Invadida

Todas las miradas apuntaban hacia mí, esas personas estaban por encima de todo lo que había conocido alguna vez. El emperador resaltaba en ese mar de gente adinerada, sus elegantes ropas y rostro serio me hacían sentir aún más pequeña.

La cadena al rededor de mi cuello me recordaba como había llegado a conocer más de cerca ese lado social, ese lado donde yo no era más que una campesina, sería acusada por los crímenes de Alex y nadie estaría allí para cuidarme o defenderme, en poco tiempo estaría muerta en una fosa sin nombre junto a otros desafortunados como yo.

—Dornen, alza el rostro y déjame verte con detenimiento— La imponente voz del emperador me sobresaltó y yo obedecí, las miradas de asco no se hicieron esperar.

—Ojos tan oscuros como esmeraldas— Sonrió de forma natural y breve, yo simplemente estaba confundida.

—Si señor— Respondí, cuando un inesperado golpe llego desde mi lado derecho.

No te pidieron responder— Gruñó un hombre del que no había notado su presencia.

—Detente— Habló de nuevo el emperador con cierta molestia.

Al estar de rodillas, el golpe logró empujarme hacia atrás, me sentí humillada conforme mi mejilla se entumía, pero como estaba acostumbrada, solamente me reincorporé y guarde silencio, apretando los dientes.

—Todos estamos aquí para darle un castigo al responsable de la desaparición de toda una familia Feudal del territorio de los Phoenix, que por razones obvias no están aquí— Carraspeo la garganta y continuó— Sin embargo, debo decir que culpar a una persona que evidentemente no se puede levantar por su propio pie es bajo y deshonroso, una perdida de tiempo si me lo preguntan.

—Pero, señor. ¿Cómo está tan seguro?— Protestó uno de los nobles que allí se encontraba, por lógica desconocí de quien se trataba.

—Bueno, porque esa familia que fue aniquilada, pensaba adoptar a una joven llamada Dornen, de ojos verde esmeralda y cabello tan negro como el carbón, de inmediato supe que se trataba de ella en cuanto la vi— El emperador habló sin emoción en su voz, incluso cuando los cuchicheos comenzaron a escucharse por todo el lugar.

—Imposible, eso es imposible— El hombre que antes había protestado, ahora se encontraba pálido y sin voz.

Él no era el único, yo también me encontraba sorprendida, sentí escalofríos y enmudecí, la amenaza de Deborah era real, ellos no pensaban devolverme a mi familia, me adoptarían para venderme a cualquiera que les ayudara a recuperar su estatus, me sentí mareada y a punto de vomitar.

—Eso le daría razones para matar a todos— Algún noble decidió romper su prudencia y demostrar su desacuerdo, pero el emperador lo miró con severidad.

—Esta carta, fue traída hacia mí por el caballero de la familia Phantom, apuesto que no se inventaria esta historia para salvar la vida de una campesina cualquiera, al menos que la familia Phoenix también mienta— Todos se callaron cuando el emperador puso la carta entre sus dedos, con el sello de la familia.

—Confirmo la autenticidad de la carta, por mi honor— El caballero, el líder de aquellos que me llevaron al imperio se levantó con su mano en el pecho, nadie parecía querer llevarle la contra al hijo mayor de segunda familia más importante.

—Estas son buenas noticias para ti; sin embargo, estás muy pálida — El emperador volvió su mirada hacia mí, se dio cuenta de que no había hablado desde hace un tiempo.

—Yo, no creo que...

—Excelente, se te dará el titulo de señora feudal y una pequeña fortuna por la perdida de tu familia, que tengas una buena vida — El emperador se levantó de su asiento e hizo ademán de irse, yo tenía un gran nudo en el pecho, que por mas que pasaba saliva no se deshacía, debía hablar.

—Yo no deseo el título— Dije finalmente, todos enmudecieron y el tranquilo emperador volteó a verme furioso.

—Tendrás ese título, no es un regalo. Te casarás y traerás la honra de esa familia, ahora te llamarás Elizabeth Philips— Apuntándome con el dedo recalcó sus palabras y finalmente se fue.

La audiencia había terminado y el hombre que me dio el golpe retiró las cadenas de mi cuerpo, era libre; sin embargo, yo no me sentía así, ahora llevaba el apellido de mis torturadores, cambiaron mi esencia y mi nombre, todo lo que evocara mi pasado.

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—Esa niña es hermosa, pero torpe, es joven así que le realizaremos la prueba de pureza y prepararemos un baile para que consiga un esposo, una mujer no debería llevar un título sola así que hagámoslo lo más pronto posible— El emperador hablaba con el líder de la familia Phantom, quien era su hombre de confianza.

—Por supuesto, lo ordenaré ahora, si todo sale bien, el baile será dentro de una semana— El hombre apuntó en su libreta, con una rapidez inhumana.

—¿Una semana? Es demasiado, que sea en tres días, de todas maneras ella no es importante para nadie— El emperador se sentó en silencio, ya no deseaba tocar el tema.

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Después de aquel juicio extraño, fui llevada a un gran cuarto, donde unas señoritas vestidas de forma elegante e igual me llevaron a otro lugar con una gran tina, ellas notaron mi alivio cuando vi la humeante agua salir de allí, enseguida me desvestí sin quitarme las enaguas, pero ellas me detuvieron, su actitud era grosera y su gesto frío.

—Debes desvestirte completamente— De forma brusca bajaron mi ropa restante, me sentí expuesta, pero a ellas no pareció importarles mis intentos de protesta, tomaron mis brazos y me arrastraron hacia la tina, donde me metieron a la fuerza.

El agua estaba evidentemente caliente e intenté salir, me detuvieron, aquello no fue lo peor, mi piel ardía y cuando me estaba acostumbrando otra mujer entró e hizo una seña a las mujeres que salieron cerrando la puerta.

El calor del agua comenzaba a marearme cuando esa mujer me indicó levantarme, yo sabía que lo que seguía no era mejor...

—Es virgen— La sirvienta de mayor rango entró en la oficina del señor Phantom, este sonrió satisfecho y anotó en su libreta.

—El baile está asegurado.

Después de aquella incómoda experiencia, lloré durante casi toda la noche. Ahora tenía una cama cómoda, un baño con agua caliente y me llevaron un caldo de verduras insípido, pero que calmo mi hambre.

Todo aquello lo hubiera cambiado, por la calle y la ejecución, con tal de que nadie hubiera tocado mi cuerpo.

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