Capítulo 18. Tierno y cariñoso.

—La ropa que ordenó para usted —el empleado de antes, el cual tenía una insignia en el saco con la palabra “gerente” se acercó a Elio. La mirada de antes había desaparecido y solamente mostraba suma amabilidad, aunque Elio sabía que era solamente hipocresía.

—¿Dónde está la de Vicenzo? —su voz era baja, pero el gerente pudo sentir esa sensación de ser inferior a él.

—La traerán en unos momentos, puede probarse está ropa primero. —Dos empleados detrás de él levantaron las prendas y zapatos.

—Vengan.

Elio se dio media vuelta y fue hasta donde Vicenzo estaba, los dos empleados miraron al gerente y él les indicó que se apresuran. Vicenzo parecía todo un experto en moda, mostrándole algunas prendas a la chica, pero sin dejar ese tono coqueto de lado.

—Entonces, ¿este color me queda más que este? —ella levantó ambas blusas cuando señaló los colores.

—Sí, el verde resalta tus hermosos ojos; grandes y brillantes.

—¿De verdad los resalta? —Vicenzo, que estaba a punto de acariciar el rostro de la chica, giró sobre sus talones y se enfrentó a los ojos azules de Elio.

—¿Disculpa? —la chica se vio ofendida por la repentina intromisión del extraño. Estaba a punto de asegurar una conquista con un guapo y, por lo visto, millonario hombre. Un mocoso no debe ser un obstáculo en su camino—, estamos ocupados aquí, ¿Qué no ves?

—Llévenlo a los probadores, parece que el cliente se ha perdido —Vicenzo estaba dispuesto a seguirle su estúpido juego de coqueteo, pero no estaba dispuesto a aceptar que el niño interfiriera con sus conquista a mujeres. Él era un hombre heterosexual, por supuesto que tenía que buscar sexo de vez en cuando, y si Elio interfería, no iba a ser amable con él.

—No lo creo —Elio se puso de brazos cruzados y miró a la chica—, ¿ella sabe que te vas a casar pronto?

—¿Qué?, ¿una boda? —ella se veía realmente sorprendida, al igual que los empleados.

—Elio, basta, o…

—Sí, una boda, y adivina qué, yo soy el novio.

No hicieron falta más palabras para que ella dejara la ropa a un lado y se fuera convertida en furia. Si bien le atraía Vicenzo, tampoco era de esas mujeres que se meten con hombres que están en una relación. Tenía dignidad después de todo.

—¿Qué putas acabas de hacer? —Vicenzo lo miró con furia. Su abuelo realmente estaba dispuesto a arruinarle su vida solamente para que le diera un nieto. ¡Él jamás tendría hijos con el mocoso que tenía enfrente!

—Marcando territorio, obviamente —respondió con una sonrisa—, tú mejor que nadie debería de saberlo, después de todo, eres un casanova.

—Deja de decir estupideces, Elio, me arruinaste una cita —Vicenzo estaba conteniendo su irá, de otra forma, el pobre y hermoso rostro de Elio ya estuviera cubierto de sangre. Los empleados, al conocer el temperamento explosivo de Vicenzo, dejaron la ropa y se apresuraron a marcharse.

—¿Te quedarías viendo como la chica que te gusta se va con otro sin hacer nada?, por supuesto que no. No me quedaré viendo como el tipo que me gusta coquetea abiertamente delante de mí con otra persona, no esperes que te felicité y te deje ir como si nada —Elio realmente se veía enojado, como si de verdad estuviera celoso, por un momento, hasta el incrédulo Vicenzo le creyó.

—Deberías de estudiar actuación, te sale muy bien.

—¿De verdad piensa que estoy actuando?, me sorprende, señor Di Marco —Elio se acercó a él y puso sus manos sobre los hombros de Vicenzo, levantó sus pies de puntillas y le sonrió—, de verdad me gusta, no soporto verlo coqueteando con esa chica ni con ninguna otra, por favor, tenga en cuenta mis sentimientos.

La irá de Vicenzo llegó a su límite con ese acto. Nadie se había atrevido a tocarlo sin que él lo hubiera permitido. Este bastardo estaba yendo demasiado lejos con su estúpido juego de conquista. No pensó en las personas a su alrededor cuando llevo a Elio de la mano hasta un pasillo donde únicamente el personal podía entrar, lo acorraló contra la pared y agarró fuertemente sus mejillas con una mano.

