Capítulo 11. Estrella en el cielo.

⚠️ Advertencia. Esta historia contiene violencia física, verbal y emocional, leer bajó su propia responsabilidad. ⚠️

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Hubo muchas noches en las que Andy no durmió. Los recuerdos de su niñez y la noche en la que Edward abusó de él, lo despertaban. El sudor frío cubría su rostro y su cuerpo temblaba incontrolablemente. Fueron dos semanas en las que se mantuvo encerrado, su celular no dejó de vibrar el primer día, así que tuvo que apagarlo. Arthur no había dejado de llamar o mandar mensajes, sin embargo, él no podía verlo en el estado que estaba. Dolería demasiado tener que explicar lo sucedido, y tampoco sabría si encontraría las palabras correctas para mantener una mentira.

Edward tampoco había regresado, Andy aún tenía muchas preguntas que hacer y muchas explicaciones que dar. Él no era como los comentarios de los vecinos decían, él no buscaba a nadie, porque simplemente amaba tanto a Edward que, incluso, estaba dispuesto a soportar todo, los abusos y las humillaciones. Andy había dejado que su amor se volviera dependencia y únicamente podría salir cuando realmente tocara fondo.

—Vamos, iremos al centro comercial, necesito comprar comida. —El chófer dejó de comer la manzana verde de su mano al oír eso, había escuchado al médico decir que estaba mejor, no obstante, Andy parecía muy débil ahora.

—Señor, ¿puede salir ahora? —Andy asintió.

—Sí, el médico me dijo que ya estoy mejor. Además, no hay verduras ni carne, la nevera prácticamente está vacía.

—Oh, bien, vamos entonces.

El chófer subió al asiento delantero y Andy al de atrás. John comenzó a conducir, afuera ya no hacía frío, sin embargo, el corazón de Andy se sentía completamente helado. Mantuvo la mirada detrás del vidrio, viendo su vida pasar ante sus ojos.

Siempre había seguido a Edward. Desde niño había estado detrás de él, una vez soñó con poder caminar a su lado, de su mano, sin embargo, parecía que, aunque estaban casados, un enorme muro de metal los dividía, y aunque pudiera pasar ese muro, Andy sentía que había un desierto enorme entre ellos.

Durante años, tal vez, únicamente él se había interesado. Edward había mostrado empatía con él, pero eso era antes de casarse, ahora, simplemente era uno más en el enorme pabellón de personas que pasaban frente a Edward McDowell. Incluso un empleado de su compañía podría causar un movimiento en el mundo perfecto de Edward, podría causar una fluctuación y él le prestaría atención.

Pero, él simplemente no podía moverlo ni siquiera un centímetro. Para Edward, prácticamente no existía, incluso si no apareciera por un mes, o por un año, Edward McDowell no se daría cuenta que él se había ido. Andy se sentía completamente solo.

—Llegamos. —Informó el chófer, Andy bajó del auto y caminó hacia la ventana de enfrente.

—No hace falta que vengas conmigo, puedes ir a otro lado y yo te hablaré cuando salga.

Aunque se le hizo extraña la orden, él realmente tenía hambre. Asintiendo, bajó del auto y se dirigió al área de comida. Andy lo vio entrar y fue al supermercado, compro muchas cosas, algunas comidas enlatadas, verduras frescas, agua embotellada y demás cosas. No tenía dinero, sin embargo, su 'abuelo' le había dejado una tarjeta para que la usara cuando fuera necesario, él pagó con esa tarjeta y sacó dinero de un cajero.

Después de pagar salió y subió a un taxi, dio una dirección y fue llevado a ese lugar. Quería y necesitaba un momento de soledad. Un lugar donde no hubiese nadie que lo vigilara y donde pudiera sentirse como en casa. Llegó a la montaña donde vivió en su niñez, al norte de la ciudad.

—Gracias. —Dijo al conductor del taxi, el hombre amablemente le había ayudado a bajar las cosas del maletero y las había puesto lo más cerca de la puerta. El hombre subió al taxi nuevamente y se alejó.

Andy miró la enorme mansión que se alzaba frente a sus ojos. Estaba en buenas condiciones, sin embargo, había estado sola durante muchísimo tiempo, que daba escalofríos.

