Capítulo 04. La decisión.

Elio sabía que no tenía fácil que su familia aceptará o estuviera de acuerdo con esa locura, ni siquiera él mismo estaba convencido. Sin embargo, estaba convencido que lo apoyarían sin importar que.

La cena transcurrió con tranquilidad, entre conversaciones triviales y alguna que otra broma, lo que le ayudo a tranquilizar sus nervios y actuar como solía hacerlo. Elio esperaba que la hora de recoger la loza nunca llegará, estaba bien como estaban las cosas.

Su madre pudo notarlo. Él hablaba la mayor parte del tiempo durante los alimentos, solía comunicarse bien con ellos y ese día era totalmente distinto, apenas y artículo algunas palabras. Elio pensó que podía engañarla, pero, para su mala o buena suerte, era como un libro abierto ante los ojos de Isabella.

Isabella había hecho té para beber un poco antes de ir a la cama. Ellos se quedaron a tomar un poco mientras en la pantalla se proyectaban las noticias de la noche: habían encontrado un barco abandonado lleno de resto de humanos.

Elio, aunque tenía la vista puesta en el televisor, ni siquiera le prestaba atención. Sus pensamientos estaban puestos en otras cosas, soltó un suspiró, mientras tomaba un sorbo del líquido caliente de su taza.

—Hermano, mamá... quiero comentarles algo.

Ellos le prestaron suma atención al chico que, cabe mencionar, estaba casi temblando de los nervios. Elio miraba atentamente el líquido en su taza, viendo su reflejo en ella.

El padre de Elio, Dante Mancini pertenecía a la familia Mancini Rizzo, una mafia que comenzó a tomar parte del este del país hace algunos años, cuando él apenas era un niño.

No obstante, su padre había sido destituido de su puesto por la ambición de poder de sus hermanas. Por esa misma razón, la familia Mancini había sufrido problemas económicos y habían tenido que trabajar en lo que fuera.

Ellas habían causado mucho daño a su familia. Ninguno miembro de la familia formada por Dante e Isabella pertenecía ya a esa mafia, a excepción de una de sus hijas. Su abuelo había insistido en que Carlo, como el primogénito, tomara las riendas del negocio tras la muerte de su padre, sin embargo, él lo había rechazado para ya no tener nada que ver con la mafia.

Y ahora, justo en ese momento, estaba por decirles que el jefe de la mafia de la familia Di Marco le había propuesto casarse con su hijo.

La madre de Elio agarro la mano de su hijo, que permanecía sobre la taza con su nombre impreso en ella.

Ella era una mujer hermosa, amable y muy comprensiva con sus hijos. Tenía una muy buena comunicación con todos, a pesar de ser tantos en esa familia. Siempre sabía que decir, cuando y como.

—Dinos, hijo.

Isabella, podía sentir la preocupación de su hijo. Era como un sexto sentido materno. Elio siempre había expresado sus pensamientos, incluso si eso resultaba incómodo para los demás quienes, de hecho, no estaban acostumbrados a escuchar sus verdades tan directamente.

Elio estaba agradecido de tener una madre como ella. Sabía que podía confiarle cualquier cosa y ella, sin importar nada, iba a darle el mejor consejo, pero sin obligarlo a hacer nada que no quisiera.

—Bien. Conocen al señor Di Marco, ¿no?

Ellos asintieron en forma de respuesta.

Isabella había trabajado durante muchos años con el señor Luigi Mandeli y estando a su lado había llegado a conocer a diferentes jefes de la mafia, entre ellos el señor Gabriele Di Marco.

Por otro lado, Carlo, lo había conocido en una reunión de trabajo, porque Gabriele Di Marco, a pesar de ser un mafioso, era un empresario "recto" en el mundo de los negocios. Carlo se había reunido con varios empresarios para un evento televisivo, fue donde tuvo el placer de conocerlo. Aunque su primera impresión fue de un hombre autoritario y sin escrúpulos.

—¿Qué pasa con él?

Carlo se mostró un tanto impaciente por lo que su hermano menor iba a decir. Elio simplemente respiro profundamente y dejo salir todo el aire pocos segundos después.

