Con la ejecución del abanderado, Arturo era consciente de que había sembrado las semillas de la discordia en su propia corte. El aire se volvía denso con la amenaza de represalias y venganza por parte de los familiares y seguidores del ejecutado. Sin embargo, el rey Arturo no temía la guerra, sino que la esperaba con una mezcla de determinación y astucia.
Con la mirada fija en el horizonte, Arturo sabía que sus hijos y familiares podrían levantar ejércitos en busca de venganza. Pero el monarca estaba preparado para enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino. Los hilos de la política y la estrategia se entretejían en su mente, anticipando cada posible movimiento de sus adversarios.
En respuesta a las crecientes tensiones, Arturo tomó una medida drástica. Contrató a un guerrero formidable, conocido como Ghots, no solo como escolta, sino como un recordatorio constante para sus cortesanos más cercanos de su posición dominante. Ghots, alto e imponente, siempre llevaba una máscara de hierro que ocultaba sus facciones. Su presencia imponía respeto, y su falta aparente de emociones lo convertía en un enigma viviente.
Las órdenes de Arturo eran claras: Ghots no estaba allí simplemente para proteger al rey de ejércitos externos o asesinos, sino para recordar a aquellos que rodeaban al monarca que estaban por debajo de él en la jerarquía. Las comunicaciones con Ghots eran minimalistas; sus miradas y asentimientos bastaban para transmitir la voluntad del rey.
En la corte, el nombre de Ghots resonaba como un eco de autoridad, mientras la máscara de hierro ocultaba cualquier indicio de emoción en el rostro del guerrero. El rey Arturo, estratégico y calculador, avanzaba con determinación, consciente de que la danza peligrosa de la política y la ambición podría llevar a su reino al borde de la guerra, y él estaba listo para enfrentar cualquier tormenta que se avecinara.
En los confines de la alcoba real, donde las sombras danzaban en complicidad con los secretos, el rey Arturo se encontraba frente a Ghots, el guerrero enmascarado. La máscara de hierro ocultaba el rostro de este último, quien permanecía en silencio, con una presencia que irradiaba fuerza y obediencia.
Arturo, con la mirada penetrante y la expresión imperturbable, comenzó la conversación:
—Ghots, nuestra corte está llena de serpientes que acechan en las sombras. Tu presencia recordará a todos quién gobierna este reino.
Ghots gruñó en respuesta, un sonido gutural que resonó en la habitación, como una afirmación de su entendimiento y compromiso. La máscara de hierro no mostraba emoción alguna, pero sus acciones hablaban por él.
—Tu deber es claro. Haz que sientan tu presencia sin pronunciar una palabra. Que cada gesto tuyo sea un recordatorio de su lugar en esta jerarquía —continuó Arturo, su voz llevando consigo la autoridad de un monarca que no toleraría desafíos.
Ghots asintió con un gesto sutil de su cabeza cubierta por la máscara. Sus ojos, ocultos tras aquellos fríos orificios de hierro, revelaban una lealtad sin fisuras hacia el rey.
—La corte es un tablero de ajedrez, y cada movimiento debe ser calculado. Sé mi pieza más fuerte, Ghots, y asegúrate de que todos recuerden quién es el soberano de este reino.
En la penumbra de la alcoba real, el rey Arturo miró fijamente a Ghots, el guerrero enmascarado, con una determinación fría que reflejaba la crueldad de las decisiones que se avecinaban.
—Ghots, hay amenazas que deben ser eliminadas antes de que se fortalezcan. Trae las cabezas de los hijos del hombre ejecutado. Que sea una advertencia para aquellos que piensen desafiar mi autoridad.
Ghots, sin pronunciar palabra alguna, asintió solemnemente. Su gesto indicaba una comprensión total de la tarea encomendada por el rey. La máscara de hierro, impenetrable y enigmática, no revelaba ninguna emoción, pero Ghots se preparó para llevar a cabo la voluntad de Arturo.
Con pasos seguros y decididos, Ghots abandonó la alcoba real, dejando tras de sí un silencio tenso que acompañaba las órdenes implacables del monarca. Arturo, consciente de que la brutalidad a menudo era necesaria para mantener el control, se sumió en sus pensamientos mientras aguardaba el cumplimiento de su mandato por parte del guerrero enmascarado.
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