Metió las cosas y fue a la cocina, el lugar sólo estaba algo polvoriento ya que una vez a la semana iban personas que se encargaban de la limpieza. Una vez que acomodó todo y limpió un poco, salió por la puerta trasera. Caminó por el jardín que llevaba al bosque, se adentró y llegó a la antigua casa de madera que su abuelo había mandado a construir para él. Era su lugar secreto.

Al entrar pudo ver la pequeña mesa pegada a la ventana. Había un sillón y el techo, que originalmente era de cristal, estaba lleno de hojas obstruyendo la luz solar. Andy recordó los días felices que pasaba en ese lugar. Fue como si pudiese ver el pasado. Edward acostado en el sillón, con una mano detrás de su cabeza y la otra sosteniendo un libro de pasta negra. Él estaba sentado en el suelo haciendo algunos dibujos en un cuaderno.

«Edward, ¿podemos vivir siempre juntos?»

Fue la pregunta que ingenuamente hizo en ese momento, no esperaba que Edward contestara de forma positiva. Él sabía que Edward tendría que hacerse cargo de las empresas de su abuelo, pero en ese momento, la mente inocente de Andy no pudo pensar que algún día terminarían tan separados como la tierra y el sol. Andy se adentró a la pequeña casa, sobre el escritorio había un cuaderno de pasta color café, estaba empolvado, lo sacudió un poco y lo abrió. Las hojas, originalmente blancas, habían adquirido un color beige con el paso del tiempo, los dibujos aún se podían distinguir entre las manchas y el polvo.

Andy se sentó en la silla polvorienta y agachó la mirada viendo el dibujo. Las pequeñas gotas rodaron por sus mejillas y aterrizaron en las hojas. Cayeron como lluvia en meses de huracanes. El sollozo invadió el lugar y el silencio de alrededor sólo hizo que se escuchara más fuerte.

—Duele mucho, abuelo, mucho. —Susurró.

Se aferró al cuaderno con fuerza sobre su pecho, la ropa se manchó de polvo, pero no le importaba. Lloró y lloró hasta que sus labios se secaron y de sus cuencas no pudieron salir más lágrimas y sólo el gimoteó continuaba.

Recargado sobre la polvorienta mesa, Andy despertó al sentir el frío calar en su cuerpo. No había cerrado la puerta y el viento gélido de la montaña había entrado. No había luz en esa parte del bosque y sólo la hermosa luz azul de la luna se filtraba por las dos ventanas de la pequeña casa y la puerta, la sombra de los árboles le daban un aspecto tétrico, no obstante, no sentía miedo. Andy se levantó, incomodo por el dolor en su cuello debido a la mala posición en la que había dormido.

Miró al cielo a través de la ventana, había estrellas y brillaban hermosamente en el firmamento, la luna era una luna llena con un hermoso color azul brillante. Andy estiró la mano, los ojos estaban rojos e irritados, quiso alcanzar las estrellas. Cuando era niño pasaba mucho tiempo en las noches viendo las estrellas, era pequeño y tonto, creyó las palabras de su 'abuelo' cuando dijo: las estrellas son las personas que han muerto y nos cuidan desde el cielo.

—Yo también... —susurró, apretando el puño con fuerza—, yo también quiero convertirme en una estrella en el cielo.

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—¿No está? —Edward se puso de pie abruptamente. Teri, que estaba sentada frente a él, se sobresaltó. El rostro de Edward volvió a cambiar, le recordó a la vez que golpeo a ese hombre. Los ojos obsidiana brillaron en furia, la loza y la copa de cristal terminaron por el suelo con un golpe sordo que llamó la atención de todos los comensales.

«Señor, lo lamento, él dijo que necesitaba comprar algo y que no necesitaba ayuda, yo me descuidé y nunca regresó. Pregunté y nadie lo vio, revisé las cámaras de seguridad y lo vi subir a un taxi, intenté contactarlo, pero...»

—No quiero tus malditas excusas John, —interrumpió—, necesito que lo encuentres y lo mantengas encerrado hasta que yo regrese, dale de comer sólo una vez al día para que vea que yo soy quien decide sobre él.

