Capítulo 09. Baby, te encontré.

La noche estaba en su mejor momento, en un casino-bar de la ciudad, un hombre intimidante, observaba el bullicio que había abajo, en el casino más famoso del país. Los hombres adinerados, políticos, empresarios o criminales, apostaban a manos llenas, las mujeres hermosas bebían de los mejores vinos mientras apoyaban a esos grasientos sujetos.

Movió el vaso de whisky con elegancia, bebió un sorbo, el último, de hecho, y luego lo coloco en la charola que el mesero sostenía. El joven, ya enterado de lo que debía hacer, puso más hielo y sirvió otro poco.

—¡Señor, por favor, perdóname!, ¡no sabía lo que hacía!, Además, esos bastardos tenían a mi familia, no podía negarme.

Lloró un hombre de unos cincuenta años.

Aquel sujeto estaba tirado en el suelo, bañado completamente de sangre y con algunos dientes faltantes. Él lo ignoro, lo cual se interpretó como un golpe más, y así fue, uno de sus hombres le dio una fuerte patada en el estómago.

El hombre se arrastró hasta sus pies y agarró con desesperación su zapato. Su rostro estaba contra el suelo mientras suplicaba por su vida.

—Suéltame, basura —él tiro con fuerza de su pie y, una vez libre del agarre, lo coloco sobre la cabeza del sujeto—, debiste pensar dos veces antes de traicionarme.

—No pude, se lo juro, ¡No quería hacerlo!, Ellos me obligaron —el hombre seguía llorando y gritando. Ahora que su traición había salido a la luz, temía que su familia pagará las consecuencias de sus malos actos. Sin embargo, ya sea los Bernocchi o los Di Marco, iban a matarlo.

—Nadie en su perra vida puede traicionar a Alessandro Bernocchi y salir vivo, ¿Escuchaste?, ¡Nadie!

Alessandro coloco un arma nueve milímetros automática detrás de su cabeza. El hombre se encogió en el suelo, gimoteando. Todo su cuerpo se helo al escuchar como Alessandro cargaba el arma. Fueron dos segundos de tensión, pero, para él, se sintieron como dos mil años.

—No, no mereces que mache mi arma con tu sucia sangre —dijo. El tipo en el suelo se sintió aliviado—, Asher, sabes que hacer.

Asher, la mano derecha de Alessandro, se acercó al hombre en el suelo y lo arrastró hasta una puerta trasera. Desde ahí, había unas escaleras que bajaban al sótano, lo empujó sin ningún cuidado y él rodó hasta abajo. Al llegar, el hombre había muerto por múltiples heridas en la cabeza y el cuello se había roto.

—Tírenlo a los tiburones —ordenó. Los dos guardias recogieron el cadáver y lo llevaron a una camioneta negra, después, salieron del casino.

Asher regreso al segundo piso del establecimiento. Alessandro estaba sentado en un enorme sillón negro de piel, una hermosa mujer de piel trigueña estaba sentada a su lado. Él estaba leyendo unos papeles atentamente.

—¿Qué quieres? —preguntó, irritado. Asher no había hablado, pero mantuvo sus ojos puestos en su jefe, obviamente Alessandro noto esa mirada y no dudo en preguntar.

—Lo encontré —dijo.

Alessandro, dejando los papeles a un lado, se levantó apresuradamente y caminó hacia él. Asher fue sujetado del cuello con brusquedad, Alessandro lo coloco contra la pared y lo miró con ojos inquisitivos.

—Si es información falsa, vete despidiendo de tu vida —advirtió.

—Lo he comprobado, es él —dijo—, es Elio Mancini.

Asher entregó una memoria USB que sacó del bolsillo interno de su saco. Alessandro lo soltó, miró fijamente aquella memoria, casi como si tuviera los secretos más turbios del país.

—Dale un millón a la esposa de ese bastardo traidor, dile que su esposo murió en una embarcación en el océano pacifico, no dejes que se entere que clase de basura era —dijo, mientras guardaba el USB en su bolsillo. Alessandro, aunque era un hombre despiadado, siempre se había mantenido leal a sus tres principios: no matar inocentes, niños ni mujeres, al menos no a las que no tenían nada que ver en ese negocio.

—Kai, estaré en mi oficina, que nadie me moleste. —Alessandro miro a la chica—, busca a mi hermano, él tiene lo necesario para hacer la venta de forma segura a los rusos, encárgate de eso —ella asintió—, si eso es todo, adiós.

