No acababa de salir de un problema, que ya me estaba metiendo en otro. Mi mala suerte iba de mal, en peor. Era como si todo el universo estuviera conspirando en mi contra estos últimos días. Y para completar mi increíble semana, ahora tenia que lidiar con un tipo enojado por una pequeña abolladura en su horrible y estúpido automóvil. Despúes de meditarlo por unos segundos, decidí que lo mejor era bajarme del coche para intentar razonar con el sujeto que seguía hecho una furia allí afuera. Me daba bastante miedo a decir verdad, vaya uno a saber de que clase de persona se puede llegar a tratar, sin embargo me arme de valor y lo hice. La noche estaba demasiado fría a pesar de que nos encontráramos en pleno mes de enero y el calor en estas fechas llegaba a ser insoportable. Apenas podía ver al tipo en la oscuridad, pero no podía tratarse de un chico mayor a veinticinco años de edad, era alto, mucho más alto que yo, bueno, casi todas las personas siempre eran más altas que yo, pero creo que a este apenas le llegaba al pecho. No voy a mentir, con lo poco que podía verlo, gracias a la luz de las farolas que nos iluminaban, me parecía bastante atractivo. Muy atractivo en realidad.
-¿A caso no eres capaz de mirar por dónde vas?- Gritó furioso cuando me vio a unos pocos metros de él.- Mira como me dejaste el coche.- Todo lo lindo que me parecía se esfumo cuando abrió su jodida boca. Odiaba que me gritaran, más si se trataba de personas que no tenía ni la más mínima idea de quiénes eran.
-¿A esa cosa llamas coche? Debería ser ilegal conducir algo así, creo que hasta te hice un favor corazón.- Contesté con un ademán para restarle importancia a la abolladura que se veía en su automóvil. Ahora que la podia observar de cerca, podía comprobar que al final no había sido una pequeña abolladura como pensé en un primer momento.
-Es fácil decir eso cuando eres una niñita mimada que nunca trabajo en su vida y tu automóvil te lo regalan tus padres, y sabes que ahora llegas llorando a casa, y papi te paga el arreglo del coche.- Soltó, acercándose demasiado a mí, señalándome con su dedo indice. Me quedé helada sin saber que decir y él se dio cuenta, ya que una media sonrisa se le dibujo en el rostro. Estaba furiosa con él, pero no podia negar que de cerca se veía aún más atractivo.
-Tú no sabes nada de mí.- Ahora era yo la que había empezado a gritar como loca.- No tienes ningún derecho de hablarme así, no sabes con quien te estas metiendo, así que por tu bien, te conviene cerrar tu jodida boca.
-No es difícil darse cuenta de que eres una mocosa mal criada.- Dijo, esta vez con una sonrisa completa en su rostro. Él estaba disfrutando al tratarme de esa manera. Iba a seguí gritándole un par de cosas más, no podía permitir que nadie me tratara de esa manera, pero recordé que lo menos que necesitaba en estos momentos, era estar metida en más problemas, demasiados ya me esperaban en casa, y ya con esos era suficiente.
-¿Sabes qué?- Respiré hondo antes de seguir hablando.- No voy a discutir con un loco en medio de la calle, todo esto no tiene ningún sentido.- Caminé de nuevo hasta mi coche y tomé de este una tarjeta con mi número, luego volví hacia el sujeto que no me sacaba la vista de encima en ningún momento, y ya comenzaba a asustarme otra vez.- Aquí tienes mi número, llama cuando quieras, así pago el arreglo de tu... bueno esa cosa.- Sin siquiera dirigirle una mirada, volví a caminar hacia mi automóvil, lo más rápido que mis pies me lo permitían, entre en él y me apresure para alejarme de ese lugar. Sin dudas había sido una situación muy extraña, él sujeto parecía un loco, pero era muy lindo, asustaba, pero era imposible no querer mirarlo.
