Capítulo 8

Sé que Guillermo tiene buena memoria, por lo tanto, no me extrañaría que recuerde a todo color ese día.

—Me sorprende el hecho de que conozcas muy bien a Félix. Ni siquiera lo conozco yo, que soy su hermana—dice Tina.

—Entonces, ¿no podemos pedir pizza hawaiana?—interrumpe Luke.

—Supongo que es porque antes congeniabamos muy bien—el tono de tristeza de su voz no se me pasa por desapercibido—. Y sobre la pizza, no se realmente...

—Yo prefiero de pepperoni. Entonces, ¿Félix y tú, ya no congenian bien?—pregunta Tina. ¡Odio que sea tan chismosa! Sabe perfectamente que mi amistad con él no es la misma desde hace tres años.

—Guille, ¿Qué quieres tú?—Luke parece ser muy atento con Guillermo, se nota que le interesa mucho.

—Por mi está bien, si pedimos dos diferentes—sonrie—. No sé si todavía sigamos congeniando bien, pero me gustaría descubrirlo.

Levanto mi mirada, me sonríe tímido. Muerdo mi labio inferior. Se que esperan una respuesta de mi parte.

¿Qué debo decirle qué no? A mí mamá no le agradaba para nada Guillermo, desde el momento que ella se enteró de que él es homosexual, nos prohibió tanto a mi hermana y a mí, alejarnos de él. Por lo tanto, no estamos cumpliendo con eso.

—Felix—me codea mi hermana—¿Tú que dices animal?

Entrecierro mis ojos en dirección de mi hermana.

—A mi igual me gustaría descubrirlo—ladeo mi cabeza y observo a Guille, me observa con su ceja alzada. De reojo puedo ver la expresión tensa de Luke. ¿Acaso esperaba alguna otra respuesta de mi parte?

Luego de eso pedimos las pizzas y comimos en silencio. Mi celular no dejaba de vibrar en mi bolsillo, cuando lo saco me doy cuenta de que se trata de un mensaje meloso de Aisha, el cual dice:

“Hola, mi vida. Espero y ya estés en casa descansando, quiero decirte que estoy muy feliz de ser tu novia.

Prometo hacerte la persona más feliz del mundo. Besos, cariño.

Nos vemos mañana en el colegio. Te quiero”

Hago una mueca, ante tal cursilería. ¿En qué me he metido? Tengo que planear algo para alejarla de mí. Aisha no me gustaba, y no me siento completamente a gusto siendo su pareja.

—¡No puede ser!—grita mi hermana. Le observo extrañado, y me doy cuenta de su cara de horror—¿¡Andas con esa, tan pronto!?

Ruedo los ojos.

—No es de tu incumbencia. Así que no te metas. ¡Chismosa!

—¡Eres un tarado!

—¡Y tú una metiche! ¿Por qué lees las conversaciones de los de más?

—Ya chicos, no peleen—trata de calmarnos Guillermo.

Mi hermana resopla a mi lado.

—Ya es tarde debemos irnos—avisa Guille poniéndose de pie—. Yo invito.

Niego rápidamente.

—¿A todos? Ni lo creas—refuto.

Lo empiezo a seguir al mostrador ya que ha hecho odios sordos—. Pago la parte de mi hermana y mía.

Me da una mirada cansada, y seguido palmea mi mejilla.

—Yo pagaré. No acepto que digas que no—saca el dinero y se lo entrega a la cajera.

—Nunca le agrado que hicieras eso—murmuro. Él siempre se las empeñaba, y terminaba pagando todo. No entiendo como puede ser tan buena persona.

Se encoge de hombros.

—Me gusta compartir lo que tengo, con las personas que quiero.

La cajera le entrega el recibo, y empezamos a caminar en dirección a su coche.

«¿Me quieres?» Me veo pensando, pero realmente eso no fue un mero pensamiento si no que lo termino diciendo en voz alta.

—Olvida lo que acabo de decir—digo nervioso.

Una risa tierna sale de Guille.

—Yo nunca te he dejado de querer. Después de todo, te quiero.

—¿¡Cómo me dices esas cosas tan fácilmente!?—hablo entre dientes, ya estamos por acercarnos a su coche donde Luke y Tina, no esperan.

—Es porque me gusta que lo sepas, ¿cuál es el problema?

—¿No te da vergüenza qué te escuchen?

—No. Bien sabes que no me importa lo que la gente piense, es más, ¿tú me quieres?

Detengo mi caminar, y siento que se me ha ido completamente el color de mi piel. Esa pregunta me ha tomado literalmente por los huevos. ¿Cómo me puede preguntar tal cosa?

—¿O sea, cómo?—pregunto, a lo que él se ríe.

—Si me quieres. ¿Soy especial para ti?

Trago saliva en seco. ¿Qué siento yo por Guille? Es algo que ni siquiera tengo la menor idea. Respecto a eso me siento confundido.

—Yo...

Siento su mano en mi hombro.

—No te presiones—dice compasivo—solo estoy bromeando. Se que te es difícil expresar tus sentimientos.

Asiento y lo sigo a su coche.

Al primero que pasa a dejar es a Luke, este al bajarse le dio una beso en la comisura de sus labios, y debo admitir que eso me hizo sentir extraño... No me agradaba para nada.

Guille estaciono una cuadras antes de mi casa.

—Gracias por invitarnos la pizza. Regresa con cuidado, te quiero—dijo mi hermana, mientras le lanzaba besos a Guille.

Carraspeo.

—Gracias.

—¡Por Dios! Eres tan pan sin sal, Félix. Deberías incluso besarle los pies a Guille, porque incluso nos vino a dejar.

—¡No me dejas terminar!—digo indignado. ¿Qué más le puedo decir aparte de “gracias”? ¡Nada! porque ella ya lo ha dicho todo.

—Con el gracias, me basta—dice divertido, Guille—.Que pasen feliz noche, chicos. Nos vemos mañana, adiós.

Nos despedimos de él, y seguido de eso arranca.

Suspiro. Es extraño estar saliendo con él, ya que no se siente como antes.

Aunque puedo decir que su forma de tratarme no ha cambiado después de todo...

—Tengo que confesarte algo Félix—dice tomando asiento en mi cama, seguido de eso me quita el celular de las manos.

Me observa serio, su labio inferior está siendo atrapado por sus dientes. Esta nervioso.

—¿Qué sucede?

—Quiero confesarte algo, pero quiero que me prometas que este será nuestro secreto y que por lo tanto nuestra amistad no cambiará—sus ojos se vuelven sumisos por el llanto.

Me preocupa su mirada, parece que lo me debe decir no es para nada fácil.

—Dime, ¿Te han hecho algo o hiciste algo?

Niega efusivamente.

Trata de calmar su respiración, inhalando y exhalando. Tomo sus manos entre las mías, cuando las veo temblar.

—De verdad, Félix, debes prometerme que después de esto nada cambiará.

Asiento lentamente.

—¿Tan grave es?—susurro.

Él se encoge de hombros.

—Felix, la verdadera razón de que a mí no me interesan las niñas como a los demás es porque...

—¿Por qué...?

—Soy gay. Me gustan los chicos.

Me quedo estupefacto ante tal confesión. No sé que decirle. Solo sé que su cara está enterrada en mi cuello, mientras llora descontroladamente, yo solo me limito a acariciar su espalda, dejando a que se desahogue.

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