—¡Félix, levántate hoy tienes clases!—avisa mi madre, seguido la luz del sol pega con fuerza en mi rostro, me quejo. Mi cobija es retirada de mi cuerpo, me hago ovillo—Santo Dios muchacho, que con esas ojeras tan feas. Vamos levántate que llegarás tarde.
Palmeó mi pierna, y seguido escucho sus pasos alejarse. Pataleo.
Debía enfrentar nuevamente mi realidad. Me estiro en mi cama, intentando que toda la pereza que tengo se vaya de mi cuerpo, pero fallo. Lo único que me quitaría la pereza es un baño con agua helada.
—Ushh, sigues acostado de flojo. llegaremos tarde—escucho la voz de mi fastidiosa hermana. Quien me observa desde la puerta con una radiante sonrisa. ¿De dónde carajos sacaba tanta energía?
Me apoyo sobre mis codos y la observo con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué sonríes así? ¿Qué carajos te hiciste?—pregunto observándola. Tiene algo diferente, pero no sé qué es.
Pone sus ojos en blanco, y me saca la lengua, y se va.
Me dejo caer en mi almohada.
Bufo, pensando en que tengo que volver a tomar esa misma rutina de madrugar toda la semana y hacer deberes, me pone de malas.
Mis vacaciones no fueron las más interesantes, ya que estuvimos algunos días en la casa de campo de mi abuela, donde me toco limpiar estiércol de vaca y caballo. Tuve que soportar a la gritadera y los correteos de primos pequeños desde muy temprano. Y de paso también tuve que cuidarlos, cuando los adultos se iban a hacer la despensa.
«Si tan solo no me hubiese separado de ti, seguramente mis vacaciones hubiesen sido diferentes...» negué apartando ese pensamiento tan malo.
—¿¡Sigues acostado Félix!? ¡Si no te levantas en este mismo instante, me vas a conocer!—grita mi madre.
Me espanto al escucharla gritar, así que me levanto, y corro al baño.
Bajo las escaleras con pereza.
—Buenos días—saludo a mis padres y hermana.
—Buenos días—saludan al unísono.
Mi mamá se encuentra preparando el desayuno, mi papá revisa su laptop, mientras toma de su zumo de naranja, y no obstante mi hermana está pegada en su celular. Me dejo caer en una de las sillas de comedor.
—Ni siquiera te secaste el cabello Félix. Te vas a enfermar—habla molesta mi mamá—Cristina deja de usar tu teléfono en el desayuno. ¡Respeta la mesa!
Mi hermana hace una mueca.
—¿Por qué no le dices nada a papá?, él tampoco está respetando la mesa—refunfuña, cruzándose de brazos.
—Tu padre está trabajando. No tonteando como tú, así que no me refutes y obedece—mi mamá trae el desayuno de Cristina y mío. Consistía de dos tostadas francesas, acompañada con frutas.
Empiezo a comer mi desayuno.
—¿Sabes a dónde fueron los Siwady en sus vacaciones?—cuestiona mi hermana, llevándose de su fruta a la boca. Me tenso al escuchar ese apellido—¡A los Alpes Suizos! Es mi sueño ir a ese lugar. Mamá no sé como no me diste permiso de asistir, se ve que la pasaron tan bien.
—Pues que bien por ellos—habla mi mamá desinteresada.
—Me da tanta envidia—murmura mi hermana por lo bajo. Al parecer ella tampoco se la paso muy bien en las vacaciones.
Mi madre bufa.
—Ya te dije que prefiero verte lejos de esa familia.
Cristina la observa boquiabierta.
—Mamá, pero ¿por qué insistes en eso? Sabes que Guille es una persona increíble.
—Es gay. Ya no me gusta.
Me tenso ante esa palabra:“es gay”. Repito aquello en mi cabeza una y otra vez. Siento mi estómago revuelto.
—¿Y eso qué?
—Cristina, ya cállate. No tendremos esa discusión, ya sabes que esas cosas no están bien. Termina tu desayuno—espeta mi mamá enojada. Levanto mi mirada para observar a Tina, quien está roja por el enojo.
Se levanta de su silla y toma su mochila.
—¿A dónde vas Cristina?—grita mi madre—Termina tu desayuno.
—Me voy. Se me ha ido el apetito.
—¡Josué dile algo a esa niña!
Mi papá quien se mantuvo al margen todo el tiempo, levanta su rostro y niega.
—Solo déjala, ya sabes como se pone en ese tema. No hables mal de su amigo.