Conduje de regreso a mi casa por al rededor de diez minutos, y no me permití relajarme hasta que no estuve en la seguridad de mi hogar. No podía sacarme de la cabeza el encuentro que había tenido hacia tan pocos minutos con el sujeto del auto horrible. Me miraba de una manera tan extraña, era como si él me conociera de alguna parte, y no solo por el hecho de ser la hija de un político tan conocido, sino que él sabia algo de mí, el sabía quien era yo. Pensaba que al llegar a casa estaría papá esperándome pero no era así, agradecí a Dios que todos estuvieran durmiendo y me dirigí a mi alcoba, me puse mi ropa de dormir y me acosté en mi cama, necesitaba poder descansar para todos los regaños que seguramente se me venían en la mañana.
***
-Megan, levántate Megan, no puede ser que sigas durmiendo a esta hora, vamos a tener que cambiar varias reglas en esta casa.- La voz de mi padre llamándome desde el otro lado de la puerta de mi habitación me despertó.- Necesito que hablemos Megan, es muy importante, te espero en mi oficina en cinco minutos.
-¿Es qué acaso una ya no puede ni dormir tranquila en esta casa? ¿Qué te hice ahora papá?- Comencé a quejarme mientras me despojaba de mis sabanas y tomaba lo primero que estaba a mi alcance para vestirme, un pantalón corto rosa, una remera de los ositos cariñosos y mis medias calentitas de bob esponja, daba vergüenza, pero no tenia tiempo de buscar nada mejor y tampoco tenia ganas. No sabia que es lo quiera mi padre a las ocho de la mañana, pero esperaba que tenga una buena escusa para venir a interrumpir mis sueños, y estaba loco si pensaba que iba a hacerme levantar todos los días a esta hora. Ni me había lavado la cara para poder bajar en los cinco minutos que él había pedido. Mientras iba hacía su oficina, entre quejas e insultos, recordé que ayer llegaría Scott a la ciudad y como seguramente vino y yo no me encontraba en casa, era para eso me que llamaba mi padre. Estuve a punto de subir a mi dormitorio nuevamente a buscar algo más decente para ponerme, pero en seguida cambie de opinión. Ya deseaba ver la cara del pobre viejito cuando supiera todo lo que le esperaba.
Iba a entrar ya en la oficina de mi padre cuando lo vi. Era imposible no reconocerlo, era imposible no saber que se trataba de él, por más que la anoche anterior hubiese estado muy oscura como para haberlo visto detalladamente, yo sabia que se trataba de él. La sangre empezaba a hervirme, el sujeto se encontraba charlando muy gustosamente con mi padre, como si ayer no hubiese sido suficiente, con todo lo que me había gritado, el imbécil se habia dado el lujo de venir a delatarme.
-¿Qué significa esto?- Pregunté llamando la atención de ambos, ya ni me importaba que mi remera dijera "¿me das un abracito?" estaba demasiado enojada.- ¿Para qué me llamabas?
-Megan ya estas aquí.- Dijo papá, señalando la silla que se encontraba a su lado, para que yo la ocupará.- Ven, sientate, no te quedes ahí, pasa.
-Aquí estoy bien. Gracias.- El sujeto me recorrió con la mirada, y se detuvo varios segundos en mis medias, mi padre al parecer ni había prestado atención a mi ropa, seguía muy ocupado mirando un par de papeles, hasta que los hizo a un lado y comenzó a hablar.
-Esta bien. Solo te llamé porque quería presentarte...- No dejé que terminara y lo interrumpí.
-¿Qué haces aquí?- Pregunté. Todos los intentos que había hecho para mantenerme callada, desaparecieron en menos de un segundo.-¿No te dije que me llamarás y lo pagaría? ¿Era necesario todo esto?- Grité como una loca caminando hacía el sujeto que me miraba divertido. Mi padre tenia una cara de miedo y confusión, que si no hubiese sido porque estaba tan enojada, le hubiese tomado una foto.
-¿Ustedes dos ya se conocen?- Preguntó extrañado. Iba a contestar, pero él sujeto se me adelantó y lo hizo primero.
