FRIEREN

El maestro de ceremonias, con rasgos avianos, interrumpe la danza con su voz penetrante, anunciando el inicio de la gran cena. La majestuosa sala se transforma en un escenario para el banquete, con una inmensa mesa redonda dispuesta para acoger a los invitados.

Tomo mi lugar entre los reclutas, distante de la esfera de influencia de Rey y aún más lejos de la majestuosidad del trono de Lilith. A mi lado, una joven de cabello plateado se acomoda y me saluda con una sonrisa amigable. Nos sumergimos en un diálogo ligero mientras el banquete se despliega ante nosotros.

Los manjares mágicos y los aromas embriagadores llenan el aire, creando una atmósfera festiva. La chica de cabello plateado comparte detalles sobre su vida en el mundo mágico, sus experiencias y aspiraciones. La conversación fluye como un río serpenteante, tejiendo un lazo de complicidad en medio del festín.

En un momento, las diminutas hadas revolotean en el aire, sus luces centelleantes creando un espectáculo etéreo que ilumina la sala. Sus vuelos caprichosos danzan entre los platos y copas, agregando una dosis mágica al ambiente ya encantado.

—¿Has tenido la oportunidad de explorar nuestro reino, Alex? —pregunta la chica de cabello plateado, mientras degustamos los manjares mágicos de la cena—. Hay lugares increíbles que quizás te gustaría descubrir.

Mis ojos se encuentran con los suyos, y en esa conexión fugaz, percibo la riqueza y diversidad de este mundo mágico que apenas comienzo a comprender. Mientras la cena avanza, las luces de las hadas danzan en el aire, y las palabras fluyen entre nosotros, forjando conexiones en medio de la majestuosidad de aquel banquete.

Frieren, la elfa antigua de aspecto juvenil, revela su nombre mientras continuamos con la conversación animada. Su risa es como una melodía encantadora, y su presencia destila una energía vibrante que se entrelaza con la magia que llena el salón.

—Colecciono hechizos, Alex. —sus ojos centellean con entusiasmo mientras habla—. He acumulado un compendio de magia a lo largo de los siglos. Cada hechizo cuenta una historia, ¿te gustaría explorarlos alguna vez?

Su coqueteo es evidente, sus gestos cargados de insinuación y sus toques delicados despiertan una sensación eléctrica en mí. Mi naturaleza reservada se ve desafiada por las atenciones intensas de Frieren, y las interacciones que en el pasado eran mundanas ahora se vuelven electrizantes.

—La magia es un arte fascinante. —respondo, tratando de mantener la calma ante su encanto—. Me encantaría descubrir más sobre tu colección.

Entre risas y chispas de magia que flotan en el aire, Frieren continúa con su encantador juego de seducción. La conversación se vuelve un intercambio de historias y secretos, cada palabra pronunciada en ese ambiente mágico parece cargada de una energía peculiar.

—¿Sabes, Alex? Los elfos somos conocidos por nuestra conexión especial con la magia. Es como una danza eterna con el poder que fluye a través de nosotros. —Frieren inclina la cabeza ligeramente, sus ojos brillan con un destello travieso—. Y tú, con esa chispa única en tus ojos, ¿qué secretos ocultas?

Me sumerjo en la profundidad de sus ojos, capturado por la intensidad de su mirada. Aunque siempre he mantenido una barrera de reserva, la magia y la compañía de Frieren hacen que esa barrera se desvanezca gradualmente.

—Mis secretos son como sombras que se deslizan en la oscuridad, difíciles de definir. —respondo, tratando de mantener mi misterio—. Pero quizás, en este reino mágico, puedan revelarse de formas inesperadas.

Frieren ríe, y su risa resuena en el salón, mezclándose con la melodía mágica que envuelve el Castillo de Lilith.

Mis sentidos se ven envueltos en un torbellino de sensaciones cuando Frieren, con destreza, desliza su mano por mi muslo. La suave caricia despierta una corriente eléctrica, y la magia que flota en el aire parece intensificarse. Sus ojos fijos en los míos, la mirada de Frieren es un desafío.

Las caricias persisten, explorando con delicadeza cada contorno, siento su dedos sujetar mi miembro y la forma en la que crece y palpita mientras la excitación se apodera de mí, recordándome que estoy vivo en este reino de magia y seducción. Una mirada nerviosa hacia mi entorno me hace consciente de la majestuosidad del salón y sus habitantes, pero la tentación de lo desconocido eclipsa cualquier precaución.

Cuando vuelvo mi mirada hacia Frieren, sus labios encuentran los míos en un beso apasionado. Siento el tacto húmedo de su lengua contra la mía y la delicada forma en la que su otra mano sujeta mi cuello.

Y por primera vez en mi vida soy consiente de que soy Virgen.

Entre risas y susurros de complicidad, Frieren guía nuestros pasos hacia una torre apartada del Castillo, donde la privacidad se convierte en un preciado tesoro. Sin embargo, en nuestro camino hacia la indulgencia, nos encontramos con un guardia que custodia la entrada.

Frieren, con su habilidad encantadora, persuade al guardia para que se retire con un hechizo sutil. Mientras el guardia se aleja, una sombra de duda se cierne en mi mente. ¿Estoy también bajo el influjo de algún encantamiento? La magia de este reino es tan seductora como peligrosa.

En un momento de complicidad, comparto con Frieren la razón de mi virginidad, una mezcla de elección personal y circunstancias. Para mi sorpresa, ella parece no darle importancia, y, en cambio, comienza a desnudarse. Veo la forma perfecta de sus pechos, los milímetros de distancia entre sus suaves muslos. Mi corazón se acelera.

La veo inclinarse ante mí, la veo sujetar mi pene entre sus manos. Sus labios recorren mi intimidad, y la suavidad de su lengua deja un rastro electrizante. Frieren, con una sonrisa juguetona, me recuerda lo atractivo que soy. En ese momento, me dejo llevar por la magia que envuelve el ambiente. Hago su cabello de plata hacia un lado y admiro su esbelto cuello, la forma insaciable en la que su boca reclama mi miembro.

Frieren, con una mirada traviesa, comienza a explorar cada centímetro de mi ser. Cada caricia es un conjuro, cada roce es una invocación a placeres desconocidos.

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