—Muy bien ahora tú apoyas eso—dice mi madre resentida.
Mis padres no tardaban en ponerse q discutir, así que es mejor que me vaya de una vez. Me levanto y recojo mi mochila.
—Me voy—aviso, sin esperar respuesta.
Cierro la puerta y troto un poco para llegar hacia mi hermana. Tiene sus manos tapando su rostro.
—¿Ya andas de llorona?
—Vete—murmura.
—No—quito sus manos de su rostro y la obligo a que me vea—Deja de llorar ¿por qué te afecta tanto que mi mamá se exprese así de Guillermo?
Su mirada de torna molesta.
—¡Félix es la pregunta más estúpida que me has hecho en tu vida!—grita—¡Es obvio! Es mi amigo y odio que lo traten como a un bicho raro, eso también debería molestarte, porque se supone que él es tu mejor amigo.
Pongo mis ojos en blanco, y la suelto.
—Sabes que ya no nos llevamos. Te dije muchachas veces que dejamos de ser amigos—señalo su frente con mi dedo índice—.Clávate eso en tu pequeño cerebro de nuez.
Tina se burla cínica.
—¿También eres un homofóbico? ¿Por eso le diste la espalda a tu mejor amigo?—ladea su cabeza. Sus ojos ya se veían llenos de lágrimas—. ¿Qué pasaría si te dijera qué a mí me gustan las mujeres? ¿Me odiarías?
Niego. No entendía por qué decía esas cosas.
—Cállate Cristina. Deja de decir estupideces y límpiate esas lágrimas—volteo a otro lado que no sea ella. El autobús se estaba tardando más de lo normal.
—Me voy a confesar Félix. Ve pensando desde hoy si realmente me vas a apoyar, porque si no es así te juro que desapareceré de tu vida, así como tú lo hiciste de la vida de Guille.
La observo enojado.
—¿No escuchaste lo que te dije?—mascullo. Su mirada es retadora, pero a la vez tan triste. Que tuve que cambiar mi semblante—. Deja de jugar con esas cosas, los que estás diciendo es muy serio, no te tomes nada de eso a la ligera. Simplemente, no lo hagas.
Suelta un hipido y se cruza de brazos.
—Espero y me apoyes...
—¿Qué te hiciste? No logro comprender, hay algo diferente en ti—digo evadiendo el tema. A lo que ella entiende porque se limpia las lágrimas, y pone mala cara.
—Me corté el cabello. Acaso, ¿no escuchaste a mamá regañarme?
Observo su cabello, y si, lo lleva mucho más corto de costumbre. Me echo a reír.
—¡Pareces Edna Moda!—digo riéndome con más fuerza. A lo que me gano una patada en la espinilla. Me quejo del dolor—¡Oye…!—estoy por regañarla, pero cuando mis ojos visualizan aquella persona, me quedo con las palabras en la boca.
—¿Qué...?—mi hermana me observa extrañada, y a su vez voltea al lugar a donde estoy viendo.
Su cabello pelirrojo brilla, gracias al sol. Su sonrisa crece cuando ve a mi hermana correr en su dirección. Él abre sus brazos en grande para poder recibirla.
Por lo tanto, yo me quedo como un estúpido viendo aquella escena, la cual parecía la de dos novios viéndose después de meses.
Aprieto los dientes cuando nuestras miradas chocan, volteo a otro lado ignorándolo.
Puedo sentir mi corazón palpitar con locura en mi pecho, me empezaba a sentir mareado incluso. ¿Tan nervioso me siento por verlo?
—Hola—su voz... Esa que no era ni tan varonil, sino que parecía una caricia a tu oído. ¿Por qué me hablaba cuando yo fui tan mala persona con él?
Siempre demostrando que no es una persona rencorosa...
—Hola—digo, sin observarlo.
—Tiempo sin verte—dice, poniéndose en mi campo de visión.
Trago en seco. Siempre siendo tan atrevido, sin importarle el espacio personal...
Mis manos me estaban sudando.
Me animo a conectar mis ojos con los de él. Ese verde profundo que me observan con curiosidad, y una pisca de cariño.
—Lo mismo digo—carraspeo.
—¿Cuánto mides? Parece que creciste en vacaciones.
¿Por qué me habla con tanta normalidad? No lo entendía...
—Eso parece...—me vi diciendo. Le di un repaso rápido—tú pareces seguir midiendo los mismos 167 centímetros.
Se encoge de hombros.
