CAPÍTULO 19

Cedric seguía acostado en la capa de hielo que creo, mientras tenía encima de él a Félix, quien al igual que su cuñada, ambos se encontraban bebiendo la sangre de los dos gemelos.

Fue entonces que, cuando por fin Felix dejó de beber su sangre, provocando que su piel se erizara por la calidez de su aliento, sintió como este lamía los restos de sangre en su cuello, haciendo que la entre pierna de Cedric se endureciera y levantara, por acto reflejo, sus caderas.

—Hermano, te dejo el resto a ti—dijo en un susurro, levantándose con Félix en sus brazos.

Comenzó a caminar por pequeñas capas de hielo, mientras la temperatura del lago aumentaba y poco a poco comenzaba a evaporarse. Estaba seguro de que Tomás saldría dentro de poco con Anika y el lago, con la potencia con la que su fuego lo estaba hirviendo, dejaría de existir dentro de poco.

—¿Hijo?—preguntó su padre al verlo salir—¿Quién es? ¿Dónde está tu hermano?

—Es Félix—dijo ante la sorpresa de su padre—Tomás y Anika deben de salir dentro de poco.

Sin darle más explicaciones, Cedric siguió rumbo a su habitación, donde recostó a Félix en la cama. Tras sellar con magia la puerta, produciendo una pared de hielo, se acercó hasta Félix quien suspiraba con cansancio.

—Me siento...me siento raro—dijo Félix mientras Cédric acariciaba sus labios.

—Tranquilo, yo te haré sentir mejor—respondió mientras suspiraba con mayor fuerza.

Mientras tanto, en el mundo espiritual, una mujer observaba, gracias al dios del destino, todo lo ocurría a través de espejos especiales. Sonrío con tranquilidad, al menos podían asegurarse de que Tomás y Cedric, siendo este último el paladín del destino, estuvieran protegiendo a las reencarnaciones de los hijos del príncipe Kenshi.

Tras dar un último vistazo, caminó a donde estaban sus dos doncellas, cubiertas con capas negras, mientras sostenía a un bebé recién nacido en sus brazos. Con dolor, besó la frente del niño y se la entregó a una de ellas. Ambas doncellas sabían lo que se venía; sin embargo, querían buscar alguna solución alternativa.

"¿De verdad es necesario esto, Aurora?"

"Lo es, aunque no quiera. Una vez lleguen al palacio real, denle el niño al príncipe Tadashi y díganle que es el hijo de su hermano desaparecido. Aunque no naciera directamente de su sangre, posee su misma firma mágica...así que eso bastará por ahora"

Con dolor, dio la espalda mientras ambas doncellas se fueron del mundo espiritual. Derramando varias lágrimas, recordó como fue que llegó a esa situación y como fue que los destinos de Félix, sobre todo Anika, quedaron atrapados en esa confusa red del destino.

"El sacrificio que has dado al entregar a tu hijo será recompensado"

Aurora escuchó la voz del dios del destino, y aunque trabajaba para él, sabiendo que aquello era un sacrificio necesario para intentar equilibrar un poco el desastre que la falsa santa hizo, se sentía enojada, ya que no era el dios quien tenía que pasar por todo el dolor que ella sentía. No obstante, si se quería mantener el linaje del ducado de London, debía haber algún ancestro que tuviera al menos la misma firma mágica de quien originó el linaje.

Todo por una maldita condena que cometió un hombre al momento de traicionar a la mujer que debía amar, que si bien pudo terminar de "cumplir" aquello provocó que la vida de sus hijos se afectaran. Fue así que recordó la razón por la cual Anika y Félix estaban conectados. La razón por la cual ambos, pero sobre todo ella, se les fue dado tan dolorosos destinos.

Hubo hace una vez, en un mundo distinto al de ellos, una subespecie daemoníaca llamada "shadowborns", equivalente a los vampiros, aquellos seres tenían escalas o estatus equivalentes a los nobiliarios, entre los que se encontraban las dos reinas. Una de ellas, llamada Jill, ocupaba el puesto de la primera reina.

Como reina, después de una invernación, si su caballero, el hombre encargado de protegerla, moría en batalla, buscaba un nuevo caballero para ocupar el puesto. Fue entonces que terminó encontrando a Solomon, un miembro hechicero de la orden la cual protegía.

El hombre, sintiendo odio hacia la reina por haberle arrebatado en contra de su voluntad su humanidad, decidió traicionarla con la segunda reina, la hermana gemela y enemiga mortal de Jill. Aquella traición no solo lo condujo a ella a la muerte, sino también a él. Los dioses, enojados, acordaron usar cada mundo y universo posible para hacer que ambos reencarnaran y que el alma de Jill sirviera para que la condena al traidor de Solomon fuera más cruel.

Fue así que ambos iniciaron un ciclo casi interminable de reencarnaciones, donde cada vez el alma de Solomon se fragmentaba cada vez más y más. Los daemonios, conociendo eso, idearon usar los fragmentos de Solomon para hacerse fuerte, debido a la magia tan fuerte que él poseía en su interior. Hasta que llegó un punto de inflexión, donde solo le quedaban dos posibles reencarnaciones al caballero: El príncipe Kenshi y el capitán Chris Redfield.

Debido a una manipulación intencional del espacio-tiempo de la falsa santa, se provocó que ambas vidas, ubicadas en el mismo mundo, pero una en el pasado y otra en el futuro, colisionaran y llevaran a la reecarnación de Jill al pasado. Aquello fue una paradoja, ya que se suponía que aquello era imposible, pero estaba siendo posible.

"¡La falsa santa jodió todo!"

Dijo cansada, de tan solo recordar todo eso. Ni ella tampoco entendía todo lo que pasó, habían tanto agujeros que la mareaba el hecho de intentar darle lógica a todo. Lo único que tenía claro fue que, a petición suya, el dios del destino logró separar ambos fragmentos del alma de Solomon para hacer que el fragmento en forma del príncipe volviera a su primera vida y protegerlos tanto a el cómo a Jill

Una vez ambos volvieron a su primera vida, lejos de todo el desastre tan confuso que hasta para el mismo creador le estaba costando desenredar, pudieron rehacer su vida y continuar adelante. Teniendo varios hijos, incluyendo dos gemelos llamados Zack y Lana. No obstante, incluso en ese mundo, tuvieron que seguir luchando contra la segunda reina de los shadowborn.

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