CAPÍTULO 11

Una mujer de rubia cabellera, y una chica más joven a ella, se encontraban dentro de un carruaje rumbo al templo del gran maestro del clan. Dentro de poco anochecería, por lo que ya estaban acostumbradas a usar abrigos gruesos para afrontar el frío de la noche; sin embargo, quedaron sorprendidas ante el campo verde y naranja frente a ella, que antes componía el lago y los alrededores del templo.

—¡¿Cómo se derritió tan rápido la nieve?!—preguntó lady Serah quitándose la parte de arriba del abrigo—aunque no está tan mal, el frío bajó bastante.

—¡Eso es por mí, madre!—gritó su hija—como ya entré a mi mayoría de edad, el gran Frost me ha regalado lo que le pedí: ¡Calor para el templo! Estoy segura de que pronto me otorgará ser la esposa de mi primo Tomás.

La mujer quiso regañar a su hija; sin embargo, si bien sabía que podía ella hablar con los espíritus, no estaba de acuerdo que usara su don para relacionarlo con su enamoramiento por Tomás. Por mucho tiempo había intentado unirlos en matrimonio, pero su sobrino fue tajante negándose. Por lo que su hija había almacenado la esperanza de que el gran Frost, debido a su conexión, la bendijera para ganarse el corazón de este.

—¡Sofía!—regañó su hermano, el cual estaba montando su caballo fuera del carruaje—¿Eres una usurpadora o una señorita? ¡No avergüences la casa de nuestro padre por tu obsesión!

Dicho eso, sin esperar tan siquiera el regaño de su madre por haberla hecho llorar, se colocó más adelante para evitar la cantaleta. Amaba a su hermana, pero varias veces había ocasionado problemas tanto para el cómo para su padre. Siendo ya un hombre de casi 38 años, divorciado dos veces, sin hijos debido a su infertilidad, había procurado el bienestar de Sofía y del hijo que´ella daría a luz, y que a la larga, sería el heredero de él.

—¿Por qué las mujeres se llegan a enloquecer tanto por un hombre?—preguntó en un susurro para sí mismo.

Su madre le había contado todo lo ocurrido, así como el estado de la quien sería la madre de los hijos de su primo. Aunque pudiera apoyar a su hermana, no apoyaría el hecho de que ella quisiera ocupar el puesto de esposa, cuando su propia madre le dijo que su primo tenía planes de casarse con la mujer enfermiza.

—¡Detesto a Félix!—gritó enojada—¡Yo soy mejor que esa mujer enferma! ¿Por qué no me apoya? Mi matrimonio con Tomás traería muchas ventajas al territorio de papá.

—¡Sofía!—reprendió su madre—hija, por favor, no pude dormir mucho debido al llanto de tus hermanitas. Quiero volver antes de que se haga tarde y ver como están, antes de dormir un rato, ¿Puedes evitar ese tema por mí?

Su madre estaba cansada, no solo tenía que dar leche a sus dos gemelas, sino también al nieto del líder del clan. Si bien no detestaba la idea, siempre era muy agotador aquello y sobre todo el viaje de una hora que tenían que hacer en carruaje hasta el templo.

Sofía, por consideración a la mujer, quedó en silencio el resto del camino; sin embargo, en esos minutos previos, estaba planeando como acercarse a su hermoso primo. No le importaba si ya él había tenido hijos con otra, la única esposa y el único hijo heredero del templo, sería ella y su futuro bebé con él.

Luego de que su padre lo expulsara un momento de la habitación de su cuñada, Cedric descendió a la entrada principal, donde varios de los sirvientes se encargaban de limpiar la nieve derretida en la puerta. Fue allí que pudo ver, a lo lejos, a punto de cruzar el puente del templo, el carruaje de la familia de su tío. Debido a lo mojado que estaba, tuvo que ir más lento de lo normal, colocando ansioso al protector de Tomás, quien quería ver a la persona que tanto ha amado en su vida.

—¡Tía!—saludó besando a lady Serah.

La mujer le dio una sonrisa después de que él besara su mano, luego vio como su hija, pechichona a más no poder, dio un paso adelante para estirar su mano a este; sin embargo, Cedric, quien era el más enérgico del clan, siguió de largo ignorándola. De inmediato llegó donde se encontraba Félix, quien acababa de bajarse de su caballo, sobresaltándolo un poco al momento de abrazarlo.

El hombre divorciado le recibió el abrazo y le dio una sonrisa, aunque ambos eran hombres hechos y derechos, se tenían un aprecio no solo por ser primos, sino porque eran mejor amigos; no obstante, el brillo en los ojos de Cedric cuando lo miraba era distinto.

—¡Primo!—gritó Sofía.

Fue ignorada dos veces seguidas por Cedric, al ver como este de nuevo pasó de largo, al lado de su hermano y tomando el brazo de su madre. Ella entendía el aprecio que su primo tenía a su hermano, pero a veces era desmedido y muy grosero, como prueba de ello era el ser ignorada como si no existiera en la vida del protector del heredero del clan.

 —Verá tía, creo que hice enojar a mi hermano...—explicó Cedric—por lo que si entró lo más probable es que me envíe a la frontera este por medio año, y no quiero ir allí, ¡Así que iré a mi despacho con Félix para discutir unos temas!

Sin dejar que su tía respondiera, tomó el brazo de Félix y se lo llevó a su despacho, dejando a la mujer sola frente a la habitación de su cuñada. El heredero del conde Alexander, en vez de enojarse, se río ante la actitud infantil de su primo. Si él se encontraba estresado, este lo alegraba con su actitud. Si hubiera nacido mujer, en definitiva se hubiera casado con él. Sin embargo, eran hombres, por lo que no se le pasaba nada por el estilo así.

"Lo haré que me ayude con el presupuesto para las tropas de mi hermano en el siguiente semestre, ¡Con suerte se quedará conmigo toda la noche!"

Pensó Cedric mientras terminaba de idear su plan, intentaría tener todo el tiempo al lado de Félix y más que en ese momento era de nuevo un hombre libre. No podría amarlo, ya que no estaba permitido por ley que dos hombre se casaran, pero aun así eso no evitaría que suspirara por aquel hombre de espalda ancha, piel trigueña y cabello rubio. Quien sabía, de pronto Frost se apiadara de su corazón y le brindara un deseo.

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