—Eso es la malo de tener una familia de baja estatura.
—Aw, ¿Ya son amigos nuevamente?—pregunta mi hermana, con una gran sonrisa en su rostro. Guillermo pasa su brazo diestro por los hombros de mi hermana.
—Tan bobita—dice burlón—Yo siempre consideraré un amigo a tu hermano, pero él no se si realmente lo haga.
Lo observo, y tenso mi mandíbula. Siempre sabía cómo ponerme contra la espada y la pared...
—¿Por qué no dicen la verdad?—pregunta mi hermana, pasando su mirada de Guillermo a mí—¿Fue porque saliste del clóset o hay otra razón...?
Estoy por regañar a mi hermana, cuando Guillermo se me adelanta y dice:
—No te diremos, ya que es nuestro secreto. Vamos, al parecer el autobús no va a llegar, tenemos que correr o si no, no nos dejarán entrar—avisa, mientras sale corriendo y mi hermana se le une.
«Nuestro secreto...» mi cabeza no dejaba de repetir aquello.
Estiro mis brazos por encima de mi cabeza, en un intento de quitarme la pereza que me cargo. Es inútil, ya que con nada se va. Ni siquiera con la mala noticia de que iba a necesitar un tutor tanto para matemáticas y química, porque en el semestre pasado fue en las clases que más mal me fue.
Así que la maestra nos dijo que todos los que reprobamos en sus clases necesitaríamos tutores o si no debíamos retirarnos de nuestros clubs deportivos, por el hecho de que estábamos reprobando clases. Por lo tanto, yo podía ser exento del basquetbol. Bufo, todavía estando sentado en mi silla, no me había ni siquiera animado a salir a recreo.
—¡Feliiix!—habla mi amigo, Héctor, el cual estrella su mano en mi espalda. Me irgo en mi asiento, sintiendo el ardor en mi espalda, mi puñetazo en su brazo no se tarda en llegar—Tan agresivo como siempre—dice sobándose la zona la cual hhe golpeado.
—Tú haces que yo sea agresivo—me pongo de pie y empiezo a salir del aula.
—¿Andas triste por qué posiblemente seas exento?
—¿Piensas que ando feliz por qué posiblemente me saquen del equipo? Es obvio, Héctor. Me gusta mucho ese deporte y, por lo tanto, pensaba ganarme una beca gracias a eso, pero si no mejoro mis notas, se irá todo por la borda...—y posiblemente mi mamá me quitaría mi computadora y mi consola de videojuegos. Estaba acabado.
Mi amigo resopla pasando, su brazo por mis hombros.
—Yo buscaré tutor, porque necesito ayuda al igual que tú. Yo también entiendo tu dolor, compadre—palmea mi hombro.
—¿Ya tienes en mente quién podría ser tu tutor?—pregunto, mientras descendemos las escaleras.
—Pensé en Astrid, pero ella es muy caliente y posiblemente no termine prestándole atención—nos reímos—También pensé en Guillermo, el pelirrojo ese, pero es gay y posiblemente se termine enamorando de mí—se ríe, pero esta vez yo no me río con él.
Llegamos a la cafetería, y a lo lejos diviso a mis otros amigos, Oliver, Luis y Armando.
Nos saludamos, y tomamos asiento.
—Oye Félix, pensé que te quedarías durmiendo en el aula—dice Armando, mientras toma de su refresco.
—Héctor me ha interrumpido—digo hastiado.
—Agradece que te fui a sacar de ahí, parecías tan deprimido.
—Oigan, ¿se enteraron de la fiesta de Mario?—dice Oliver, a su vez nos muestra su celular.
—¿Fiesta un lunes?—hago una mueca. ¿A quién se le ocurría hacer fiesta un lunes? Solo al trastornado de Mario Wills.
—Pues sí, pero es válido, ya que celebramos el inicio de clases. ¿Vamos?
Empiezo a negar, pero mis amigos empiezan a decir “si hay que ir”“no podemos perdernos de eso”“Bebidas y comida gratis”, no obstante me toca terminar aceptando o seré el aburrido del grupo.
—¿Cómo les fue en sus exámenes?—pregunta Luis, quien come una de sus galletas—. Yo reprobé varias, pero les pienso decir a mis padres luego de recuperarlas. Ocupo con urgencia un tutor.
—Yo pasé todas mis clases—dice Oliver, lo observamos con sorpresa—¿Qué? Pasé de panza, pero pase. ¿Es lo importante, no?
Nos burlamos de él.