La llamada terminó y el celular de Edward casi se estrella contra el suelo—. Tranquilo, nos están viendo todos.

Edward miró a su alrededor, era verdad que estaba llamando la atención. Él era una persona que cuidaba mucho su imagen pública, sin embargo, al saber que Andy había desaparecido y pensar en la posibilidad de que se había ido con el bastardo de Arthur Hayden, o el otro imbécil con el que lo había visto, su sangre hirvió del coraje. Él nunca sería la burla de nadie, no importaba si amaba a Andy o no, nunca lo dejaría ser feliz con otro mientras ellos estuvieran casados.

Andy no debía abandonarlo. Él era quien tendría ese gusto y no la basura de Brown. Andy no podía escapar, no sin antes darle lo que se merecía. Y sólo merecía sufrir.

La imagen de Andy esa noche llegó a su mente. Su cara sonrojada, los ojos con lágrimas en la comisura, la forma en la que su cuerpo aceptaba el suyo y la curva de su espalda al sentirlo dentro. Los gemidos y su voz gritando su nombre, era una imagen digna de guardar. Andy era ingenuo y deseaba amor, no podía asegurar que no correría a los brazos de otro luego de hacerlo con él.

—No tuvo demasiado, —Susurró. Teri se acercó a él y agarró su mano.

—¿Qué dijiste?, Edward , ¿estás bien?

—Si. Vayamos al hotel, no tengo ganas de estar aquí por más tiempo.

—Pero, ni siquiera hemos hablado bien de...

—Teri, un perro se escapó de mi casa y no estoy de humor para nada. —Edward ni siquiera se dio cuenta cuánto lo había afectado la repentina desaparición de Andy. A sus ojos, Andy no era más que la fuente de sus ingresos, él se había convencido de ello, sin embargo, cualquiera que lo viera y conociera sus pensamientos, diría todo lo contrario.

Teri se sintió sumamente ofendida. No había viajado cientos de kilómetros para ser tratada de esa manera. Apretó las manos contra el dobladillo de su saco y levantó la mirada, cambiándola por completo.

—¿Un perro?, ¿de verdad estás así por un perro?, Edward , no soy tonta, dime si tienes a alguien y entenderé. —Mencionó, conteniendo su ira—. Edward, un perro siempre regresa con su amo, ¿Por qué te preocupas?, pero... creo que no es ningún perro. —Teri se dio la vuelta y se fue enojada. Edward lamentó haber hablado de esa manera.

—¡Teri, espera! —Gritó, mientras que un mesero llegaba con la cuenta. Edward pasó su tarjeta y, después de pagar, salió corriendo tras ella—. Teri, por favor.

Ella aun no subía a su auto, estaba a punto de abrir la puerta cuando él la abrazó por detrás y la pegó a su cuerpo—. Suéltame Edward. Haz cambiado, ya no eres el mismo chico de hace años ni... ni mucho menos el mismo del cual me enamore.

Era extraño, Edward no sintió la felicidad que pensaba, llegaría a sentir, sin embargo, esa extraña sensación era culpa de Andy. Si no fuera por lo que había hecho, podría disfrutar de ese momento. Podría tener una cena tranquila y armoniosa, podría sentir la felicidad que proviene de una confesión. Pero Andy, ese tonto tuvo que escapar y acabar con su buen humor.

Edward se tragó su mal humor y acarició el cuello de Teri con los labios. Besó suavemente su nuca acomodando su cabello hacia un lado. Teri mordió su labio inferior y miró su rostro sonrojado reflejado en el vidrio, detrás de ella estaba Edward, su mirada parecía llena de deseo. Deseo de tenerla—. Déjame compensar la mala noche que has pasado.

Andy no debía arruinar la noche con la persona que amaba. No importaba si se acostaba con alguien más en ese momento, él iba a regresar, y cuando lo hiciera, le haría pagar con creses la infidelidad. Teri tenía razón, un perro siempre vuelve con quien le da de comer.

Tenía a la persona que amaba en sus brazos, sentía su cuerpo temblar con cada beso que dejaba en su nuca y cuello, no había porqué pensar en un huérfano como Andy Brown.

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