Capitulo 18

Catalina se aleja un poco de su hija, para que tarde todo lo que sea necesario en hablar con Fernando. Valeria reza un poco y luego va con su madre y hermano. Ellas pasan la noche en una posada, pues no quieren ni deben ir a incomodar a la familia de Fernando.

Al día siguiente, Catalina y Valeria, emprenden su viaje de regreso al reino de Sorni. De nuevo se quedan en una posada a descansar, y parten a la mañana siguiente.

Al llegar por fin a la finca, Catalina le dice a Valeria que vaya a descansar, su hija obedece y Catalina lleva a su bebé a dormir, después es llamada por una sirvienta.

— Mi lady, el Conde la...

— Dile que ya voy. — Dice está.

— Si mi Lady. — Catalina llama a su dama para que la ayude a ponerse cómoda. Luego va con su esposo. Arturo ya la está esperando.

— Buenas noches Conde. — Arturo la abraza.

— Te extrañé. — Le dice sinceramente. Pues estaba ansioso por verla.

— ¿Su concubina sigue sin hacer bien su trabajo?— Pregunta Catalina molesta.

— ¿Estás celosa? — El sabe que no. Pero siempre que hace esa pregunta espera escuchar una respuesta diferente a la de siempre.

— Si. — Confiesa Catalina, y el conde se sorprende.

— ¿Qué dijiste? — Una pequeña sonrisa se forma en sus labios. Y una chispa de esperanza se le nota en los ojos.

— Estoy celosa. Estoy muy celosa. — Dice ella con enfado. — Yo no quiero que toque a otra mujer. — Catalina lo besa y el conde le corresponde. — Yo lo amo. — Dice ella en un pequeño susurro.

— ¿Me amas?

— Si. — Responde nuevamente y lo abraza. Arturo también la abraza.

— ¿Desde cuándo?

— Desde que fuimos a nuestra luna de miel.

— ¿Por qué nunca me lo dijiste?

— Por qué temí no escuchar la misma palabra de su boca. Y tal vez nunca la escuchare, pero no quiero arrepentirme toda mi vida de no haberle dicho. — Arturo le da un beso al dorso de su mano, otro en el pecho, uno más en su frente, y un último en sus labios.

En el reino de Sorni, si un esposo besa el dorso de la mano de su esposa significa que ella es la fuerza que lo impulsa a trabajar todos los días, si es un beso en su pecho significa que ella es la única en su corazón, si besa su frente significa que siente un gran respeto por ella, y si posteriormente besa sus labios significa que es a la única que ama y desea. El conde con los besos en esos lugares, expresó todo eso, sin necesidad de palabras.

— Se que ya lo has entendido, pero aún así quiero decirte que también te amo mi condesa. —Confiesa el. — Te amo tanto que soy capaz de dar mi vida por ti. — Catalina está todavía más sorprendida que el.

— ¿Por qué nunca me lo dijo?

— Por la misma razón que tú. Temía que me rechazaras.

— ¿Me está diciendo la verdad?

— Si Catalina. No sabes cuantas veces deseé escuchar que esas palabras salieran de tu boca. Y ahora que lo sé, te demostraré cada día lo mucho que te amo. — Catalina sonríe. Y una lágrima se le escapa.

— Entonces. ¿Ya no quiere a su concubina?

— Nunca tuve una.

— Conde no me mienta. Yo lo ví con esa mujer.

— Quería ponerte celosa, por eso le di el regalo, te juro que nunca he dormido con ella. Tú eres mi única mujer. La única a la que amo y quiero tener todas las noches a mi lado. — Catalina de nuevo sonríe, lo besa y abraza, los dos pronto están en la cama haciendo el amor cómo nunca. Y a pesar de las confesiones ella se pregunta si debe dormir ahí esa noche.

— Conde.

— Siempre me ha molestado que me digas Conde. Dime Arturo.

— Está bien. Arturo. ¿Puedo dormir aquí hoy?

— No.

— ¿No?

— No sólo hoy, vas a dormir aquí todas las noches. Ya nunca me quiero separar de ti. — El la besa y hacen el amor de nuevo.

....

Al día siguiente, los niños notan el cambio en sus padres, Arturo delante de sus hijos besa a su esposa, y la abraza, Leonor siente envidia, ella también quiere ser abrazada así por su padre. Catalina nota los ojitos de su hija y le dice algo al oído a su esposo. El le sonríe y va con su hija, le da un beso en la mejilla y la abraza. Leonor se siente inmensamente feliz.

— Padre, ¿por qué me abrazas? — Pregunta sorprendida.

— ¿No puedo abrazar a mi hermosa hija? — Leonor no puede con la emoción, ella se va a sus brazos como si fuera un mono.

— Padre le quiero tanto.

— Y yo a ti. — Abel se les queda mirando, parece que el también quiere ser consentido. Arturo lo carga en sus brazos, y le hace ver lo grande que está.

— Hijo te pareces mucho a mi.

— Quiero ser igual a usted, pelear en las guerras y vencer a mis enemigos.

— Alá no permita que hayan más guerras. — Dice Catalina. Y Leonor la apoya.

....

En el reino de Vielle, las cosas no van muy bien, la madre del príncipe Felipe está gravemente enferma, y su padre ha entrado en una profunda depresión, los otros nobles están muy preocupados por la situación, quieren que el príncipe asuma el reinado.

Felipe no se siente preparado para ser rey, pero sabe que los nobles tienen razón, si el no actúa pronto todos se le vendrán encima y quizás su primo el duque reclame el trono.

.....

Meses después, Catalina y Valeria están celebrando su cumpleaños, Valeria sus 16 y Catalina sus 31 años. La idea de la fiesta fue del Conde, durante todo esté tiempo ha cumplido su promesa, se ha dedicado a hacer feliz a su esposa y tratarla cómo siempre debió.

Valeria continúa deprimida por la perdida de Fernando, pero para no amargar la fiesta fingió una sonrisa. Y un buen estado de ánimo.

Abel llevo la tarta que ellas iban a partir, ambas pidieron un deseo, el de Valeria era que sus padres siguieran siendo felices, y el de Catalina fue que su hija volviera a ser feliz, y a enamorarse de nuevo.

La celebración fue interrumpida por un mensajero del rey, el conde se sorprendió pues hacía apenas un día que lo visitaba. El abrió la carta y se puso blanco como un papel. No era una carta del rey de Sorni, era una carta del nuevo rey de Vielle. El rey Felipe..

— Padre, ¿sucede algo? — Pregunta Romeo.

— No. Vamos a celebrar. Es un día importante. — El conde oculta la carta y continúan con la fiesta como si nada pasara. Aunque Catalina si nota que algo anda mal. Los niños bailan y juegan, también Valeria se anima al verlos. La felicidad pareciera estar renaciendo en ella. Y el Conde teme que esa carta cambié las cosas.

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