—La junta con Victoria te hizo bien ¿no?—pregunto divertido a lo que él se encoge de hombros evitando mi mirada.
—¡Ay, seguro ya se ha enamorado! Mira como se sonroja.
—¡Es solo mi amiga, estúpidos!—habla nervioso. Le gustaba, por eso estaba esforzándose, a ser un mejor estudiante, deportista y persona.
Carraspeo, cuando la mencionada aparece. Todos empezamos a toser, no obstante Oliver se queda boquiabierto, al verlo.
—¡Hola chicos!—saluda, efusiva la castaña.
Todos la saludamos al unísono.
—Ho-ola Victoria—Oliver se pone de pie tontamente, y todos ahogamos una risa, al verlo tan nervioso.
—Oliver, traje fruta. ¿Te gustaría comerla conmigo?
Mi amigo observa atontado a Victoria y solamente asiente. Ni siquiera se despide de nosotros cuando está siendo arrastrado por la chica.
— Soldado caído, repito, soldado caído!—habla con dramatismo Héctor.
Nos reímos, no obstante mi risa se queda congelada, cuando veo aquella melena pelirroja, pasar rodeado de muchas chicas—entre esas chicas iba mi hermana—y uno que otro chico. Trago saliva, y dejo de verlo, cuando nuestras miradas se encuentran.
—¿Cómo es posible ese suceso?—habla Héctor a mi lado—. ¡Porque ese marica es tan popular y yo no!—espeta con molestía.
Luis se voltea, en dirección a Guillermo. Capto un pequeño brillo en sus mejillas, y rápidamente voltea a su desayuno. ¿Qué carajo?
—Es bastante popular porque es la superestrella del voleibol—dice Armando—A pesar de que es bajo da unos saltos increíbles—dice con admiración.
—Si, es increíble...—habla por lo bajo Luis.
—¿Cómo saben eso? ¿Dónde lo vieron?—pregunto con curiosidad.
—Instagram—responden al unísono.
Chasqueo mi lengua. Yo lo tenía bloqueado de todos lados.
—¿Por qué lo siguen? Se les va a pegar lo marica—dice burlón.
Veo como Luis se tensa y agacha su cabeza.
—No seas ignorante—espeta Armando.
—Tengo que irme—avisa Luis, mientras toma su manzana y sale de la cafetería.
—¿Qué le pasa a ese loquito?—dice burla Héctor.
Armando empieza a negar, y se levanta también.
—Nos vemos en la noche—se despide.
Me quedé estupefacto al ver la expresión de Armando. ¿Qué estaban escondiendo esos dos? Nosotros éramos un grupo donde todo se tomaba a chiste, pero ahora parecía ser todo lo contrario.
—Ya regreso iré por algo de tomar—me levanto, y me dirijo hacia las bebidas.
Llego a la máquina expendedora, coloco un billete y selecciono la bebida, la cual es una deliciosa Coca-Cola. Si mi mamá estuviese aquí me jalaría de las orejas. Estoy por agacharme y tomar mi refresco, pero unas uñas rosa, con diseño de hello Kitty se me atraviesan.
Me burlo, quien más podría ser.
—Eres un fastidio en casa, ahora ¿también lo serás en el colegio?—pregunto con ironía, mi hermana toma mi refresco entre sus manos. La observo sonreír maliciosa—Ni se te ocurra—la señalo amenazante.
—¿Qué?—hace una cara de víctima, pero sé que es un demonio vestido de Ángel—¿No hay algo que me quieras contar?
Me cruzo de brazos, y le doy una mirada cansina.
—¿Qué te tengo que contar Cristina? Devuélveme mi refresco.
Estiro mi mano en su dirección, pero ella niega.
—Reprobaste matemáticas y química. Mamá te matará—dice divertida.
—¿Cómo sabes?
—Le pregunté a tu maestra.
—Eres una chismosa—la observo molesto a lo que ella sonríe. Me estaba fastidiado sobremanera.
—¡Oh! Guille. ¡Acércate!
Me tenso a escuchar su nombre.
—Tina, dame mi refresco—murmuro entre dientes, pero mi hermana me ignora.
—¿Qué sucede?—Guillermo se coloca a su lado, y me saluda con la mano, a lo que yo doy un leve asentimiento de cabeza.
—Mi hermano se reprobó química y matemáticas. ¿Puedes creerlo?—dice con ironía. Guillermo me observa sorprendido—Necesita un tutor para recuperar o será exento del básquet. ¿No quieres ayudarle?
