CAPÍTULO 13

La noche pasó y luego de que se hiciera más tarde de lo normal, tanto lady Serah como su hija fueron escoltadas de regreso al palacio del conde, debido a que sus pequeñas bebés las estaban esperando. No obstante, Félix decidió quedarse y seguir trabajando con Cedric.

El protector de Tomás, al ver que su primo se encontraba concentrado en el escritorio, pidió permiso y salió un momento a atender algunos asuntos con su padre; sin embargo, en vez de ir al despacho de este, fue rumbo a su habitación, el cual tenía un pasadizo secreto tras unas estanterías.

Luego de mover algunos libros, pudo revelarse la entrada y antes de llamar la atención, ingresó por el oscuro pasillo que de inmediato se iluminó de un tono verde a causa de unos cristales incrustados en las paredes. Fue allí que terminó por llegar a una cámara circular, por donde podía observar no solo lo que hacía Félix en su despacho, sino lo que hacía su cuñada y sus pequeños sobrinos en su habitación.

En el centro de la recámara, se encontraba un pequeño árbol parecido a un bonsái; sin embargo, era la copia idéntica a la forma espiritual del dios del destino que había traído de regreso a la vida a Tomás. Suspirando un poco, tocándose el hombro en señal de cansancio, llevó su mano al árbol, el cual transportó su espíritu al plano divino donde se encontraba el dios en su forma de árbol.

El lugar era un campo amplio, completamente plateado o blanco, hasta el césped era de ese color. Al fondo, en el centro, se ubicaba el árbol de gran tamaño que era la representación exacta del pequeño árbol que él tocó y que lo transportó. Abrió un poco los labios para hablar; sin embargo, los cerró enseguida. La regla de oro en ese lugar era: solo el sonido de las ramas de aquel árbol podían escucharse, por eso es que solo se podía hablar por medio de telepatía.

"¿Ya los príncipes se han reunido?"

"Mi primo y mi cuñada se encuentran en el mismo lugar, he dejado el detonante oculto en mi cajón...es cuestión de segundos para que ellos se encuentren"

"Una vez que se dé el encuentro, el tiempo empezará a correr. La santa Aurora se encuentra fuera de servicio dando a luz al próximo duque..."

"Lo sé, estoy solo hasta entonces"

Le tenía mucho aprecio, ya que sin él, no hubiera traído a su hermano de regreso después de haberlo asesinado en la primera vida. Quería evitar que él se volviera en el villano, por lo que estaba haciendo trabajo doble, no solo cumpliendo su parte del trato con los príncipes, sino también cuidando de Tomás.

"Que tus sentimientos por la reencarnación del segundo príncipe no te en cieguen...así como tu deseo de protección por tu hermano te canse, solo tienes una prioridad que debe moverte"

"Procurar el bien de ellos y restablecer el orden del espacio-tiempo que los reyes daemoniacos provocaron"

Más allá de sus sentimientos prohibidos, más allá de su carga como protector o de su deseo de ver a su hermano enderezar su vida, tenía una misión que cumplir, aun si aquello le costaba su energía mágica y vital. Aun cuando aquello lo privara de disfrutar pequeños placeres, debía procurar solo una cosa.

Mientras tanto, en el mundo de real, aprovechando que su primo se había ido por un momento, volvió a sacar el cuaderno oculto en el cajón. Fue al momento de abrirlo que entrecerró sus ojos, ya que las hojas no contenían nada. Ni siquiera algún mensaje oculto que él pudiera ver bajo el fuego de la chimenea; sin embargo, al momento de pasar las hojas, terminó por cortarse su dedo, dejando caer una pequeña gota de su sangre en la página.

Un brillo plateado surgió de ella, revelándole algo que lo horrorizó a más no poder, provocando que se levantara del asiento y se tropezara con este. Salió pálido en búsqueda de sus primos o su tío, debía evitar lo que había visto en aquella hoja.

Anika, luego de haber quedado sola un rato, tras la partida de los demás y el cambio de turno por parte de las cuidadoras, pidió que le dieran un poco de privacidad con sus hijos. Quería verlos así fuera desde su cuna, por lo que la ayudaron a llegar a una silla ubicada cerca de esta, donde los podía ver dormir.

Las crueles palabras hicieron que contuviera sus lágrimas, hasta quedar sola. Fue allí, que evitando hacer ruido, mordiendo su manta, comenzó a llorar. No era buena en nada, al menos quería poder alimentar por ella misma a sus hijos y así sentirse útil; sin embargo, sin tener sus senos, era imposible.

—¿Quieres dejar de sufrir?—una voz extraña susurró en su oído—puedes poner fin a tu vida, al fin de cuentas, nadie quisiera estar con una mujer horrenda e incompleta como tú.

Una bruma negra se colocó en su cuello, volviéndolo pesado. No obstante, sus palabras surtieron efecto, como si de hinopsis se tratara. La bruma pudo darle energía al cuerpo de Anika, para hacer que esta se levantara y volviéndola invisible, ante los ojos de los demás, empezó a manejar su cuerpo rumbo al lago.

Fue entonces que, a lo lejos, tanto Félix como Tomás pudieron ver como Anika estaba caminando encima del agua, mientras un manto de fuego maldito rodeaba el lago. Ambos hombres se apresuraron, ya que sentían energía daemoníaca muy fuerte en el lugar, algo imposible debido a los sellos santos que protegían el templo. Algo en definitiva estaba mal.

—¡Anika!—gritó Tomás.

La madre de sus hijos, por lo poco que pudo ver, había saltado a un hueco que se había formado en medio del lago, provocando que su cuerpo desapareciera en lo profundo de la oscuridad. El hombre, creyendo lo peor, con rabia, provocó que una llamarada de su fuego interno quebrara un poco una zona en específico, donde su primo y él pudieron ingresar.

—¡Joder!—exclamó a punto de caer al agua, que se encontraba tan negra que ni la luna podía iluminarla.

Gracias a que su primo era también un mago de hielo, este encantó las botas de los dos, por lo que cada paso que daban, una capa de hielo se formaba, evitando que cayeran a aquella podrida sustancia.

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