Bajo la luz del mediodía, los parques y calles empedradas se desplegaban ante Diana y Edmex. Árboles frondosos susurraban al viento mientras pájaros cantaban en el cielo despejado. Bancos de piedra y fuentes decoraban el paisaje, creando un ambiente sereno que contrastaba con las oscuras intenciones que rondaban en la mente de Diana.
— ¿Por qué ese caballero? ¿Cuál es su importancia en todo esto? —preguntó Edmex, buscando entender los motivos detrás de la enigmática estrategia de Diana.
Ella, con una mirada perdida en la distancia, comenzó a revelar sus pensamientos. —Petter es más que un simple caballero. Es la conexión del rey con oscuros secretos y tramas. Si logramos controlarlo, tendremos una pieza valiosa en este tablero.
Edmex asimiló la información, pero notó que Diana se mantenía reservada sobre detalles cruciales. A pesar de su curiosidad, decidió no presionarla y se sumergieron en la tarea de trazar un plan para secuestrar a Petter.
Caminaron entre la gente, observando alegres familias y mercaderes en sus quehaceres diarios. La tarea de conspiración se mezclaba con la cotidianidad del reino, creando una extraña dualidad en aquel escenario.
Decidieron llevar a cabo su arriesgado plan esa misma noche, cuando las sombras danzaran y ocultaran sus movimientos. Mientras el sol se retiraba en el horizonte, Diana y Edmex se sumieron en la oscuridad, listos para desentrañar más misterios y desafiar al destino que los esperaba en las sombras del Reino.
La noche envolvía el Reino con un manto oscuro y misterioso. Diana y Edmex, ocultos entre las sombras, se deslizaban por pasillos silenciosos y patios desiertos del Palacio Real. Cada paso calculado acercaba su objetivo: secuestrar a Petter, la pieza clave en el juego político.
Llegaron al aposento de Petter, cuya puerta estaba custodiada por Ghost, el imponente guerrero del rey. La figura enmascarada permanecía inmutable, pero Diana tenía un plan astuto.
— Edmex, sé que eres hábil en el sigilo. Deberás distraer a Ghost para que pueda entrar y llevarnos a Petter —susurró Diana, su voz apenas audible en la oscuridad.
Edmex asintió con determinación y se deslizó hacia el enigmático guardián. Con astucia y agilidad, comenzó a lanzar pequeños objetos para desviar la atención de Ghost. Este, intrigado, se movió en la dirección de los ruidos, dejando la entrada desprotegida.
Diana aprovechó el momento y se coló en la habitación de Petter. La estancia estaba adornada con ricos tapices y un tenue resplandor provenía de una lámpara de aceite. Encontró al caballero dormido en su cama, ajeno al peligro que se cernía sobre él.
— Despierta, Petter. Tenemos asuntos que discutir —murmuró Diana con una mezcla de autoridad y misterio.
Petter, aturdido y confundido, parpadeó al despertar. Antes de que pudiera reaccionar, Diana le explicó rápidamente su situación y la necesidad de que colaborara en sus planes.
Mientras tanto, Edmex mantenía a Ghost ocupado, esquivando sus movimientos con maestría. La danza silenciosa entre el ladrón y el guerrero se desplegaba en el pasillo, cada movimiento crucial para el éxito de su plan.
Diana observó con atención cómo la poción surtía efecto en Petter. Su mirada se volvía vidriosa, y un mareo evidente se apoderaba de él. Aquella mezcla sutil, preparada por la hechicera a la que Diana había visitado, estaba diseñada para confundir la mente y predisponer a la cooperación.
— No temas, Petter. Esto es solo temporal. Colabora con nosotros y te ayudaremos a recuperarte —dijo Diana, manteniendo la calma ante la situación.
Edmex, notando el cambio de dinámica en el pasillo, se deslizó de regreso hacia la habitación de Petter. Ghost, desconcertado por los movimientos ágiles del joven, no pudo evitar que regresara al aposento.
— ¿Qué has hecho? —exclamó Petter, aún afectado por la poción, intentando comprender la situación.
— Necesitamos tu cooperación. La resistencia solo prolongará tu malestar. Diana te ha mostrado un vistazo de lo que puede hacer. —Edmex habló con tono persuasivo, intentando que Petter viera la lógica en sus palabras.
Diana, observando la escena, sabía que su plan dependía de la colaboración de Petter. La compleja red de intrigas y lealtades se entretejía en aquel momento decisivo.
Con la negativa de Petter, Diana y Edmex se vieron obligados a llevar a cabo la segunda fase de su plan. Sigilosamente, lo llevaron consigo, aún mareado por la poción, a un lugar oculto en las afueras del reino. El lugar, rodeado de árboles frondosos, ofrecía el aislamiento necesario para llevar a cabo los siguientes pasos de la estrategia de Diana.
Diana, con determinación reflejada en sus ojos, se acercó a Petter, quien aún mostraba signos de confusión. La tarde caía sobre el paisaje, y el susurro del viento entre las hojas acompañaba la tensión del momento.
— Si no estás dispuesto a colaborar, no tengo otra opción. Tu lealtad al rey te hará sufrir más que cualquier poción —dijo Diana, sosteniendo una daga en sus manos.
Edmex observaba con preocupación, pero sabía que el tiempo apremiaba y las decisiones debían tomarse con rapidez.
— Por favor, reconsidera. No queremos dañarte, pero estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario —intervino Edmex, buscando una solución menos drástica.
Petter, sintiéndose acorralado, miró fijamente a Diana. Su resistencia se desvanecía ante la amenaza inminente.
— Lo haré, lo que quieran, pero por favor, no me hagan daño —murmuró finalmente Petter, cediendo a la presión.
Diana, satisfecha con su victoria, guardó la daga y asintió hacia Edmex.
La flecha certera que perforó la frente de Petter dejó a Diana y Edmex atónitos. La figura oculta entre los árboles se reveló como el propio Conde Sebastián, el padre de Diana. La sorpresa y el horror se reflejaron en los ojos de la joven, quien no esperaba que su padre actuara de manera tan drástica.
— ¿Padre, por qué hiciste eso? —exclamó Diana, con un tono entre sorpresa y angustia.
El Conde Sebastián emergió completamente, mostrando un rostro firme pero con rastros de pesar. Él se acercó a la escena del crimen, donde Petter yacía sin vida.
— Diana, esto no es un juego. Te he advertido que no te involucres en asuntos peligrosos, pero ahora has cruzado una línea que no puedo permitir. Petter era más astuto de lo que imaginaba, actuando como un doble agente. No puedo permitir que viva después de haberse entrometido en tus planes.
Edmex observaba la situación, comprendiendo la complejidad de las relaciones y conspiraciones que se tejían en el reino.
— Lamento que hayas tenido que enterarte así, Diana. Pero debemos proteger nuestros intereses —explicó el Conde Sebastián, con una mezcla de autoridad y pesar en su voz.
Diana, entre lágrimas y rabia, asintió, aunque en su interior ardía una chispa de resentimiento hacia su padre. Aquel bosque, que había sido testigo de secretos y traiciones, se llenó de un silencio pesado mientras los tres se enfrentaban a las consecuencias de sus propias decisiones.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Comments