Nuestro Secreto.
—¡Félix, levántate hoy tienes clases!—avisa mi madre, seguido la luz del sol pega con fuerza en mi rostro, me quejo. Mi cobija es retirada de mi cuerpo, me hago ovillo—Santo Dios muchacho, que con esas ojeras tan feas. Vamos levántate que llegarás tarde.
Palmeó mi pierna, y seguido escucho sus pasos alejarse. Pataleo.
Debía enfrentar nuevamente mi realidad. Me estiro en mi cama, intentando que toda la pereza que tengo se vaya de mi cuerpo, pero fallo. Lo único que me quitaría la pereza es un baño con agua helada.
—Ushh, sigues acostado de flojo. llegaremos tarde—escucho la voz de mi fastidiosa hermana. Quien me observa desde la puerta con una radiante sonrisa. ¿De dónde carajos sacaba tanta energía?
Me apoyo sobre mis codos y la observo con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué sonríes así? ¿Qué carajos te hiciste?—pregunto observándola. Tiene algo diferente, pero no sé qué es.
Pone sus ojos en blanco, y me saca la lengua, y se va.
Me dejo caer en mi almohada.
Bufo, pensando en que tengo que volver a tomar esa misma rutina de madrugar toda la semana y hacer deberes, me pone de malas.
Mis vacaciones no fueron las más interesantes, ya que estuvimos algunos días en la casa de campo de mi abuela, donde me toco limpiar estiércol de vaca y caballo. Tuve que soportar a la gritadera y los correteos de primos pequeños desde muy temprano. Y de paso también tuve que cuidarlos, cuando los adultos se iban a hacer la despensa.
«Si tan solo no me hubiese separado de ti, seguramente mis vacaciones hubiesen sido diferentes...» negué apartando ese pensamiento tan malo.
—¿¡Sigues acostado Félix!? ¡Si no te levantas en este mismo instante, me vas a conocer!—grita mi madre.
Me espanto al escucharla gritar, así que me levanto, y corro al baño.
Bajo las escaleras con pereza.
—Buenos días—saludo a mis padres y hermana.
—Buenos días—saludan al unísono.
Mi mamá se encuentra preparando el desayuno, mi papá revisa su laptop, mientras toma de su zumo de naranja, y no obstante mi hermana está pegada en su celular. Me dejo caer en una de las sillas de comedor.
—Ni siquiera te secaste el cabello Félix. Te vas a enfermar—habla molesta mi mamá—Cristina deja de usar tu teléfono en el desayuno. ¡Respeta la mesa!
Mi hermana hace una mueca.
—¿Por qué no le dices nada a papá?, él tampoco está respetando la mesa—refunfuña, cruzándose de brazos.
—Tu padre está trabajando. No tonteando como tú, así que no me refutes y obedece—mi mamá trae el desayuno de Cristina y mío. Consistía de dos tostadas francesas, acompañada con frutas.
Empiezo a comer mi desayuno.
—¿Sabes a dónde fueron los Siwady en sus vacaciones?—cuestiona mi hermana, llevándose de su fruta a la boca. Me tenso al escuchar ese apellido—¡A los Alpes Suizos! Es mi sueño ir a ese lugar. Mamá no sé como no me diste permiso de asistir, se ve que la pasaron tan bien.
—Pues que bien por ellos—habla mi mamá desinteresada.
—Me da tanta envidia—murmura mi hermana por lo bajo. Al parecer ella tampoco se la paso muy bien en las vacaciones.
Mi madre bufa.
—Ya te dije que prefiero verte lejos de esa familia.
Cristina la observa boquiabierta.
—Mamá, pero ¿por qué insistes en eso? Sabes que Guille es una persona increíble.
—Es gay. Ya no me gusta.
Me tenso ante esa palabra:“es gay”. Repito aquello en mi cabeza una y otra vez. Siento mi estómago revuelto.
—¿Y eso qué?
—Cristina, ya cállate. No tendremos esa discusión, ya sabes que esas cosas no están bien. Termina tu desayuno—espeta mi mamá enojada. Levanto mi mirada para observar a Tina, quien está roja por el enojo.
Se levanta de su silla y toma su mochila.
—¿A dónde vas Cristina?—grita mi madre—Termina tu desayuno.
—Me voy. Se me ha ido el apetito.
—¡Josué dile algo a esa niña!
Mi papá quien se mantuvo al margen todo el tiempo, levanta su rostro y niega.
—Solo déjala, ya sabes como se pone en ese tema. No hables mal de su amigo.
—Muy bien ahora tú apoyas eso—dice mi madre resentida.
Mis padres no tardaban en ponerse q discutir, así que es mejor que me vaya de una vez. Me levanto y recojo mi mochila.
—Me voy—aviso, sin esperar respuesta.
Cierro la puerta y troto un poco para llegar hacia mi hermana. Tiene sus manos tapando su rostro.
—¿Ya andas de llorona?
—Vete—murmura.
—No—quito sus manos de su rostro y la obligo a que me vea—Deja de llorar ¿por qué te afecta tanto que mi mamá se exprese así de Guillermo?