Alessandro caminó hasta una puerta negra y se encerró en esa habitación.

Se sentó frente a la computadora, sacó la USB de su bolsillo, la inserto y abrió la carpeta con toda la información recopilada de Asher.

Había fotografías de ese niño, la información sobre su cumpleaños, su familia, su empleo, y la dirección de su casa.

Por fin, después de cuatro años en su búsqueda había dado con él.

Alessandro aún recordaba, como si hubiese sido el día anterior, la primera vez que lo vio.

En ese momento Elio apenas tenía quince años, trabajaba a medio tiempo como repartidor en una pizzería. Él iba pasando en un callejón cuando lo vio, el chico estaba peleando con un par de pandilleros de la zona.

Alessandro, al ver qué superaban en número a Elio, fue en su ayuda. Ambos pelearon juntos, cubriéndose la espalda mutuamente. Para Alessandro, fue como si hubiese encontrado a su alma gemela. La hermosura, pureza y fiereza, estaban en una misma persona. Había estado involucrado en varias “relaciones”, buscando esa chispa que lo hiciera caer por completo ante los pies de una persona.

No era cuestión de generó. Él buscaba a alguien a quien amar, tal vez, de una forma enfermiza. Y solamente bastaron algunos minutos a lado de Elio, para decidir que era él a quien tanto había buscado.

Fue tan excitante, tan natural, combinaban sus golpes, se protegían mutuamente, era como si estuvieran unidos por alguna fuerza sobrenatural.

—Muchas gracias por ayudarme. —Esas fueron sus palabras y esa voz tan angelical se quedó grabada en su mente y corazón—. Lo siento, tengo que irme, te lo compensare otro día, adiós.

Alessandro estaba tan embelesado con la belleza de Elio, que ni siquiera pudo responder o preguntar su nombre, para cuando recobro los sentidos, la motocicleta se hacía pequeña por la carretera.

Después de ese día comenzó a ir más seguido por ese rumbo, desviándose completamente de su recorrido habitual, sin embargo, nunca volvió a ver a ese chico.

Habría querido ser siquiera su amigo, su búsqueda fue infructífera, preguntó por él a los vecinos, incluso busco en la pizzería, pero nunca encontró nada que lo llevara al paradero de Elio. Ahora que ya sabía sobre su paradero, no lo dejaría ir nuevamente.

—Baby, te encontré.

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La puerta fue derribada de una patada, el hombre regordete se sobresaltó al instante, se levantó del sillón de piel, agarro el arma a su lado, en la mesa de vidrio, mientras agarraba sus pantalones, la mujer, que estaba sentada sobre él, también acomodo su vestido.

—¡¿Quién mierda se atreve a interrumpir?!

Sus ojos se agrandaron al ver entrar a ese hombre vestido completamente de negro, la cabeza de un dragón pintada en su cuello, sabía que el resto del cuerpo estaba distribuido en su hombro y brazo, el parche en el ojo izquierdo era sinónimo de respeto.

Otros cuatro hombres entraron también, rodearon al hombre, mientras que Dragón ocupaba la silla de piel detrás del escritorio.

—Vaya, vaya, creo que te la estás pasando bien aquí —dijo, subiendo sus pies sobre el escritorio—, baja el arma, David, no querrás que me ponga brusco, ¿verdad?

El hombre se puso nervioso al instante y bajó rápidamente el arma, la chica, presa del pánico, salió corriendo de la oficina dando un portazo.

—Señor Bernocchi, que, que gusto tenerlo por aquí —David tenía una sonrisa nerviosa, el sudor recorría su frente y su rostro se había puesto pálido. Trataba de abotonar su pantalón de forma torpe, después, sus manos temblorosas pasaron a su camisa, abotonando desordenadamente cada botón.

—Dos años, mi querido amigo, dos putos años te supiste esconder bien. Justo como un rata temerosa de una serpiente.

—No es como usted piensa, señor —el hombre fue agarrado por los hombros y arrodillado frente al escritorio—, no me escondí.

—¿No?, entonces, ¿Por qué te mudaste, dejaste a tu familia y cambiaste tu nombre a Lian? —Dragón se puso de pie y camino hacia él, desenfundo el arma que traía a un costado de su cuerpo y la puso en la frente de David—, mi hermano está muy enojado, agradece que me encargo el trabajo, o tus hijos y esposa serian comida para peces.

