Capítulo 15. Reencuentro.

—¿Justo? —Luka estaba irritado, sin embargo, era el hombre que le salvó la vida e incluso le ayudo a cargar a la chica hasta esa habitación, tal vez tenía un poco de razón, pero solamente un poco.

—Si. La mano herida es mi mano derecha, estaré indefenso hasta que sane la herida, y como he perdido mucha sangre, creo que será durante bastante tiempo, además, la herida es demasiado profunda.

—Tienes un montón de guardias, ¿Por qué me necesitas? —cuestionó. Dragón estaba en lo cierto, no obstante, Luka preferiría mantenerse lejos de ese hombre.

—Nadie es tan lindo como tú, es cuestión de estética —dijo. Luka casi se reia, el hombre no era feo, pero el parche en su ojo le daba un aspecto atemorizante. Quién sabe si sin eso se vería más amigable.

—Hablemos de eso después de atender tu herida —Dragón sonrió, al menos no se había negado—, pero no podemos ir a un doctor, entonces… —un quejido desde la cama hizo que ambos miraran hacia ahí. La chica estaba recobrando el sentido, por suerte, no habían usado tanta droga y despertó antes de lo previsto.

—¿Dónde estoy?, ¿quiénes son ustedes?, ¿Qué me hicieron? —preguntó alarmada luego de recobrar por completo el sentido. Reviso su ropa y estaba acomodada, lo último que recordaba era haber sido sujetada con fuerza por la espalda y ser arrastrada hacia un callejón, quien sabe si fue el golpe en la cabeza o el objeto que colocaron en su rostro, pero quedó inconsciente.

—Te salvamos —dijo Dragón—, y ahora que estás despierta, puedes agradecernos —la chica retrocedió hasta quedar contra el respaldo de la cama. El hombre frente a ella realmente le daba miedo. No parecía de los que salvan a otros.

—Escuche tus gritos y me acerque a ver, pero cuando llegue, tres tipos estaban quitando tu ropa —explicó Luka, la chica se relajó un poco, este se veía más amable, pero sus palabras le causaron temor.

—¿Me… me violaron? —su rostro se deformo entre el miedo, la angustia y el llanto.

—Por suerte no, llegué a tiempo, él también me ayudó a ahuyentarlos, o ninguno de los dos estaríamos aquí.

—Muchas gracias, a ambos —ella bajo la guardia. No había motivos para temer, estaba inconsciente y pudieron hacer lo que quisieran, pero se quedaron lejos de ella. Después de todo, las apariencias engañan y Dragón ya no le resultaba tan temible.

—Ahora que estás despierta nos iremos, puedes quedarte hasta la mañana, la habitación ya está pagada.

—Muchas gracias.

Ellos asintieron y salieron de la habitación.

—Las llaves —Dragón saco de su bolsillo las llaves de la Suburban y se las dio a Luka, él las agarro y ambos subieron a la camioneta.

—¿A dónde vamos?

—Con un médico —dijo.

—Dijiste que no podías ir a los hospitales.

—Y es verdad, pero tengo un doctor privado. En mi trabajo ocurren muchos accidentes, y cuando no puedes ir a un hospital, entonces necesitas a alguien de confianza para que cuide de tu salud.

—De acuerdo, sólo dime para dónde tengo que ir.

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Elio estaba recortado sobre la enorme cama, el colchón era cómodo, había ventilación y un silencio aterrador. Eran las tres de la madrugada y no había podido dormir. A pesar de llevar ya un par de días en ese lugar, ni siquiera se sentía como si pudiera ir libremente al escusado.

Rodó sobre su hombro izquierdo y se acurrucó en la cama abrazando el mullido edredón. En unas horas los rayos del sol comenzarían a asomarse desde el Este, ese día había tenía que renunciar a su empleo y darle la bienvenida a su nueva vida.

Iba a entrar a la universidad, sin embargo, no se sentía tan emocionado como creyó que lo estaría. Tal vez porque la forma en la que consiguió la entrada a una universidad exclusiva, era incorrecta. Solamente estaba casándose con un maldito mafioso millonario y tenía todo por lo que un día soñó que iba a luchar.

Aunque anhelaba todo eso, no era la forma correcta. No para él. Porque, ni siquiera gustaba de esa persona y tenía que vivir a costa de eso, por supuesto, iba a tener un trabajo medio tiempo y algunas “misiones”, de cualquier forma, lo único que podía sentir, es que se estaba prostituyendo.

