A falta de sangre noble

Mis pies se arrastraban, abracé mi cuerpo, estaba temblando, las ruinas de lo que alguna vez fue un pueblo lleno de gente alegre y colores vibrantes ahora no era más que un recuerdo.

El olor a hierro y dulce inundaba el aire, el arco de entrada ahora estaba destruido, automáticamente me moví en dirección a casa de mis padres, donde esperaba que la desgracia no hubiera aparecido en su puerta, en cuanto tomé camino dejé de respirar.

Ramas rotas rodeaban el sendero, las lágrimas fluían cada vez más, cuando enfrente apareció la pequeña cabaña, mi madre no recogía agua del río, mi padre no recogía los sembradíos, pero el color carmesí pintaba las paredes.

—No, ellos no— Caí de rodillas y me arrastré a la entrada, lo que vi no lo puedo describir, lloré y grité hasta que la voz ya no me salió, el recuerdo de su cálido abrazo y dulce bienvenida ahora se habia convertido en un cuarto frío, con dos cuerpos inertes privados de vida.

No sé cuánto tiempo estuve allí, sin poder cerrar los ojos ¿Que clase de desgracia pudo haber llegado hasta ellos? Recordé que aún no habia encontrado a Esmeralda, con las fuerzas que me quedaban salí corriendo directo a la casa de Robert, donde el fuego aún ardía entre las paredes.

Al llegar la mayoría era irreconocible, aquel lugar que me mantuvo cautiva durante tanto tiempo se estaba reduciendo a cenizas. El calor que se producía en los cuartos de arriba alivio el dolor de mis huesos, sin embargo allí no habia nadie.

Caminé con cuidado y al llegar a la parte trasera, el sonido de los animales aterrados me hizo correr para liberarlos, todos fueron directo al bosque. Sin embargo, no fue lo único que estaba allí, el olor de la carne quemada, más la vista de tres cuerpos irreconocibles era más de lo que esperaba hallar.

Vomité, vomité lo poco que aún quedaba en mi estómago, mientras lágrimas forzadas por el esfuerzo comenzaban a salir de mis ojos. Mi cuerpo sentía desesperarse, todo esto era demasiado para mí; toque mi vientre mientras los espasmos continuaban, los oídos me zumbaron y las piernas se me debilitaron, finalmente caí. En ese charco de inmundicia que comenzaba a absorberse por mi desgastada ropa me hizo darme cuenta que era miserable.

Tarde otro tiempo más así, la noche volvió a caer y no había movido un solo músculo, ya no sentía las piernas y la baba se había secado en mi mejilla, una mancha más para mi rostro sucio y perdido.

—¡¡Una sobreviviente!!— Escuché una voz lejana, seguida de unos pasos que se dirigían a mi dirección.—Señorita, levántese— Cuidadosamente un hombre me levantó del piso, su voz era desconocida para mí pero el escudo en su pecho no: era de la guardia real.

Al ver que no podía mantenerme por mi sola me tomó de la cintura y finalmente me cargo en sus brazos, un acto que me desconcertó y que instintivamente rechazaba. Comencé a patalear presa del pánico, ya no quería saber de más caballeros, de personas o nobles.

Me temo que el esfuerzo fue demasiado, pues perdí el conocimiento, la voz del hombre poco a poco se alejaba, ya no supe más de mí.

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—Debe ser una esclava— Otra voz diferente a la primera me despertó.

—Es probable, su ropa andrajosa no es digna de una noble— Comentó otro antes de soltar una carcajada escandalosa.

—Aun así es linda— Dijo la primera voz.

—Si, bueno. La experiencia me ha enseñado que no te fíes de la belleza de una mujer, probablemente era la amante del señor de la casa— Alguien diferente habló, después su garganta hizo un ruido extraño, estaba tomando algo.

—Ahora está muerto, me preguntó si aún tendrá valor en el mercado— Sugirió la segunda voz.

Al observar mi alrededor, pude notar que estaba en una jaula, tenía esposas y cadenas que las unían al piso, traté de no hacer mucho ruido, pero las cadenas sonaron a mi más mínimo movimiento.

La oscuridad de la habitación dio paso a una luz tenue, cuando la pesada puerta se abrió.

—Está despierta— Sonrió con extraña fascinación, me encogí en mi minúsculo lugar.

—Sí que es bonita— Otro de ellos se asomó por la puerta, para ser empujado hacia atrás.

—Harán que se sienta incómoda — Finalmente, entre todas esas voces desconocidas, reconocí la voz de aquel que me sacó del trance, bañada en vómito y tierra.

Sacó a todos del cuarto y me dirigió una sonrisa amable, agachándose estiró su mano, supuse que él esperaba que colocara la mía.

—Lo siento, es solo que están sorprendidos por tu repentina aparición, todos estaban muertos, así que encontrarte fue un gran golpe de suerte— Apartó su mano, no se veía molesto por mi negativa.

—¿Quién eres?— Pregunté con voz baja, era casi un susurro. Al parecer el pasar tanto tiempo en el humo de la carne y las arcadas habían irritado mi garganta.

—Yo soy Reagan soy un soldado de bajo rango, te encontré mientras buscaba sobrevivientes— Sonrió una vez más, con los ojos más grandes y azules que había visto.

—Todos murieron— Dije, sintiendo mis ojos humedecerse de nuevo, eso pareció entristecerlo pues metió la mano a la jaula y palmeó mi cabeza.

—Todo estará bien— Su voz se volvió suave, casi melódica, era relajante, pero yo no pude evitar temblar ante su toque.

—Debió ser horrible lo que viviste, pero las cosas mejorarán después del juicio— Deje mi sollozo al escuchar lo último ¿Acaso pensaban acusarme de lo ocurrido?

Él pareció notar mi sorpresa, ya no sonrió, pero su toque se hizo más cálido, un hueco se hizo en mi estómago.

—Una familia noble entera murió, no solo en donde te encontré, sino que aquellos que estaban lejos de allí desaparecieron o fueron encontrados muertos, los demás nobles están pidiendo un culpable, desafortunadamente tu fuiste la única encontrada con vida en sus cercanías— Mi tranquilidad desapareció, al no ser noble ellos me culpaban de todo, por eso estaba encerrada, por eso Reagan me veía con tanta lástima.

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