—Si él necesita mi ayuda, no dudaré en dársela—Guillermo posa su mirada en mí. Me quedé petrificado en mi lugar. No sabía que decir. ¿Por qué tan siquiera lo consideraba, cuando yo fui cruel con él?
Estoy por emitir palabra alguna, pero la presencia de Luke, me hace callar. Pasa su brazo diestro por los hombros de Guillermo, este sonríe un tanto tímido por aquel chico.
—El recreo está por acabar, y ustedes todavía no desayunan—regaña, mientras pasa su mano por la mandíbula del pelirrojo el cual sonríe tímido.
¿Desde cuándo Guillermo se comporta así? ¿Por qué estaban dándose ese tipo de muestras enfrente de todos? Podía sentir las miradas curiosas de todos en esta escena. Apreto mis manos en puños.
—Ya íbamos a desayunar, solo que nos entretuvimos—habla Guillermo.
—Vamos, estuviste enfermo hace poco, no puedes dejar de comer—Luke no le da tiempo de que Guillermo se despida—Te esperamos en el comedor, Tina—grita.
—No me agrada—murmura mi hermana.
—¿Por qué?—pregunto en su mismo tono de voz.
Ella me da una mirada, que siento que en cualquier momento me va a aniquilar.
—No te importa. Nos vemos en casa—me pasa la bebida, dejándome solo y con mil preguntas en la cabeza.
¿De qué se enfermo Guillermo? ¿Por qué ni siquiera me entere de eso? ¿Por qué a mi hermana no le agradaba Luke? Es más ¿Por qué tina no me conto que Guille estuvo enfermo?
Abro la lata de Coca-Cola y la tomo de golpe. Lo iba a averiguar, no puedo quedarme con la duda.
—Cierren las puertas y no le abran a nadie—avisa mi madre, mientras se retoca el maquillaje—. Recuerda Félix, quedas a cargo de la casa. Nos vemos en la mañana.
Se despide de nosotros y sale por la puerta. Hoy tienen un pequeño convivió con unos amigos, y al parecer iban a tomar y no querían arriesgarse y llegar ebrios a casa, por lo tanto, optaron por dejarnos solos.
Mi hermana corre a la cocina y empieza agarrar del pollo KFC.
—Al menos sírvete en un plato—la regaño, mientras voy por un plato. Le escucho que habla, pero no entiendo lo que dice, ya que está hablando con la boca llena—.¿Qué dices mocosa? Termina de tragar y luego habla.
Rueda los ojos.
—¿Qué si irás a la fiesta?
Niego. No me apetecía ir, sé que mis amigos irán, pero también sé que no me sentiría del todo cómodo, ya que Luis y Armando actuaban extraño, Oliver estaría con Victoria y Héctor seguramente andaría atrás de alguna hembra.
—Yo si iré—le doy una mirada severa.
—No saldrás de esta casa. Mamá y papá no están y ni siquiera pediste permiso. No inventes.
—Eres un amargado—refunfuña.
Me encojo de hombros, y llevo un poco de mis papas a mi boca. Observo a mi hermana, y recuerdo lo que le quiero preguntar.
Carraspeo, llamando su atención. Me observa con una ceja alzada.
—¿De qué enfermo Guillermo?—pregunto, fingiendo desinterés.
Ella sonríe pícara.
—Puedes preguntarle a él, no tarda en venir—escucho el timbre sonar. Estoy por levantarme, pero mi hermana sale corriendo.
Me quedo petrificado con el pollo a medio camino de mi boca.
—¿Irás o no?—lo oigo preguntar. Se adentran a la cocina y mi hermana le empieza a servir pollo—. Hola Felix—lo saludo con mi mano.
—¿Quieres papas Guille?—no espera respuesta y le empieza a servir—Come, iré a vestirme. Espérame aquí.
Guillermo pone su plato en la mesa y empieza a comer. El silenció es abrumador y asfixiante, aunque sé que no es obligatorio que hablemos, porque es incómodo hablar con la boca llena, pero también está la otra parte de que teníamos tiempo si estar juntos y a solas... Le observo de soslayo, lleva su cabello despeinado, va vestido muy vintage, tirando a old money. Siempre pienso que tiene muy buen estilo. A diferencia de mí, que siempre voy vistiendo ropa holgada.
Lo escucho carraspear, así que niego. «Seguramente sintió mi mirada.»
—¿Tanto tiempo sin estar a solas, cierto?—se ríe bajo—. Hasta es incomodo.