—No, no le haga nada, puedo decirte todo lo que quieras saber, te diré todo, pero no los lastimes. —El hombre golpeo su cabeza contra el suelo y suplico por la vida de sus seres queridos, y por la de él mismo.

—No. Ese problema no tiene nada que ver conmigo, iras con Alessandro y se lo contaras tú mismo.

—Pero el señor Alessandro me va a matar en cuando me vea entrar por la puerta.

—Ese ya no es mi problema —Dragón volvió a meter el arma en la sobaquera a su costado izquierdo—, pero si le demuestras que eres útil, créeme que te mantendrá con vida, claro… hasta que acabe de utilizarte.

—¿Y, y después de eso?

—Veamos, tienes dos probabilidades. Primero, te manda a visitar a los tiburones, o, te manda a otro país para que nunca regreses. Todo depende de tu suerte y lo útil que resultes, por supuesto.

—¡Jefe, hay un problema con…! —el joven se quedó paralizado en la entrada. La imagen que tenía frente a él no era para nada justa. Cinco personas armadas estaban intimidando a su jefe, el hombre que le había ayudado con un bastardo acosador, a sus ojos, era una buena persona, a pesar de lo turbio de su negocio—, ¿Quiénes son ustedes y qué están haciendo?

—Son problemas de adultos, niño, no te metas. Mejor vete —dijo Dragón.

—¿Niño?, soy más hombre que tú, hijo de perra, ¿te parece bien intimidar a un hombre mayor?, ¿te crees muy valiente por qué traes armas y hombres contigo?

—Luka, está bien, no me paso nada, tranquilo, no quieres meterte con esta gente. —David se puso de pie y trató de calmarlo. Luka era un defensor de las personas, no podía evitarlo, siempre terminaba en peleas por defender a los demás. Agradecía su ayuda, aunque sabía que no lo merecía. Tampoco quería que provocara la ira de Dragón, o terminaría peor que él.

—Que bien, conseguiste un perro protector, lástima que es un Pomerania —se burló Dragón.

—Que lastima que tú ni a eso llegues, ciclope —Luka se cruzó de brazos y sonrió con burla.

Los hombres de Dragón rodearon al chico, todos con las manos en sus armas, apuntaron directamente al joven, Luka ni siquiera pestaño, incluso lo miro más fríamente.

—Bajen las armas, dejen al lindo perrito —Dragón se acercó a él y lo agarro con fuerza por la barbilla—, o debería de decir, perrita.

La paciencia de Luka llego a su límite y piso con fuerza el pie de Dragón, sus labios temblaron por el coraje y levanto la mano contra aquel hombre.

—Luka, basta, no te metas con ellos —David lo agarro de las manos y le tapó la boca con su mano libre.

—Más te vale que lo mantengas amarrado, o la próxima vez no seré tan permisivo con él.

Dragón salió de la oficina siendo seguido por su séquito de guardaespaldas. Luka se quedó tratando de salir de agarre de su jefe e ir y gritarle una docena de cosas. Odiaba a las personas arrogantes y abusivas, ese hombre tenía ambas cosas.

—Señor, ¿Por qué no nos dejó darle una lección a ese bastardo? —pregunto uno de los guardaespaldas.

—Recuerda, no lastimamos a inocentes —dijo acomodando sus guantes—, además, parece un Pomerania, lindo y pequeño.

El hombre arqueo la ceja, confundido. Nunca había escuchado a su jefe hablar con un tono tan ligero, además, tenía una sonrisa coqueta, cosa que nunca había visto en él.

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—Luka, ¿Qué problema hay? —David lo soltó y lo hizo sentarse en una de las sillas frente al escritorio.

—Ese tipo, ¿qué se cree? —mascullo.

—Olvídate de él, es un hombre peligroso —David ocupo su lugar—, mejor dime, qué problema hay.

—La máquina traga monedas número dos no está funcionando, un cliente saco casi todo el dinero.

—Bien, bien, llamaré a ese idiota, ahora, por favor, ve a encargarte de que le den el dinero correspondiente… tengo dolor de cabeza.

—¿Es por ese idiota?, si puedo ayudarle, lo haré.

—Ojalá muchacho, pero con esas personas no te debes meter…

—¿Tan peligrosos son? —David no sabía si reír o llorar. Luka los había visto usando armas y aun así se atrevía a preguntar eso.

—Sólo, mantente alejado, ¿de acuerdo?

Él asintió—. De acuerdo.

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