta Quimey con el rostro en duda.
-si… vinimos-, contesta Maritza, la otra hermana, a su lado… la bruja le sonríe mientras la observa fijamente a los ojos.
Quimey tiembla, no puede entender como no se dio cuenta de su presencia.
-esto no es nada personal-, dice Maritza, se acerca al oído de la chica y susurra, -necesito tu poder, y para extraerlo tengo que matarte-, se aleja y deja ver su mano atravesando el cuerpo de Quimey.
Esta última abre sus ojos, pierde el aliento, observa el brazo de la bruja incrustado entre sus órganos, el dolor comienza a ser insoportable, la sangre corre como un río embravecido, entonces, cae desmayada.
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