Además, en menos de una semana, ese hombre regresaría y lo encontraría ahí, en su habitación, usando su baño y durmiendo en su cama. Gabriele dijo que no le había contado nada, para demostrarle a su nieto, que aunque él era el nuevo líder y representante de sus empresas, aún había poder en los más viejos.

Dijo que podía conquistarlo, sonó tan confiado en sí mismo en ese momento, sin embargo, ahora estaba aterrado. Quién sabe que le hará el día en que lo encuentre ahí.

—Mierda, que este infierno acaba pronto.

A la mañana siguiente, Elio se levantó temprano, apenas y había dormido una hora cuando la alarma de su celular lo despertó. Con cansancio, se arrastró por la cama y se fue a dar una ducha con agua fría, tal vez así podía despertar.

No fue tan difícil como pensó que sería, el licenciado entendió muy bien su situación e incluso se condolió de él.

Después de salir, no tenía ánimos para regresar a ese lugar, necesitaba despejar su mente y decidió ir a dar una vuelta por uno de los parques más grandes de la ciudad, tal vez si caminaba todos los kilómetros, podía dejar de atormentarse con la decisión que no podía cambiar.

Caminaba a paso lento, dejando que el viento golpeara su rostro y se llevará todas sus preocupaciones. Si no hubiera sido por el sonido estruendoso de su teléfono, Elio hubiese chocado con un árbol.

—Hola —respondió, apenas con ganas.

[Elio, ¿Estás libre esta noche?, sé que es mitad de semana, pero celebraremos el cumpleaños de Enrico, ¿Quieres venir?]

—De acuerdo —dijo después de un minuto en silencio.

[Perfecto, voy por ti a las…]

—No hace falta, envíame la dirección y seguro llegaré.

[De acuerdo, nos vemos]

Solo unos segundos después, la dirección había llegado.

Elio guardo su celular nuevamente. Hace unos momentos estaba por decir que no, sin embargo, hacía años que no salía a divertirse, aunque tampoco le agradaba la idea, prefería eso a estar encerrado en esa mansión enorme y extraña.

Decidió ir al centro comercial a comprar un regalo, aunque no sabía exactamente qué le gustaba en ese momento a Enrico, tenía una idea bastante vaga de lo que hubiese querido en el pasado, únicamente esperaba que le gustará el obsequio.

Detuvo a un taxi y se fue, tenía dinero de sobra para comprar lo más caro que pudiese ver, Gabriele apenas le había dado la tarjeta JPMorgan Palladium, sin embargo, Elio no se atrevería a utilizarla en ese momento, ni en otros, solamente que fuese estrictamente necesario. Prefirió sacar de su tarjeta común y corriente el dinero para pagar el regalo.

Caminaba lento por los pasillos del centro comercial, mientras miraba cada escaparate y se detenida de vez en cuando para ver algo más detalladamente.

—Disculpe, señorita, ¿podría envolverlo para regalo?

—Por supuesto, un momento.

Elio mirada alrededor, el lugar era hermoso y no había mucha gente, lo cual era muy conveniente. Estaba observando un par de anillos de matrimonio en el aparador, luego miró su mano preguntándose si algo así se pondría en su dedo anular pronto, o simplemente firmarían un acta.

Su celular sonó y el dejo de ver los anillos.

—Hola, señor —dijo una vez que puso la bocina sobre su oído.

[Elio, ¿sucedió algo?, son más de las dos de la tarde y aun no regresas]

Elio se sintió abrumado y todo su buen humor (que había conseguido gracias a que estuvo buscando el obsequio perfecto), se esfumo. Apenas era la primera semana y buscaban controlarle el tiempo.

—Ya renuncie, pero no volveré hoy, iré a la fiesta de cumpleaños de un amigo…

[¿Cumpleaños?, Elio, recuerda que…]

—Con todo respeto, señor Gabriele, pero no firme un contrato de esclavitud, puedo salir e ir a fiestas cuando yo quiera, en ninguna cláusula dice que no debo o puedo salir —el tono que uso fue bastante fuerte, pero sin llegar a ser grosero. Y aunque Elio no lo vio, el anciano sonrió con satisfacción.

