—¿Recuerdas aquel demonio?
Belfegor se vuelve hacia mí, sus ojos carmesí revelando la profundidad de su conocimiento sobre Asmodeo.
—Asmodeo, el Príncipe de la Ira, es un demonio antiguo, poderoso y astuto. Su vínculo contigo, Alex, va más allá de un simple enfrentamiento. Él es parte de un designio más amplio, un papel que desempeñará en tu destino —explica, su voz grave resonando en la habitación.
—En el momento adecuado, cuando tu poder alcance su cenit, deberás asimilar a Asmodeo. Esta fusión liberará una energía incomparable, desbloqueando tu verdadero potencial como Anticristo. Pero ten en cuenta, esto no será una tarea fácil. Asmodeo no se rendirá fácilmente —añade, con una expresión seria que denota la seriedad de la empresa.
Belfegor fija su mirada en mis ojos con intensidad, como si buscara entender mis pensamientos más profundos.
—Comprendo que esta carga es abrumadora, Alex. Pero debes entender que cada paso que das, cada elección que haces, moldea el destino que te aguarda. Asimilando a Asmodeo, desencadenarás fuerzas que, una vez liberadas, no podrás retractar —advierte, su tono grave resonando con seriedad.
—Tu naturaleza es una dualidad, entre la luz y la oscuridad. La decisión de abrazar o rechazar esa oscuridad estará en tus manos. Pero ten presente que no estás solo en este camino. Cuento con mi presencia para guiarte y protegerte en esta travesía hacia tu destino —agrega, como un eco sereno en medio del misterioso susurro mágico que rodea la habitación.
Me sumerjo en una profunda reflexión, asimilando la magnitud de mi papel y las fuerzas que se ciernen sobre mí. En el mundo mágico, donde la magia fluye como un río inagotable, tomo conciencia de que mi existencia es un punto de convergencia entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad. La carga sobre mis hombros parece más pesada que nunca, pero también siento una chispa de determinación ardiendo en mi interior.
—Gracias, Belfegor. Estoy listo para enfrentar mi destino, sea cual sea —respondo finalmente, con una mirada firme y decidida hacia el incierto horizonte que se extiende ante mí en este reino.
Belfegor se torno invisible.
La puerta cruje al abrirse, y ante mí se encuentra Rey, envuelta en su majestuosa armadura blanca. La capa negra ondea misteriosamente, y su mirada intensa se encuentra con la mía.
—La reina envía un regalo de cumpleaños. Dos concubinas, al menos por hoy —anuncia con solemnidad, como si la oferta fuera un deber protocolar más que un gesto de cortesía.
En sus ojos, diviso una extraña mezcla de celos y disgusto, una combinación que no logro descifrar por completo. Sin dar tiempo a que pueda responder, Rey se retira de manera abrupta, dejando tras de sí una estela de incertidumbre.
La habitación se llena de una tensión silenciosa mientras las concubinas ingresan. La primera, de piel ébano y labios de oro ardiente, se desliza sensualmente hacia la cama. Su cabello plateado cae en cascada sobre sus hombros, y su mirada está llena de un deseo cautivador. La segunda es un hada, de tamaño normal y facciones afiladas. Su cabello negro y corto complementa su rostro bellamente esculpido.
—Feliz cumpleaños, señor Alex —dice la concubina ébano con una voz melódica.
—Gracias —respondo, sintiendo la tensión crecer en el aire.
Las concubinas hablan entre ellas como niñas fascinadas por algo novedoso. La concubina ébano, cuyo nombre resulta ser Layla, me mira con ojos centelleantes.
—Nunca pensé que compartiría la cama con un humano. —Su voz es suave, llena de una sensualidad que apenas comprendo.
La hada, por otro lado, se presenta como Zephyra, y su risa suena como campanillas.
—¿Cómo es tu mundo, humano? Cuéntanos sobre tus emociones, tus experiencias. Nos intriga saber más de lo que es ser tan efímero.
Mientras comparto anécdotas y detalles de mi vida pasada, noto la mezcla de curiosidad y asombro en sus rostros, como si estuvieran descubriendo una realidad desconocida.
La conversación se profundiza, y las concubinas muestran un interés genuino en cada palabra que comparto. Layla, con sus ojos chispeantes, pregunta:
—¿El amor en tu mundo es tan complicado como dicen?
—Es una montaña rusa de emociones, complicado pero hermoso a su manera. ¿Y ustedes? ¿Cómo experimentan el amor en este mundo mágico?
Zephyra ríe con un tintineo de campanillas.
—En nuestro reino, el amor es un lazo que se entrelaza con la magia misma. Sentimos las emociones de los demás de manera intensa, es como un hechizo que nos envuelve.
La charla se extiende, y comparten historias de sus vidas mágicas, de los paisajes que han presenciado y de la inmortalidad que los distingue.
Conforme avanzamos en la conversación, Layla comienza a hablar sobre la jerarquía en el mundo mágico y cómo los elfos, hadas y seres mágicos viven en armonía bajo la regla de Lilith. Zephyra, la hada, agrega con entusiasmo:
—Es fascinante cómo Lilith ha logrado mantener el equilibrio entre nuestras distintas razas. Cada una tiene su papel y contribuye a la magia que fluye a través de nuestro reino.
Siento la curiosidad crecer dentro de mí y pregunto:
—¿Y qué hay sobre la profecía que rodea mi existencia? ¿Cómo afecta eso a este equilibrio?
Layla y Zephyra intercambian miradas antes de que Layla responda con cautela:
—Esa profecía es una sombra que se cierne sobre todos nosotros. Algunos la ven como una amenaza, mientras que otros creen que eres la clave para un cambio trascendental en nuestro mundo.
Zephyra asiente y agrega:
—Sea cual sea tu destino, Alex, nosotros estamos aquí para apoyarte en este viaje. La magia nos conecta, y sentimos que eres parte de algo más grande.
La habitación se impregna de un aire cargado de tensión. Zephyra y Layla, las concubinas mágicas, despliegan sus encantos, buscando comprometerme en una danza de placer. Mi mente se convierte en un campo de batalla entre mis convicciones morales y la seductora promesa de lo prohibido.
Zephyra se acomoda en mis piernas, su mirada intensa atravesándome como un rayo de luz. Layla, con gracia, se coloca a mi lado, sus labios dorados susurran sugerencias tentadoras. La magia fluye entre nosotros, creando una atmósfera en la que los límites se desdibujan.
Reflexiono sobre la relatividad de la ética. ¿Quién define lo correcto y lo incorrecto en un mundo donde la magia y lo sobrenatural desafían las normas humanas? La dualidad de mi naturaleza, humana y mágica, se refleja en mis pensamientos.
—Quizá la ética es solo una perspectiva limitada —murmuro para mí mismo, cediendo a la atracción mágica que emana de ellas.
Mis manos exploran las formas mágicas que se ofrecen ante mí, y en ese instante, la magia se convierte en una danza sensual que despierta deseos latentes. La línea entre la moralidad y la indulgencia se desvanece, dejando paso a un éxtasis.
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