En el Palacio Real, Arturo se sumía en una creciente inquietud. La ausencia de Petter, su leal caballero y confidente, comenzaba a pesar en la mente del rey. Se paseaba por los pasillos, la sombra de la incertidumbre nublando sus pensamientos.
La paranoia se apoderaba de él, dudando incluso de sus propios esbirros. Los rumores y susurros en las sombras no ofrecían respuestas claras. Los espías que solían proporcionar información valiosa ahora parecían tan perdidos como el propio monarca.
En su desesperación, Arturo convocó a una reunión con sus consejeros más cercanos. La sala del trono estaba llena de miradas nerviosas y silencios cargados de tensión. El rey, sentado en su trono, exigió respuestas.
—¿Dónde está Petter? —tronó Arturo, su voz resonando en la majestuosa sala.
Sus consejeros intercambiaron miradas incómodas, temiendo la ira del rey. Nadie se atrevía a hablar, y la sombra del misterio sobre la desaparición de Petter oscurecía la confianza que Arturo solía depositar en su corte.
Al no encontrar repuesta el rostro apuesto de Arturo hizo una mueca e inmediatamente después hizo una señal a Ghots. Este como un mostrando tomó a uno de los consejeros del rey le aplastó la cabeza.
La brutal ejecución a manos de Ghots enviaba un claro mensaje de terror a la corte. Los consejeros, ahora más amedrentados, se apresuraron a ofrecer cualquier información que pudieran tener sobre la desaparición de Petter.
—Mi señor, lo último que supimos de Sir Petter fue que... —comenzó a decir uno de los consejeros antes de ser interrumpido por el rey.
—¡Silencio! —gritó Arturo, agitado. —Quiero la verdad. ¿Dónde está Petter?
Los consejeros titubearon, pero finalmente uno de ellos, visiblemente temblando, admitió: —Se rumora que fue visto conspirando en las afueras del reino, mi señor. Pero no tenemos detalles exactos.
La ira del rey se calmó momentáneamente, pero sus ojos seguían desprendiendo una intensidad peligrosa. —Envía a mis mejores hombres, encuentren a Petter y tráiganlo ante mí, sea cual sea su estado.
Ghots asintió y abandonó la sala para cumplir con la orden del rey. La corte, ahora en silencio, se preguntaba qué destino aguardaba a Sir Petter y temía las repercusiones de esta búsqueda intensificada.
Lo único que encontraron de Petter fue su cadáver descompuesto, con un agujero de flecha en la frente.
La noticia de la macabra y misteriosa muerte de Petter se extendió rápidamente por la corte. El rey, al recibir la información, no mostró emoción alguna. Ghots, como siempre, permanecía imperturbable, observando la reacción del monarca.
—Sir Petter ha encontrado su destino, mi señor —dijo Ghots con su característico tono grave.
Arturo asintió, sin desviar la mirada del informe. —Este asunto se ha vuelto más complicado de lo que pensaba. Prepara una declaración para la corte. Diles que Petter fue un traidor y que su lealtad hacia mí fue solo una fachada.
Ghots asintió nuevamente y se retiró para cumplir con la nueva tarea asignada. Mientras tanto, el rey se sumió en sus pensamientos, intentando comprender los eventos que escapaban a su control. La intriga y la traición tejían una red cada vez más densa en su corte, y Arturo sabía que debía mantenerse un paso adelante para preservar su reinado.
Esa misma noche Arturo, visiblemente afectado se desquitó con las hijas de un panadero. Después de satisfacer sus necesidades las mató, al igual que al panadero.
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