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Después de una estresante y acalorada reunión diplomática, el rey Arturo salió del salón donde las alianzas matrimoniales se negociaban como estrategias de poder. Rechazó a todas las propuestas, considerándolas insatisfactorias. La mayoría eran jóvenes cuyas edades apenas rozaban la adolescencia o mujeres que no cumplían con sus estándares estéticos. Con un suspiro, el rey abandonó la sala, dejando tras de sí las miradas y susurros de los nobles presentes.

De regreso en sus aposentos, Arturo decidió llamar al joven Petter, un caballero de diecinueve años cuya belleza delicada superaba la de muchas mujeres de la corte. Petter, alguna vez escudero del rey, ahora se destacaba como un hábil caballero y un adorno en la corte por su apariencia angelical.

El joven caballero entró en la Oficina Real con una reverencia respetuosa. Su piel pálida y su rostro libre de vello resplandecían bajo la luz de las velas, y sus gestos eran tan delicados como una danza. Arturo, sentado en su trono, lo observó con una mirada evaluadora antes de que Petter hablara.

— Mi señor, lamento profundamente la pérdida de la reina. La noticia de su fallecimiento ha dejado a todos en la corte perplejos y consternados —expresó Petter con un tono respetuoso.

Arturo, con la mirada fija en el horizonte, asintió con pesar. — Su muerte ha desencadenado una serie de eventos inesperados. La corte está sumida en la incertidumbre, y las alianzas parecen más frágiles que nunca.

Petter, con su habilidad para leer las emociones del rey, agregó con cautela: — Mi señor, en estos tiempos tumultuosos, la estabilidad y la lealtad son más valiosas que nunca. Quizás sería sabio considerar cómo asegurar esos pilares en medio de las sombras que acechan.

El rey Arturo, con una mirada profunda, asintió. — Tienes razón, Petter. En estos tiempos, la astucia y la lealtad son armas más afiladas que cualquier espada. Permanece a mi lado, mi joven caballero, y juntos enfrentaremos los desafíos que se presenten.

En la privacidad de sus aposentos, la relación entre Arturo y Petter iba más allá de los límites convencionales. Antes de la muerte de la reina, compartían placeres y juegos perversos que los unían en un vínculo único y secreto. En ese momento, Arturo hizo una señal con el dedo, y Petter, acostumbrado a estas intrigantes transformaciones, obedeció sin titubear.

Petter se deshizo de su armadura con la gracia de un bailarín, revelando una piel delicadamente pálida. Luego, sin perder tiempo, se quitó la ropa hasta quedar completamente desnudo. Arturo, observando con una mirada intensa, le indicó que tomara una peluca y se pusiera un vestido que yacía en una silla cercana.

Con movimientos que denotaban una familiaridad inusual, Petter se transformó en una figura diferente, deslizándose en el vestido con una elegancia que desafiaba las expectativas. La peluca cubrió su cabello, creando una imagen contrastante con la figura del caballero. Ahora, sentado en la silla, Petter adoptó una nueva identidad, un juego de roles que solo ellos entendían.

Arturo, con una sonrisa sutil, contempló la metamorfosis de Petter. La dualidad de su relación secreta se manifestaba en estos momentos íntimos, donde los roles tradicionales se invertían, explorando las fronteras entre la monarquía y la sensualidad prohibida.

— A veces, Petter, el poder reside en la capacidad de desafiar las expectativas —comentó Arturo, su tono revelando una complicidad única.

Petter, con una mirada cómplice y juguetona, asintió. — Y en estos juegos, mi señor, encontramos una realidad distinta que nos pertenece solo a nosotros.

En la penumbra de sus aposentos, Arturo y Petter se sumergieron en juegos de dominación y placer que iban más allá de las convenciones de la corte. Desnudos, exploraron sus formas con una intensidad que revelaba la complicidad entre ambos. La sala estaba impregnada de una atmósfera cargada, donde los susurros del deseo y las miradas ardientes creaban un escenario íntimo y prohibido.

Arturo, con su mirada dominante, guiaba los movimientos de Petter como si fuera una obra de arte viva. Cada gesto, cada caricia, resonaba con una energía que trascendía los roles establecidos. Petter, sumiso pero con un destello desafiante en sus ojos, se entregaba a la experiencia con una entrega que solo la confianza profunda entre ambos podía permitir.

La danza de sus cuerpos desnudos creaba un lienzo de pasión y complicidad, desafiando las restricciones de la monarquía y las expectativas sociales. Susurros de placer escapaban de los labios de ambos, mientras las sombras danzaban al ritmo de su conexión secreta.

En este juego de poder y deseo, Arturo y Petter encontraban una liberación que solo compartían en la privacidad de sus encuentros. Cada caricia, cada suspiro, tejía una narrativa única que solo ellos entendían, una trama íntima que se entretejía con los secretos de la corte.

A medida que la noche avanzaba, la intensidad de sus juegos alcanzaba su punto culminante. Los cuerpos, enredados en una danza prohibida, se convertían en la expresión física de una conexión que trascendía las fronteras del poder y la sensualidad. En la penumbra de sus aposentos, Arturo y Petter compartían no solo el lecho, sino un secreto que los unía en una espiral de deseo y complicidad.

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Comments

Beatriz Coelho

Beatriz Coelho

la narrativa es cansona, repites demasiado las frases, palabras muy rebuscadas

2024-01-13

0

Virna Del Valle

Virna Del Valle

Apreciada escritora, los capítulos que he leído hasta el momento realmente no me han impactado ni me llevan a que me amarren a una lectura continua ya que la narrativa se repite de múltiples formas dando siempre un mismo lenguaje, si tu contexto fuera más explícito directo y sin tanto rodeo te aseguro que esta obra sería un gran y rotundo éxito

2023-12-12

2

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