- Si señor. Con la señorita Megan nos conocimos anoche, pero solo nos vimos unos pocos minutos, no alcancé a presentarme con ella.- Dijo, a lo que mi padre solo asintió. Ahora si que no entendía nada, era como si estos dos se conocieran de alguna parte.
-Megan.- Me llamó mi padre para tener toda mi atención nuevamente, ya que yo me había quedado mirando furiosa al sujeto.- Él es Scott, Scott Kinney, el chico que trabajará como tu guardaespaldas ¿Te acuerdas que te dije que ayer llegaría?
-¿Qué? No. Esto tiene que ser una puta broma.- Llevé mis manos hacia mi cara para cubrirla. Definitivamente no había visto venir eso, creía que solo había venido a buscar dinero para arreglar su horrible automóvil.
-Megan, por favor, cuida tus palabras.- Me regañó mi padre.- Creí que ya había quedado claro este tema, no vamos a volver a discutirlo.
-Si. Esta bien. No logro nada intentando hablar contigo, si al final nunca me escuchas.- Dije, mirándolo furiosa.
-Lo mismo digo de ti Megan.- Respondió.- No sé para que hablo contigo si siempre acabas cometiendo alguna estupidez, y al final, no importa lo que yo diga, siempre haces lo que tú quieres. Estas a punto de cumplir dieciocho años y tu comportamiento es el de una niñita de diez.
-No recuerdo haber pedido opinión sobre mí.- Dije de mala manera. Últimamente no podía controlarme, y lo primero que cruzaba por mi mente lo decía, sin importarme cuanto dolieran o molestaran mis palabras a las personas.
-No me faltes el respeto así.- Habló levantándose de su asiento. Scott solo seguía mirando mis medias, aunque intentaba disimularlo.
-¿Sabes qué? Acepto si quieres ponerme una persona para cuidar que no siga manchando tu imagen, si al fin y al cabo, solo para eso lo contrataste, pero no a él.- Dije señalando al sujeto que seguía escuchando toda nuestra discusión.
-No. Ya no voy a seguir dándote todo lo que quieras. Scott se va a encargar de este trabajo, te guste o no. Ahora, si no tienes nada más importante para decir, vete.- Señalo la puerta que estaba detrás de mí.
-Bien. Tu también puedes irte cuando quieras, nadie te necesita en esta casa.- Dije, dando media vuelta, comenzando a caminar para salir de su oficina. No quería seguir viendo la cara de ninguno de esos dos.
-Como quieras Megan. Por cierto, lindas medias.- Gritó mi padre para que lo escuchara mientas me alejaba por el pasillo, y puedo jurar que escuche las risas de Scott.
Corrí hacia la cocina en busca de Clara, era a la única que deseaba ver en momentos así, y para mi suerte, esta se encontraba ahí.
-Mi niña, te has despertado temprano hoy.- Habló al verme entrar.- ¿Quieres algo de comer?
-No muchas gracias Cla.- caminé hacia ella y deposité un beso en su mejilla a modo de saludo.- ¿Tienes idea de hasta cuándo piensa quedarse papá?- Le pregunté.
-No dulce, sabes que él nunca dice esas cosas, tal vez Ricardo lo sabe, pero no creo.- Tomó asiento en frente de mí.- Quieres que se quede más tiempo ¿Verdad?
-Todo lo contrarió.- Reí.- No veo la hora de que se marche. Solo viene a causar problemas, cuando no esta, todo es mejor, admito que antes lo extrañaba mucho, lo necesitaba, pero ya no, aprendí a no necesitarlo más.
-Dulce, no seas tan dura con él, hace lo que puede, tal vez no es lo correcto, pero lo intenta, él te ama demasiado.
-No lo defiendas. Eso se llama traición, hermana.- Hablé divertida y ambas comenzamos a reír.- Voy a subir a mi cuarto Cla.
-¿Segura no quieres nada de comer?- Volvió a insistir.
-Segura. Gracias igual.- De un salto bajé de mi asiento, y salí de la cocina rumbo a mí dormitorio, rogando no cruzarme con nadie en el camino. No quería volver a ver a mi padre por un largo tiempo.
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