—Digamos que nos encontramos. Él... me hizo una propuesta. —Elio dejo su taza a un lado y entrelazo sus manos sobre la meza, tal vez buscando valor para hablar. Guardo silencio durante varios segundos antes de soltar la bomba—. Quiere que me case con su hijo.

Su hermana menor, que estaba tomando té, lo escupió en el comedor.

Nadie dijo nada respecto a esa reacción puesto que todos estaban procesando la información.

Isabella dejó su taza a un lado. Lo miro por unos segundos y trato de entender el motivo del señor Gabriele Di Marco para querer que su hijo se casará con su único nieto varón.

En cambio, Carlo soló proceso la información, al final, no podía meterse en la vida de su hermano menor. Quería que ellos tuvieran libertad y que aprendieran a tomar decisiones, y sufrir o gozar las consecuencias de sus decisiones. Sin embargo, un matrimonio era algo preocupante, y mucho más si era con un hombre como ese.

—¿Por lo menos es atractivo?

Annalise rompió el silencio que se había formado. Elio agradeció dentro de sí que fuera justo ella la que dijera la primera palabra.

De todos sus hermanos, era más cercano a su hermana menor, él sentía la necesidad de protegerla en cualquier momento, además, la personalidad de Anna era sencilla, con una personalidad fácil de tratar, alegre y muy animada.

Elio y Annalise eran muy parecidos físicamente, incluso había ocasión en que las personas pensaban que eran gemelos. A ellos les gustaba seguirle el juego, habían nacido en el mismo mes y el mismo día, sin embargo, la diferencia era de tres años de edad.

—Sí, lo es —Elio le siguió el juego. Esperaba que el ambiente se relajara un poco.

La pequeña Anna le sonrió con picardía, Elio solamente curvo sus labios en una ligera y genuina sonrisa.

—Hijo.

Isabella, que siempre había mostrado alegría, ahora tenía un rostro serio. Elio recordó esa expresión, era la misma que había puesto hace años, cuando su segunda hermana mayor eligió quedarse con su familia paterna.

—Madre yo, no he aceptado nada.

El rostro de Isabella, que había perdido todo el color, se recuperó un poco. Al menos su hijo seguía pensando bien las cosas.

Hacía años ellos habían decidido alejarse de todo lo relacionado con las mafias. Cuando era joven, su familia la obligó a casarse con el único hijo varón de la familia Mancini y todo a causa del dinero. Su familia no estaba dispuesta a perder su posición social, estuvieron de acuerdo en venderla para ayudarse económicamente.

Ella vio de cerca los abusos de la familia Mancini. El abuelo Mancini era una persona un tanto violenta, infiel y despiadada. Siempre había mostrado preferencia hacia Dante, su esposo. Debido a eso, sus hijas, las hermanas de Dante, la estaban odiando día a día. Le hicieron la vida imposible mientras estaba viviendo ahí, a ella y a sus hijos.

Cuando salieron de la casa de la familia Mancini Rizzo, ya hace varios años, decidieron no involucrarse en los negocios del abuelo Mancini.

Honestamente, para el pequeño Elio de esa época, fue difícil desprenderse de su familia, no comprendía muchas cuestiones y pensó, erróneamente, que su madre estaba cometiendo un error. Entre él y su hermano mayor, Carlo, siempre era quien estaba más interesado en los negocios de su abuelo paterno, había soñado con dirigir sus empresas, obviamente, en ese tiempo, Elio no sabía nada sobre la mafia ni mucho menos.

Sin embargo, decidió seguir a su familia, lo que más le importaba en ese momento era su madre y su bienestar, aunque estuviera en contra, siempre la apoyaría.

La madre y padre de Elio vivieron felices con sus hijos fuera de aquella familia, por un tiempo. No obstante, las hermanas Mancini, que eran tres, continuaron hostigando a su hermano menor.

Ella, Isabella, sabía perfectamente los riesgos de que su hijo se involucrará con una familia como esa, tal vez los Mancini no eran tan poderosos, pero si ellos eran capaces de eso, los Di Marco podrían acabarlos con solo una orden.

