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Diana se esforzaba por comprender la extraña conexión que sentía con Edmex. Aunque sus interacciones eran breves y principalmente profesionales, una conexión sutil los unía de alguna manera. Decidió explorar ese misterioso vínculo mientras continuaba con sus proyectos.

Edmex, siempre presente en su vida, parecía comprender los pensamientos de Diana incluso antes de que ella misma lo hiciera. La acompañó en su búsqueda de piezas para el telescopio, ofreciendo su ayuda con una sonrisa enigmática.

Entre conversaciones sobre astrónomos y constelaciones, Diana notó que Edmex la miraba de una manera diferente. Su actitud amigable se tornaba en una especie de complicidad. Se sentía incómoda, pero al mismo tiempo intrigada por la misteriosa energía que parecía emanar de él.

En un momento, mientras examinaban una pieza particular, Edmex la tomó suavemente del brazo. Diana se estremeció ante el contacto, sintiendo una corriente eléctrica recorrer su piel. Ambos se miraron, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse.

Edmex rompió el silencio con una pregunta intrigante: —¿Has sentido alguna vez que la magia fluye a través de tus venas, Diana? — Ella, sorprendida, asintió con cautela.

Edmex, con su actitud juguetona e inmadura, lograba sacar sonrisas de Diana incluso en los momentos más inesperados. A pesar de sus travesuras, ella encontraba cierto encanto en su manera despreocupada de enfrentar la vida.

—¿Quién diría que el destino nos uniría en esta extraña conexión, Diana? —dijo Edmex con una risa traviesa, mientras hacía malabares con unas piezas del telescopio.

Diana, entre risas contenidas, respondió: —Parece que la magia nos tiene reservada alguna sorpresa. Pero cuéntame más sobre ti, Edmex. ¿Qué te llevó a la vida de mercenario y rebelde?

Edmex, con una mirada cómplice, se sentó en una caja cercana y comenzó a relatar su historia. Su físico reflejaba una juventud eterna, con mechones despeinados y una sonrisa pícara que iluminaba su rostro. Sus ojos centelleaban con chispeante alegría, como si llevaran consigo secretos que solo compartía con aquellos a quienes consideraba dignos.

Diana, intrigada por la dualidad entre su comportamiento juguetón y la profundidad que percibía en sus ojos, se dejó envolver por la narrativa de Edmex.

Edmex continuó su relato, describiendo cómo había sido expulsado de la Academia de Caballeros por desafiar las normas establecidas. Sus palabras resonaban con una mezcla de orgullo y rebelión, como si llevara consigo el estandarte de la libertad en cada paso.

—La Academia y sus reglas eran demasiado opresivas para mi espíritu libre. Prefiero vivir mi vida a mi manera, sin cadenas que me limiten. ¿Y tú, Diana? ¿Cuál es tu historia? —preguntó Edmex, con una curiosidad genuina en sus ojos.

Diana, aunque solía guardar sus emociones bajo llave, se sintió impulsada a compartir un fragmento de su pasado.

—Mi vida ha estado marcada por la soledad y la búsqueda constante de algo más grande. Pero ahora, con todo lo que está sucediendo en el reino, siento que mi papel va más allá de lo que imaginaba —confesó Diana, mirando hacia el horizonte.

Edmex, captando la seriedad en sus palabras, cambió su tono juguetón por uno más comprensivo.

—Parece que ambos llevamos nuestras propias batallas. Tal vez, en este caos, encontremos un propósito más allá de lo que hemos conocido. ¿No crees? —comentó Edmex, mirando a Diana con una mezcla de complicidad y deseo de aventura.

Diana, entre la misteriosa magia que fluía en su sangre y las conexiones inesperadas que forjaba, asintió con una sonrisa. Aquel encuentro con Edmex, aunque peculiar, parecía estar tejiendo los hilos de un destino que aún estaba por desvelarse.

Edmex, escuchando las confesiones de Diana, la miró con curiosidad y una chispa de asombro.

—Eres única, Diana. Hablar con seres que otros no ven y soñar con dragones... suena fascinante. Tal vez, en este mundo lleno de secretos y magia, lo que para muchos es extraño, para nosotros puede ser la clave de algo más grande —comentó Edmex, con una expresión de genuina intriga.

Diana, sorprendida por la aceptación de Edmex, sintió que podía abrirse un poco más.

—A veces siento que mi sangre lleva algo más que la simple linaje humano. Como si hubiera heredado un poder ancestral, dormido pero ansioso de despertar —susurró Diana, como compartiendo un secreto con el viento.

Edmex, aún con esa chispa juguetona en sus ojos, le guiñó un ojo.

—Entonces, tal vez deberíamos explorar juntos ese poder que yace en tus venas. ¿Te atreverías a descubrir lo que el destino nos tiene reservado? —propuso Edmex, extendiendo su mano hacia Diana.

Entre risas y una extraña conexión, Diana aceptó la mano de Edmex, sintiendo que aquel encuentro inusual podría desencadenar un viaje más allá de las estrellas y los misterios que esperaban ser revelados.

Edmex, con su actitud juguetona, continuaba haciendo comentarios irreverentes mientras Diana compraba piezas para su telescopio. Sus bromas, aunque inmaduras, conseguían sacarle una sonrisa a Diana, quien, a pesar de su autismo, sentía una extraña conexión con aquel joven rebelde.

— ¡Oye, Diana, deberíamos dejar de mirar las estrellas y hacer algo más emocionante! — exclamó Edmex, con una chispa juguetona en sus ojos.

Diana lo observó con un atisbo de diversión, pero algo en su mirada delataba una profunda contemplación. Entre risas y comentarios extravagantes, Edmex continuó compartiendo anécdotas de sus travesuras y desventuras, como si tratara de llenar el aire con su energía.

— No sé cómo te aguantan, Edmex, pero al menos consigues que las cosas sean más interesantes — dijo Diana, con una expresión enigmática.

Edmex, sin inmutarse, le lanzó una mirada juguetona.

— Tú y yo, Diana, podríamos cambiar el mundo. Hacerlo un poco menos aburrido, ya sabes.

Diana no pudo evitar sonreír ante la ingenuidad y la frescura de Edmex. Sin embargo, la placidez de ese momento se vio interrumpida cuando Leidy Vivienne, la mujer con guantes, se materializó frente a ellos.

— Diana, tu padre te necesita de inmediato. Hay asuntos urgentes que requieren tu atención — anunció Leidy Vivienne, su voz resonando con una seriedad que contrastaba con la ligereza del momento.

Diana, intrigada y ligeramente molesta por la interrupción, asintió y se despidió momentáneamente de Edmex. Mientras caminaba hacia el encuentro con su padre, su mente bullía con preguntas sobre el inusual llamado y la conexión que sentía con aquel extraño joven.

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