Nuestro ojos se conectan, y puedo revivir aquella noche, donde todo se fue a la borda. Donde di por terminada nuestra amistad.
—Lo sé—murmuro.
Asiente, y juega con las pulseras que adornan su muñeca izquierda. «Todavía trae la pulsera de Batman que le regale.»
—Félix, no te guardo ningún rencor. Quiero que lo sepas—lo veo boquiabierto. «Él sabía cómo realmente ir al grano.»—, sin embargo, tampoco me siento del todo feliz, por como huiste, pero lo comprendo.
—No hables de esto aquí—murmuro alarmado. Volteo a todos lados viendo si mi hermana viene de cotilla o algo.
Un brillo triste pasa por su mirada.
—Lo siento... Pero es algo que no me podía guardar.
—Dime que nunca le has contado a nadie—lo observo espantado.
—Te prometí, que ese sería nuestro secreto—sonríe leve.
—Nuestro secreto...—repito, a lo que él asiente, sin quitar su mirada de mí. Paso saliva, sintiéndome extraño.
«Su cercanía causa algo en mí, y es tan extraño. Que no puedo soportarlo»
Estoy por levantarme de la mesa, cuando su mano en muñeca me detiene.
Mi corazón empieza a palpitar frenético en mi pecho.
Quiero voltear mi mirada a otro, y dejar de enfocarme en aquellos ojos verdes.
—¿Por qué?—susurra. Bajo mi mirada a sus labios ligeramente carnosos.
Trago en seco. Mi cuerpo no quería reaccionar a su cercanía, debía empujarlo y salir corriendo, pero no, me quedé embobado viéndolo. Esperando haber qué tenía para decirme.
Esto no estaba bien...
—¿Por qué, qué?—me vi diciendo.
—¿Por qué nuestra amistad no pudo seguir? Yo hubiese entendido que estabas confundido, que fue acto de impulso...
Niego efusivamente, y cierro los ojos.
—No tengo respuesta para eso. Al día de hoy, no puedo ni siquiera pensarlo—murmuro.
—Entiendo...
—¡Chicos!—el chillido de mi hermana llega a mis oídos—¿Q-qué ha-acen? ¿Interrumpí algo importante? ¡Dios, lo siento! Me voy los dejo solos.
—Tina, siempre de payasa—Guillermo me suelta, y se dirige a mi hermana con una mirada burlona— Simplemente, le decía a tu hermano que le ayudare con las tutorías, para que siga jugando al basket.
Mi hermana hace una mueca de decepción.
—¿Por qué haces esa cara? ¿Qué pensabas?—digo poniéndome nervioso. Mi hermana a veces tenía una mente, bastante cuestionable...
—Nada que te importe—me saca la lengua—Guille, vámonos.
La tomo del antebrazo y detengo su huida.
—¿A dónde crees que vas? Yo no te he dado permiso. Estoy a tu cargo.
Guillermo alza una ceja.
—¿No pediste permiso?—cuestiona.
Me cruzo de brazos, y la observo molesto.
—No... Pero ya estoy lista. Ya no puedes detenerme.
—Ya te he dicho que no irás, entiéndelo.
—Guille, ayúdame—ruedo mis ojos al verla como pone ojos de cachorro. Él se ríe ante su actuar, y le acaricia el cabello.
«Ellos harían una pareja bonita, no sería tan extraño para la sociedad» ese pensamiento hizo que me diera una punzada en mi pecho.
—¡Félix!—mi hermana chasquea sus dedos cerca de mi cara, llamando mi atención—Guille, te ha propuesto algo.
Le observo, y trato de despabilarme.
—¿Qué decías?—pregunto.
—Yo la llevaré y la traeré. Prometo hacerme cargo de tu hermana.
Mi hermana junta sus manos, como si estuviera pidiendo clemencia. Ruedo mis ojos.
—Ya dije que no—me cruzo de brazos.
Mi hermana chasquea la lengua.
—Entonces, ¿No confías en la palabra de Guille?
—Yo no dije eso, Tina—digo, pasando los dedos por mi cabello. Tener la mirada de él puesta en mí, me ponía nervioso. ¡Me siento presionado!
—¿No confías en mí Félix?—
—Si, Félix—habla irónica mi hermana, cruzándose de brazos—. ¿No confías en tu mejor amigo Guille?
Guillermo me observa expectante con sus cejas alzadas, y de brazos cruzados. «Estos dos me ponían contra la espada y la pared»
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