Tenían la protección de la familia Mandeli, sin embargo, estaba segura que, una vez los abuelos de Elio se enteraran de ese matrimonio, correría peligro. La familia Mancini y la familia Di Marco estaban en una disputa últimamente, por lo que hace años había ocurrido.

—¿Qué piensas hacer?, sabes que no me entrometo en tu vida, pero esto... es muy arriesgado, hijo, no quiero que salgas lastimado y sabes que tu abuelo...

—Lo sé —la interrumpió—, sin embargo, esta oportunidad me ayudara a pagar la universidad y la matrícula, incluso sin trabajar... además, las deudas de nosotros, la renta de la casa y todos los servicios, no son baratos.

—No tienes que hacerlo por las deudas —intervino Carlo—, yo me haré cargo de las deudas, no tienes que hacer eso. Sobre la universidad, podemos apoyarte.

Elio vio en el rostro de su familia plasmada la preocupación. Incluso él mismo no estaba seguro de tomar ese riesgo. Apretó sus dedos contra la taza de cristal agachando la mirada.

Vio su reflejo en el pacífico té dentro de su taza. Llegó a preguntarse, sí de verdad estaba capacitado para asumir una responsabilidad tan grande como lo era el matrimonio, además, apenas iba a cumplir veinte años y el otro tenía ya treinta y cinco.

Elio se dio un golpe interno, se sintió estúpido al pensar en la posibilidad de casarse. Al menos, ahora podía estar seguro de que su familia lo ayudaría. Y, aunque estaba seguro que las cosas serían difíciles, era mejor pasar obstáculos que aceptar un matrimonio con un completo extraño.

Se sintió aliviado, sus labios formaron una sonrisa amplia y levantó la vista, sus ojos se pusieron en media luna cuando extendió esa sonrisa aún más—. Gracias —susurró.

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En un bar del sureste del país de donde salían y entraban personas que buscaban divertirse en los juegos de azar apostando grandes cantidades de dinero, incluso algunos apostaban sus pertenencias, celulares, relojes, autos, o los más extremistas, sus propias viviendas.

El ambiente era pesado, algún que otro peleaba con sus contrincantes por hacer trampa al jugar, perder no era una opción y mucho menos cuando sus bienes inmuebles estaban en juego.

El dueño del lugar en muchas ocasiones tenía que mandar a sacar a la fuerza a los escandalosos. Los problemas en su bar no los iba a permitir. Se burlaba de los pobres imbéciles que pensaban que eran los "jugadores" los que hacían trampa.

Algunos de los jugadores eran simples empleados, el dueño era todo un estafador y sabía a quién quitarle todo y mandarlo al diablo.

Aquel hombre de cabello azabache observaba todo desde la segunda planta donde solo los invitados VIP podían entrar. Su apariencia imponía respeto y miedo, siempre con camisa de vestir, a veces hasta los codos, corbata y chaleco, ambos negros, con un parche en el ojo izquierdo dejando ver sólo su orbe amarillo del lado derecho, guantes oscuros hasta las muñecas.

Dragón, como le habían apodado en el bajo mundo, era uno de los que permanecían al margen de cualquiera de las mafias, sin embargo, hacía trato con todas. Era un hombre de negocios y prefería el dinero a la "amistad" de alguno de los jefes.

—Señor.

La voz de su subordinado a sus espaldas hizo que dejara de ver a la chica que estaba sentada en una de las mesas de abajo, era realmente linda. Tenía unos pechos sobresalientes, una cintura delgada, y unos muslos grandes, su rostro era lindo y delicado. Si aquel no hubiese interrumpido su vista, seguramente ya estaría mandando a alguien a que fuera por ella y la llevara a su habitación privada.

—¿Qué ocurre?

—Lo encontramos, señor.

Los labios de Dragón se curvaron en una sonrisa alegre y maliciosa. Después de años de búsqueda y dinero perdido, había logrado localizar a ese tipo. Al final, su desesperado acto de esconderse había fracasado y ya no tenía escapatoria.

Dragón tiro su cigarrillo y lo apago con brusquedad, era una forma de expresar lo que le haría una vez que lo tuviera en sus manos.

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