Su mirada de torna molesta.
—¡Félix es la pregunta más estúpida que me has hecho en tu vida!—grita—¡Es obvio! Es mi amigo y odio que lo traten como a un bicho raro, eso también debería molestarte, porque se supone que él es tu mejor amigo.
Pongo mis ojos en blanco, y la suelto.
—Sabes que ya no nos llevamos. Te dije muchachas veces que dejamos de ser amigos—señalo su frente con mi dedo índice—.Clávate eso en tu pequeño cerebro de nuez.
Tina se burla cínica.
—¿También eres un homofóbico? ¿Por eso le diste la espalda a tu mejor amigo?—ladea su cabeza. Sus ojos ya se veían llenos de lágrimas—. ¿Qué pasaría si te dijera qué a mí me gustan las mujeres? ¿Me odiarías?
Niego. No entendía por qué decía esas cosas.
—Cállate Cristina. Deja de decir estupideces y límpiate esas lágrimas—volteo a otro lado que no sea ella. El autobús se estaba tardando más de lo normal.
—Me voy a confesar Félix. Ve pensando desde hoy si realmente me vas a apoyar, porque si no es así te juro que desapareceré de tu vida, así como tú lo hiciste de la vida de Guille.
La observo enojado.
—¿No escuchaste lo que te dije?—mascullo. Su mirada es retadora, pero a la vez tan triste. Que tuve que cambiar mi semblante—. Deja de jugar con esas cosas, los que estás diciendo es muy serio, no te tomes nada de eso a la ligera. Simplemente, no lo hagas.
Suelta un hipido y se cruza de brazos.
—Espero y me apoyes...
—¿Qué te hiciste? No logro comprender, hay algo diferente en ti—digo evadiendo el tema. A lo que ella entiende porque se limpia las lágrimas, y pone mala cara.
—Me corté el cabello. Acaso, ¿no escuchaste a mamá regañarme?
Observo su cabello, y si, lo lleva mucho más corto de costumbre. Me echo a reír.
—¡Pareces Edna Moda!—digo riéndome con más fuerza. A lo que me gano una patada en la espinilla. Me quejo del dolor—¡Oye…!—estoy por regañarla, pero cuando mis ojos visualizan aquella persona, me quedo con las palabras en la boca.
—¿Qué...?—mi hermana me observa extrañada, y a su vez voltea al lugar a donde estoy viendo.
Su cabello pelirrojo brilla, gracias al sol. Su sonrisa crece cuando ve a mi hermana correr en su dirección. Él abre sus brazos en grande para poder recibirla.
Por lo tanto, yo me quedo como un estúpido viendo aquella escena, la cual parecía la de dos novios viéndose después de meses.
Aprieto los dientes cuando nuestras miradas chocan, volteo a otro lado ignorándolo.
Puedo sentir mi corazón palpitar con locura en mi pecho, me empezaba a sentir mareado incluso. ¿Tan nervioso me siento por verlo?
—Hola—su voz... Esa que no era ni tan varonil, sino que parecía una caricia a tu oído. ¿Por qué me hablaba cuando yo fui tan mala persona con él?
Siempre demostrando que no es una persona rencorosa...
—Hola—digo, sin observarlo.
—Tiempo sin verte—dice, poniéndose en mi campo de visión.
Trago en seco. Siempre siendo tan atrevido, sin importarle el espacio personal...
Mis manos me estaban sudando.
Me animo a conectar mis ojos con los de él. Ese verde profundo que me observan con curiosidad, y una pisca de cariño.
—Lo mismo digo—carraspeo.
—¿Cuánto mides? Parece que creciste en vacaciones.
¿Por qué me habla con tanta normalidad? No lo entendía...
—Eso parece...—me vi diciendo. Le di un repaso rápido—tú pareces seguir midiendo los mismos 167 centímetros.
Se encoge de hombros.
—Eso es la malo de tener una familia de baja estatura.
—Aw, ¿Ya son amigos nuevamente?—pregunta mi hermana, con una gran sonrisa en su rostro. Guillermo pasa su brazo diestro por los hombros de mi hermana.
—Tan bobita—dice burlón—Yo siempre consideraré un amigo a tu hermano, pero él no se si realmente lo haga.
Lo observo, y tenso mi mandíbula. Siempre sabía cómo ponerme contra la espada y la pared...
—¿Por qué no dicen la verdad?—pregunta mi hermana, pasando su mirada de Guillermo a mí—¿Fue porque saliste del clóset o hay otra razón...?
Estoy por regañar a mi hermana, cuando Guillermo se me adelanta y dice:
—No te diremos, ya que es nuestro secreto. Vamos, al parecer el autobús no va a llegar, tenemos que correr o si no, no nos dejarán entrar—avisa, mientras sale corriendo y mi hermana se le une.
«Nuestro secreto...» mi cabeza no dejaba de repetir aquello.
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Comments
cheesecake
Que hace aquí mi mamá ??
2023-08-18
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