—No intentes seducirme de esta manera tan cutre y asquerosa. No me interesan los hombres y no me interesas tú, así que guarda tu teatro para alguien más y no vuelvas a interferir entre una mujer y yo.

Vicenzo aventó ligeramente el rostro de Elio y salió del pasillo, Elio se quedó ahí, sosteniendo su rostro mientras gritaba internamente miles de groserías a ese hombre. Si por él fuera, lo hubiera dejado ir con esa mujer, sin embargo, sabía que el abuelo lo tenía vigilado, además, tenía un contrato que cumplir, y fuera que le gustará o no, ya había firmado, era una persona de palabra y cumplirá con cada una de las cosas estipuladas ahí.

—¿Se encuentra bien? —la chica que llevaba su ropa hacia un momento había entrado al pasillo, las mejillas de Elio se habían puesto rojas y los dedos de Vicenzo aún se podían ver parcialmente, la fuerza que uso era bastante.

—Sí, estoy bien, sólo son problemas de pareja.

Elio salió del pasillo, si no fuera por ese estúpido contrato, no coquetería así, y le hubiera roto la nariz al bastardo de Vicenzo Di Marco.

—El presidente dijo que se fuera solo, yo lo llevaré de regreso. —Uno de los empleados que iban con ellos, lo estaba esperando afuera—. Pero, primero, pruébese la ropa para pagarla.

—De acuerdo —no iba a decir nada, ni iba a buscarlo, aún estaba enojado por cómo le agarro el rostro de esa manera tan tosca. Aún le dolía la barbilla y sentía que no podía abrir bien la boca para hablar—, oye, ¿tengo una marca en la cara?

—… se ven un poco las marcas de los dedos.

—Maldito bastardo —Elio apretó las manos con fuerza, ni siquiera su padre se había atrevido a dejarle alguna marca en el cuerpo, si volvía a pasar, a la mierda el contrato.

—P-pero no se ve tan mal —los ojos azules de Elio se oscurecieron cuando bajo la cabeza y dejo que su cabello cubriera su rostro. El hombre supo que había dicho algo incorrecto y se apresuró a disculparse—, se ve lindo, de hecho.

—Golpeare tu rostro para que también se vea lindo, —el guardaespaldas paso saliva, no pensó que con ese rostro tan angelical, se pudiera ser tan feroz— me iré a probar la ropa y después… iremos por ahí.

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Elio caminaba por el bullicioso centro comercial. El lugar era enorme, con diversas tiendas de renombre, restaurantes lujosos y algunas zonas recreativas para los niños. En realidad, solamente estaba haciendo algo de tiempo antes de regresar a su encierro, quien diría que la persona que menos se esperaba encontrar estuviera del otro lado del cristal.

—Arruinarte una cita no es suficiente para que pagues por mi rostro —murmuró, viendo como Vicenzo ordenaba algo del menú—, iré a hablar con tu jefe, espera aquí o ve por ahí. —El guardaespaldas asintió, aunque Elio no era su jefe y no podía darle órdenes, sintió que no sería correcto detenerlo.

Vicenzo estaba conversando amenamente con un hombre que se veía de la misma edad que él. Sin embargo, la repentina llegada de Elio logro echar a la borda todo su buen humor.

—¿No te habías ido ya? —su rostro se ensombreció al verlo. El hombre a su lado miró a Elio con lástima. Nadie que hiciera enojar a Vicenzo Di Marco podía librarse de ser humillado.

—Quiero disculparme contigo —el rostro de Elio se veía sumamente arrepentido, el brillo en sus ojos y el pestañeo, le hacía lucir demasiado tierno para cualquiera, sin embargo, el rostro de Vicenzo se ensombreció aún más.

«Tks, mostrándose tan débil.» Sin duda, Elio tenía experiencia coqueteando con las personas, «quien sabe a cuántos más les has mostrado esa apariencia tuya», pensó.

—Elio, vete antes de que pierda la paciencia.

—¿Ese es tu nombre?, es lindo —el acompañante de Vicenzo se puso de pie y extendió la mano hacia Elio—, soy Bastian, el único amigo de este lobo solitario —al menos era un poco más agradable que Vicenzo, sin embargo, eran amigos, no podía confiar en esa amabilidad.

—Mucho gusto, Bastian —Elio le sonrió y extendió la mano hacia él, Vicenzo, que aún estaba sentado, miró como esos dos se saludaban amistosamente. Elio tenía esa mirada inocente y tierna que tanto amaba su amigo, y Bastian tenía expresión de haber encontrado su próxima presa.

