7. El edificio: El poder en la sangre

Quimey arrastra, como puede, a Rocky, lo sube por las escaleras y descansa en el piso siguiente. Se sienta un instante a recuperar aire, mientras se asombra de los ruidos que provienen de abajo, dónde dejó a Lily. 

 -cuanto daño habrá recibo para estar tan inconsciente-, piensa ella mientras observa a su compañero. Luego levanta la cabeza, guiada por puro reflejo, y observa a otro de los monstruos que mataron a Drak en el extremo del pasillo.

El maldito ser la mira detenidamente.

Ella abre sus ojos enormemente, comienza a respirar acelerada, atina a zamarrear a Roky, pero no consigue despertarlo. 

El monstruo camina hacia ella, este, porta una espada que arrastra por el suelo. 

Quimey aprieta la piel del Guardián, se siente muy nerviosa, no encuentra aire para sus pulmones. -¿qué hago?-, se pregunta en su cabeza… –¿Qué hago?-. Sus pupilas revolotean en las cuencas, respira agitada, observa a Roky, lo ve en gravedad, golpea el suelo, maldice su destino, mientras la criatura se acerca, entonces se levanta, se recoge el pelo sobre la oreja, y pasa por encima de su compañero. -voy a enfrentarte maldita bestia-, exclama entre dientes, -voy a enfrentarte y voy a matarte-. 

Ella corre, la bestia corre.

Este último, réplica una danza con su espada, lo hace suave, con delicadeza, esperando rebanar el cuello de la muchacha, pero Quimey se desliza por debajo del filo asesino, siente como el viento cortante acaricia su piel. La espada choca contra la pared, se incrusta en ella, mientras que Quimey se levanta del suelo y encara al siniestro, lo tiene a centímetros. Le encesta un puñetazo en el abdomen, pero la criatura, concebida con magia oscura, es muy resistente, casi impenetrable. La bestia gira su arma, perfilando en dirección a Quimey, luego la trae hacia él, intentando partir al medio su cuerpo, pero ella, con un reflejo sobrehumano, se agacha, y da un salto hacia atrás, aun así recibe una fuerte patada en su estómago que la estampa contra la pared. La bestia suelta la espada, la cual deja caer, destrozando el piso, luego prepara sus puños, estira el brazo y gesta una seña animando a Quimey a enfrentarlo. 

-me va a matar… me va a matar …-, repite ella mientras presiona su estómago. Apoya una rodilla en el suelo, sus ojos se pierden en algún punto de este, siente mucho dolor, siente mucho miedo. -mi padre era un hombre fuerte, siempre le encontraba algún sentido a los hechos, siempre encontraba una manera de hacerme feliz, aun atravesando mi adolescencia… cuando comenzaba peleas absurdas, estados casi neuróticos de comportamiento… él siempre sabía qué decir para calmarme, para hacerme sentir mejor…-, exclama mientras se levanta, -él nunca bajó los brazos… nunca lo hizo…-, se pone de pie, observa a la bestia, empuña sus manos y concluye -no voy a bajar los brazos-. 

La bestia sonríe, muestra sus podridos dientes, y avanza.

-soy la última de los sangre Dracónica, tengo poder dentro de mí, sé que lo tengo… siempre lo supe-, piensa ella mientras corre hacia la criatura.

La bestia lanza un fuerte golpe, Quimey lo esquiva y danza alrededor de este. Ninguno de los ataques que ejecuta la criatura la alcanzan, se encuentra en un estado de concentración inalcanzable, digno de un dios. La bestia entra en frenesí, casi en desesperación, al ver que no puede alcanzarla. Quimey frena de frente a él, observa sus manos, siente la sangre fluir, contempla el calor de esta, la impresiona el poder, entonces comienza a cerrar los dedos, los une y encajan perfecto, admira su puño, la magia que emana, lo alza por los aires, se maravilla, luego observa y encara a su enemigo, toma algo de distancia, y como un rayo, encesta un impresionante golpe en el pecho.

 La criatura retrocede algunos pasos producto del impacto, escupe sangre, se siente herido, observa el daño exterior, parece una quemadura, los nudillos de Quimey quedaron marcados, luego alza la cabeza, pero sus pupilas se tiñen de blanco, su cuerpo tiembla. 

 Quimey retrocede, no entiende qué sucede...

 

 

 Una pequeña casa, a las afueras de la ciudad. Un pequeño patio donde juega un niño, una hermosa mujer que prepara el almuerzo, mientras escucha su música favorita y, más allá, en una de las habitaciones, sobre un escritorio de color marrón, Marcos, revisa las finanzas de la familia, pues planeaban las vacaciones de verano. 

-quizá podamos darnos el lujo de la playa este año-, exclama con una sonrisa, -solo tenemos que ajustar un poco más los gastos… pero supongo que podemos hacerlo-, se sonríe.

De repente un grito de su esposa lo espanta, de un grado espeluznante, casi terrorífico, el sonido se le mete por los tímpanos y lo pone a temblar. Se levanta precipitado y corre a ver qué sucedía….

Acelera por el pasillo en dirección al jardín. Clara, su esposa, se agacha en el pasto y levanta a su hijo, se da la vuelta y le grita -¡lo atacó!-.

Él se frena, observa la escena, su esposa aterrada, ahogada en llanto. Su hijo, ya sin vida, con el pecho perforado, en sus brazos. Junto a ellos, aparece Landrie, alza su mano, la posa en la sien de Clara, y, de cara a Marcos, materializa una pequeña daga que hace atravesar de extremo a extremo la cabeza de la mujer. 

El hombre se arrodilla, llora desconsolado, no puede entender lo sucedido, mientras la bruja ingresa a la casa y camina hacia su posición. 

Landrie se para frente a Marcos, alza su mano, ejecuta el mismo gesto, lo apunta con la palma.

-hazlo… no quiero vivir, no quiero hacerlo…-, exclama él.

Ella le sonríe y contesta -oh, claro que vas a vivir… vas a vivir para servirme-, se ríe alocadamente...

 

 Quimey observa como la bestia no reacciona, se encuentra en un estado de inconsciencia. En un momento, este, mueve su brazo y mete la mano en el bolsillo del pantalón rasgado que lucía. La saca y con ella un trozo de papel, era una foto, la lleva frente a su rostro, la observa, sus ojos dejan ese color blanco demoniaco, para volver a la normalidad, eran de color verdoso, unos hermosos ojos. Luego deja caer la foto, lleva sus manos a la cabeza, comienza a gritar, se arrodilla, siente mucho dolor.

 Quimey se acerca y toma la foto, la observa y aprecia a Marcos junto a Clara y su hijo posando en la playa, se los ve felices bajo el sol del verano.

La bestia deja de gritar, se levanta, encara a Quimey, sus ojos ya no reflejan la humanidad de su ser, volvieron a teñirse de rojo. Este le sonríe, prepara los puños, y corre hacia ella.

Quimey tira la foto al suelo y lo enfrenta.

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