[Solamente iba a decir que recuerdes cuidarte y no bebas mucho, si necesitas algo o al chofer, no dudes en mandarle un mensaje a Marcello]

—Sí, muchas gracias.

La llamada terminó. Elio sintió que había sido demasiado brusco con sus pablaras, sin embargo, no pensaba retractarse. Si doblaba la mano una vez, seguiría siendo presionado una vez más y luego otra y otra, hasta que solamente queden los vestigios de ese Elio que no se deja dominar por nadie.

—Aquí tiene, ¿está bien?

—Sí, perfecto. —Recibió la caja negra con un listón dorado. Se veía hermosa.

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Elio estaba parado frente a un enorme edificio departamental, había personas que entraban y salían ocasionalmente. Tenía la caja en su mano derecha y el celular en la izquierda.

Dio un pasó, sin embargo, hacía años que no los veía, sentía que se extendía una enorme brecha entre ellos y él.

—¿No vas a entrar? —La voz a su lado le hizo girarse de prisa.

—H…hola, A…Alonzo —sus mejillas se enrojecieron, se sentía idiota por tartamudear delante de la persona que le había gustado un día. Pero los nervios por estar ahí y verlo, hacían que en su garganta se formara un nudo.

—Han pasado años, Elio, pero no has cambiado en absoluto —la sonrisa en su rostro se hizo extensa, Elio sintió que esa persona brillaba, justo como en el pasado. Alonzo extendió la mano y la posó sobre la cabeza de él, su toque era cálido y su corazón pálpito con fuerza, cosa que le asusto y retrocedió—, oh, lo lamento, no quise incomodarte.

—N-no, no es eso, me tomaste por sorpresa —dijo, algo apenado.

—Han pasado mucho tiempo, pero siento como si entre nosotros no hubiera cambiado nada. Recuerdo que me dejabas acariciar tu cabeza, supongo que si has cambiado.

—Solamente fue un reflejo, pero, puedes… si quieres, digo —la sonrisa en el rostro de Alonzo se paralizo, realmente no esperaba esa respuesta—, no, no, olvida lo que dije, yo…

—Vamos, la reunión está por comenzar —Alonzo vio lo nervioso que se puso, incluso puso un mechón de cabello detrás de su oído, justo el gesto que hacia cuando no sabía que decir o como decirlo.

—Sí, vamos.

Elio camino al lado de él y ambos entraron al edificio. Aunque el ambiente se sentía un poco incómodo, Elio estaba feliz de verlo, sin embargo, había muchas preguntas que quería hacerle.

La reunión fue un tanto alocada. No habían cambiado mucho, por suerte. Lo sintió como si hubiese regresado a esa época. A pesar de que habían pasado años, aun pudo conversar como si no se hubieran separado mucho.

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—Que tenga un buen día, vuelva pronto.

La recepcionista del hotel le dedico una sonrisa. La noche anterior había estado ahí durante varias horas hasta la madrugada, Enrico y Gianni vivían juntos y no tenían una habitación para invitados, Alonzo le ofreció llevarlo a casa, pero no quería ir a esa mansión, y si regresaba a su casa iba a preocupar a su familia.

Miro su teléfono, el cual había vibrado en su bolsillo, un mensaje de Alonzo le hizo sonreír al instante.

[Qué tengas un buen día, no te olvides de comer]

—Tú también —escribió.

Su humor moribundo mejoro repentinamente. Se encamino hasta la avenida principal y pidió un taxi para regresar a esa enorme mansión. Caminó hasta la mansión, nunca se iba a acostumbrar a ese lugar.

—Elio, que bueno que llegaste —Gabriele estaba en la sala de estar leyendo las noticias matutinas y los informes sobre el mercado a nivel mundial.

—Buenos días.

Elio ocupo un lugar en los sillones, Salvatore llegó desde la cocina con una taza de café humeante.

—Elio, ven conmigo —Salvatore le dio un sorbo a su café y después lo dejó sobre una mesita y salió por la puerta trasera siendo seguido por Elio.

—¿Necesita algo? —el patio trasero estaba ocupado por varios hombres con armas largas, Elio ya se había acostumbrado, sin embargo, aún le causaban escalofríos.

—Scorpio —dijo Salvatore, el chico se acercó a él y le entrego un arma, Salvatore movió algo en el arma y la apunto directo a la cabeza de Elio. Él retrocedió al instante, completamente en pánico—, llego el momento, Elio.

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