Sin fuerzas para reir

—Esto es un error— Dije con voz ronca, el día estaba nublado. La delgadez de mi cuerpo y lo fino de mi ropa hacía que temblara de frío, por un momento pensé que moriría congelada.

—El trayecto hacía el reino es largo, tardaremos al menos una semana en llegar— Escuchó la voz de Reagan a sus espaldas.

Me mantenían en la jaula, pero ahora era movida por un carro, las cadenas de mis manos habían sido cambiadas por una que rodeaba mi cuello "Para tener más libertad" Bromeó el hombre que me lo colocó antes de salir del pueblo.

Aún recuerdo el sabor dulce en mi boca... el humo era denso y aquellos que se quedaban atrás recogiendo el desastre y los cuerpos cubrían sus rostros con telas de algodón, sin embargo, yo preferí saborearlo; sabía que no volvería a regresar a aquel lugar, donde se quedó todo, hasta mi corazón.

Me perdí en mis recuerdos, en los brazos cálidos de Esmeralda ¿Cómo podía marcharme sin siquiera saber donde estaba? Algo era certero, ella no era ninguno de los cuerpos que estaban en la casa.

—¿Había una chica pelirroja?— Pregunté a Reagan, que me custodiaba desde atrás, parece que lo sorprendí pues abrió mucho los ojos, para después sonreír.

—No lo creo, la única pelirroja que conozco es...

Fue interrumpido por un grito de alarma, todos se detuvieron y desenfundaron espadas y escudos, rodeándome.

—¿Qué está pasando?— Estaba asustada, Reagan no apartó su mirada de detrás de él.

—¿No se supone que nadie a demás de nosotros debería estar aquí?— Uno de ellos observaba por todos lados, hasta que un hombre salió de entre las hierbas, me sorprendió y también a los demás, se quitó la capa y se presentó con el líder del grupo que me custodiaba.

—¿Quién se supone que eres?— Preguntó apuntando su arma al cuello.

—Soy el mensajero de la casa Phoenix, vine a entregar una carta que llegó a nuestro poder el día de ayer— Se quitó su capa y ahí fue, donde lo vi por primera vez, su cabello era negro y largo y su gesto era serio, efectivamente, tenía el escudo de la familia, un ave renacida de las cenizas, que se alza victoriosa hacia el sol.

—¿Qué tonterías estás diciendo?— El hombre corpulento frunció el ceño, sinceramente yo tampoco entendería, tal vez porque la familia pertenecía a sus tierras, sin embargo, era bien conocido que los Phoenix no se involucraban en ningún asunto y todo lo resolvían dentro de su enorme mansión, en medio de la nada.

—No me pagan lo suficiente para venir a hacer bromas, solo se me ordeno que entregara esta carta, vino de la familia de Robert Philips, antes de que todos fueran asesinados— Estiró la mano y entregó un sobre envuelto en un listón dorado.

Al haber permanecido tanto tiempo en esa casa, no recordaba haber visto jamás un papel tan bien elaborado, era tan blanco como las nubes del cielo. Robert y Deborah solo ocupaban un papel amarillo, casi café, donde apenas se lograban distinguir las palabras.

El líder, sorprendido, tomó el sobre entre sus manos, yo estuve atenta todo ese tiempo alcancé a notar una mirada rápida de aquel hombre, pulcramente vestido hacia mi.

—¿Por qué no llevaron esto directamente con el imperio?— Preguntó un poco más calmado.

—La orden directa fue interceptarlos y pedir que la carta fuera entregada junto con la joven y leída frente a la corte durante el juicio— Hizo una reverencia minúscula y caminó de regreso a las profundidades del bosque, por alguna razón, su perfume maderado llegó a mi nariz y me hizo cosquillas.

—Es extraño— Comentó Reagan con duda miró a su líder, pero de inmediato guardo la carta y ordenó continuar la marcha.

—Esa chica morirá si no la cubren del frío— El hombre volvió, con una manta visiblemente delgada.

—Eso no es de su in...

—Permitan que le dé la manta— Todos se quedaron quietos, no pensaban que su líder se doblegara tan rápido sin protestar.

—¿Qué no oyeron?— Volvió a hablar,

el hombre que traía las llaves comenzó a caminar hacia mí y abrió la jaula. Él se acercó y me miró fijamente mientras subía sin dificultad sobre la pequeña plataforma, su cabello largo y limpio se deslizó hacia enfrente, olí fragancias que jamás pensé que existieran e inconscientemente me acerqué, evocaba todo lo bueno que había conocido en mi vida.

—Debes descansar mejor— Rodeó mi cuerpo cansado con la manta y se alejó, ahora si, definitivamente.

—Es hora de irnos— El líder dio la orden y todos comenzaron a hablar sobre lo ocurrido, Reagan me miraba con más tranquilidad, como si estuviera agradecido con el gesto de ese hombre conmigo.

—Deberías dormir, el viaje es largo— Me aconsejó antes de que el sueño me venciera y finalmente, durmiera durante largo tiempo, donde mis padres y Esmeralda, aparecían en mis sueños.

Cuando finalmente desperté, con el cuerpo más aliviado del cansancio y el dolor, noté que todos estaban ocupados en algo, mi jaula estaba a la sombra y todos ellos estaban dentro del lago o armando un pequeño campamento donde dormir y comer.

—Pensé que no despertaría hasta llegar a nuestro destino— Reagan se acercó, con una tela de algodón en las manos, lucía húmeda y un poco sucia.

—No pensé poder descansar tan bien debido a mi situación— Hice una mueca parecida a una sonrisa, solamente quería ser amable.

—Un día completo de sueño es lo justo, tu semblante mejoró — Se colocó más cerca y extendió la tela hacia mí.

—¿Qué debo hacer con ella?— Pregunté tomándola entre mis manos.

—Bueno, deberías limpiarte un poco el rostro— Hizo círculos con su mano frente a su cara, de inmediato supe que me trataba de decir que lucía muy sucia, me ruboricé y cubrí mi cara con la tela.

—Seguro me veo mal— Dije y comencé a frotar mi cara, realmente disfrute la sensación de frescor.

—¡Para nada! Te ves muy bien, solo pensé que te sentirías mejor— Al parecer tampoco pudo con la vergüenza y se alejó repitiendo varias veces "lo siento" con risas nerviosas.

Cuando se fue, retiré la tela y vi, como varios compañeros se reían bastante fuerte, en cuanto se reunió con ellos; extrañamente eso me hizo sentir bien, su sonrisa sincera y su ligero rubor me parecían necesarios, en esos momentos yo no tenía la fuerza para hacerlo. Pero era divertido saber que alguien lo hacia tan cerca de mí.

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