Capitulo 20

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Tres días después, el conde ya está de vuelta en casa, llega a las 10 de la mañana. Catalina es la primera en recibirlo.

— ¿Dónde fue tu viaje? — Pregunta ella.

— Ese no era el recibimiento que yo esperaba. — Se queja el conde mientras intenta darle un beso.

— Digame dónde estaba. — Catalina evita su beso.

— No estuve con ninguna mujer si es lo que piensas.

— Dígame a dónde fue por favor.

— Al Reino de Vielle.

— ¿Por qué?

— Asuntos del condado. Nada que sea importante.

— ¿No me va decir la verdad?

— ¿De que verdad me hablas?

— Leí la carta.

— ¿Por qué lees mis cosas? — El conde se molesta.

— Esperó que no esté pensando en dar a mi hija con el rey Felipe.

— No. Fuí para aclarar el asunto. Cuándo Valeria y Leonor nacieron te prometí que se casarían con quiénes ellas elijan. Nunca las obligare. — Catalina se pone de mejor humor, ella lo abraza.

— Gracias por no romper esa promesa. — Valeria desde su balcón ve a sus padres abrazados. Ella sonríe y piensa en lo lindo que es ver a sus padres felices. No quisiera volver a los tiempos de antes dónde apenas y veía que se daban un beso.

— Señorita ha llegado una carta para usted. — Avisa una sirvienta que la está ayudando con sus ropas.

— ¿Dónde está?

— Aquí la tengo. — La sirvienta le entrega la carta. Valeria ve qué es del rey Felipe. Ella se pregunta por qué le envía una carta. Ante la curiosidad la abre y le. Al terminar es incapaz de pronunciar una palabra.

— My Lady. ¿Pasa algo? — Valeria sale corriendo. Se olvida de sus modales, y llega con Arturo y Catalina.

— ¿Hija sucede algo? — Pregunta su madre.

— Padre el rey Felipe me envió ésto. — Arturo lee la carta.

— ¿Cómo se atrevió? — Pregunta el en voz alta y enojado.

— Padre yo no deseó casarme con el. Por favor no me obligues. — Súplica Valeria tomándole la mano.

— Hija mía jamás te obligare a lo que no quieres. Tú te casarás con quién ames. ¿Comprendes?

— Gracias padre.

....

Días después el reino de Vielle empieza a preparar su ejército para iniciar la guerra. Los jefes del reino, no estan nada felices con la negativa del Conde. El rey de Sorni ofrece a su hija en matrimonio para que todo se detenga. Felipe acepta, pero los otros nobles la rechazan.

— Pensé que deseaban casarme con una noble de Sorni. La princesa es una de esas nobles. ¿Por qué no me puedo casar con ella? — Pregunta Felipe molestó, pues el no quiere iniciar la guerra.

— Majestad, la princesa no es candidata.

— Se que está comprometida. Pero su padre ya dijo que lo cancelará.

— No es sólo el compromiso. Si ella se vuelve reina, tendrá la obligación de darle un heredero. Y tal vez al nacer ese heredero quieran envenenarlo a usted. Ella reinaría hasta que el príncipe tuviera los 20 años, Su padre gobernaría a través de ella. Y en todo ese tiempo no sabemos lo que el pueda hacer con el reino. — Explica un Vizconde. — Por eso la mejor opción es Lady Valeria, ella es hija de un hombre poderoso, el dirige uno de los ejercicios más fuertes, y sería un gran aliado en futuras guerras.

— Lady Valeria no desea casarse conmigo. Ya le he enviado una carta.

— Hablé con ella en persona majestad. O de lo contrario ya no será sólo la preparación del ejército. Empezaremos a matar. — Felipe se altera con ello. Y acepta. El hablara con ella en su reino.

....

Días después, Valeria está muy preocupada. Su padre ha salido a preparar su ejército y ella teme que algo le pase.

— Lady Valeria. Lady Valeria. — Habla una sirvienta.

— ¿Qué sucede? ¿Por qué entras sin tocar?

— Perdóneme mi Lady. Toqué pero no respondió. Y es importante que baje.

— ¿Por qué?

— El rey Felipe está aquí. — Valeria no lo creé y baja de inmediato. Al verlo no se molesta en conservar sus modales.

— ¿Qué hace usted aquí? ¿No le he dicho ya que no deseo casarme?

— Ésto no se trata de sus deseos o los míos. Ésto es por el bien de los reinos. — Dice Felipe irritado. Pues no ha dormido bien desde que asumió el trono. Y la negativa del conde y su hija no hacen más que empeorar la situación.

— Hay más nobles en éste reino.

— Lo sé. Y he tratado de explicarle eso a todos los nobles de mi reino. Pero ninguno hace caso. Insisten en que usted es la mejor opción.

— Pero no lo soy. La princesa puede ser la esposa que necesita.

— Lady Valeria he intentado que la acepten a ella. Pero no lo desean. Por favor entiéndame. Yo sólo buscó el bienestar para mí pueblo. Y si usted quiere un poco al suyo, aceptará esté matrimonio.

— No puedo. Yo me iba a casar con su mejor amigo. ¿Cómo podría casarme con usted?

— Se que es difícil. Para mí también lo es. Pero yo no elegí que las cosas sucedieran así. Su familia y la mia corren peligro sin está unión. Piense en eso y envié su repuesta mañana por la mañana. — Ella se ve decaída. Sabe que su padre es un general del ejército, y será quien más peligro enfrente en esa guerra. Su hermano Romeo ya tiene la edad para ir a la guerra. Y ella no quiere que nada malo le pase. Por eso con todo el dolor que aún siente, sale corriendo detrás de Felipe.

— Majestad esperé. — Ella le toma la manga de su camisa.

— Aceptaré el matrimonio. No hay necesidad de una guerra. — Felipe la observa por unos segundos. Ve sus ojos tristes y su respiración acelerada. Es evidente que a ella le costó aceptar.

— Gracias Lady Valeria. Informaré está decisión a los nobles de mi reino. Hizo lo mejor para ambos reinos. — A Valeria se le escapa una lágrima.

— Adiós majestad. — Ella se mete de nuevo a la finca. Por la tarde ve llegar a su padre, el se ve muy preocupado todavía. El se acerca a su esposa y la abraza cómo si jamás quisiera soltarla.

— ¿Sucedió algo? — Pregunta Catalina.

— No. Quiero abrazarte. Quiero sentir tu calor. Temo no poder hacerlo de nuevo.

— No diga eso. Todo saldrá bien. Tal vez el rey se casé con otra noble y la guerra paré.

— Espero que eso suceda. Pero si no, lucharé con todas mis fuerzas. No dejaré que nada le pase a mi familia. — Valeria comprende que tomo la decisión correcta. Al ver salir a su padre va con su madre y le cuenta lo sucedido por la mañana.

— El rey Felipe estuvo aquí hoy.

— ¿A qué vino? — Pregunta Catalina.

— Me casaré con el.

— ¿Qué? — Su madre no entiende en que momento cambiaron las cosas.

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