—Vicenzo, ¿por qué no me habías presentado a esta hermosura?, si estás libre, podemos ir a algún bar por la noche.

—No, yo, yo tengo que disculparme con Vicenzo de forma correcta —el mencionado levantó una ceja al escuchar eso, aunque ni siquiera estaba viendo a Elio—, Vicenzo, por favor, habla conmigo, yo… estoy arrepentido, perdóname.

Elio se puso en cuclillas a su lado y agarró su brazo, Vicenzo lo miró de reojo. Las mejillas de Elio estaban un poco rojas y sus ojos tenían un brillo de inocencia que no había visto en ninguna de sus parejas sexuales. Su voz también era demasiado cariñosa, tal vez por su edad, o por qué sabía actuar bien, pero algo de todo eso hizo sonreír al amargado Vicenzo Di Marco.

—Vete, tengo una reunión con Bastian en este momento, hablemos después. —Elio se puso de pie rápidamente. Su vergüenza aumento en demasía. Si ya era suficientemente vergonzoso actuar como enamorado, interrumpir en una reunión que, seguramente era importante, lo hacía aumentar a un nivel descomunal.

—Oh, lo, lo lamento tanto, no quise interrumpir así —Elio se puso sumamente nervioso, sus mejillas, antes rojas por la vergüenza que le producía coquetear con ese bastardo, enrojecieron mucho más por la vergüenza de hacer eso frente a quien era un socio de Vicenzo—, entonces nos vemos, hasta luego.

Se despidió rápidamente y se fue casi corriendo. De verdad odiaba tener que comportarse de esa manera, esa personalidad no era la suya. Si por él fuera, le hubiese gritado sus verdades al bastardo de Vicenzo Di Marco.

—Que belleza —Bastian lo miró hasta desaparecer entre la multitud.

—¿Belleza?, es un hombre, Bastian, ¿cómo puedes decir eso de él? —Vicenzo bebió un poco del vino de su copa mientras veía como Bastián se recargaba sobre el respaldo de la silla. A una chica se le puede decir belleza, ¿pero a un hombre?

—Si. Es una belleza, amigo. Míralo, tiene el rostro de un niño, tierno y cariñoso, su voz es dulce, su cabello se ve sedoso, pestañas largas y hermosos ojos, si me lo hubieras presentado antes, ya lo tendría debajo de mí gimiendo a todo volumen.

—Que asqueroso eres, no me quiero imaginar a un hombre gimiendo por sentir placer dado por otro hombre.

—Eso es demasiado homofóbico de tu parte, sin embargo, no todos tenemos los mismo gustos —Bastian sabía que, aunque Vicenzo hablara de esa manera, no era lo que pensaba realmente, después de todo, habían tenido citas dobles y él obviamente llevaba a un hombre consigo, tal vez sólo era porque el chico le irritaba.

Vicenzo era amante de esa frase que decía; cuántos más gays existan, mucho mejor para mí, más mujeres de las cuales disfrutar.

—De cualquier forma, es un niño aún.

—Y eso es lo que lo hace más divertido. Es un chico que no ha tenido suficientes experiencias, o tal vez ninguna, por eso yo seré su maestro. Le mostraré lo bien que se la puede pasar conmigo.

—Bastian, Elio jamás te hará caso, eso es seguro. Además, ese chico como novio sería demasiado posesivo, no creo que lo quieras.

—¿Por qué no?, soy atractivo y tengo dinero, ¿O lo dices por qué anda detrás de ti?, por favor, ambos sabemos que eres completamente heterosexual, y cuando entienda eso, será muy sencillo para mí ir tras él. ¿Y lo posesivo?, joder, como si no me conocerías. Puedo hacer mi sumiso a quien quiera y ni siquiera se atrevería a cuestionarme algo —Bastian tomo un poco de vino y luego dejo la copa en su lugar—. O, podrías hacerlo más sencillo y darme su número, yo me encargaré de hacer que deje de perseguirte.

—¿Darte su número?

—Si. Mira, amigo, sé cuánto te irrita tenerlo detrás de ti, puedo hacer que se interese en mí y así puedo ayudarte y ayudarlo.

—Inténtalo —Vicenzo le mostró el celular, en el contacto telefónico de Elio para que Bastian pudiera copiar el número—, después me dices como te va… no, no, ¿sabes qué?, mejor no me digas nada. Solamente, mantenlo mil kilómetros lejos de mí.

—Así lo haré, querido amigo.

La sonrisa en el rostro de Bastian se volvió peligrosa, justo como un cazador cuando mira a su presa.

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