Capítulo 14

^^^Narra Félix:^^^

Mi pecho se encuentra mojado, debido a sus lágrimas. Se retira y agacha su mirada al suelo.

—Disculpame—dice, limpiándose las lágrimas con enojo.

—¿Qué pasó?—cuestiono tomándole de los hombros y obligándome a que me vea—. ¿Luke te hizo algo?

Imaginarme a ese estúpido haciéndole algo me hace enerva la sangre, nunca he confiado plenamente en él.

Niega espantado.

—Él jamás me haría daño—explica de prisa.

—¿Entonces qué diablos paso?—me cruzo de brazos.

—Alejandro...

—¿Alejandro? ¿El que es mariscal?—digo hastiado—. ¡Joder Guillermo! ¿Qué ha pasado?

Vuelve a sollozar.

—Si, ese mismo Alejandro. Me lo he encontrado en los vestidores y ha intentado...

—¿Ha intentado...?—ese tipo llevaba años acosándolo, incluso yo una vez intervine y desde ahí creía que todo iba a parar, pero tal parece que no.

—¡Intento propasarse conmigo!

—¿Desde hace cuánto?

—Ya tiene su tiempo...

—¿Tienes una mamá abogada y lo has dejado pasar? ¿En dónde diablos está tu inteligencia Guillermo?—le grito furioso.

—¡Tú no entiendes lo difícil que es esto!—me contesta en mi mismo tono—. Si lo hago ella posiblemente haga una denuncia y de paso me cambie de institución. ¡Y no quiero eso!

—¿Y eso qué? ¿Te gusta qué te acosen?—me acerco amenazante—. ¿Te gusta qué todo ellos anden detrás de ti? ¿Qué tan difícil es irte a otra institución?

Su rostro se vuelve rojo de la furia, no me espero que su mano impacte contra mi rostro.

—¿Cómo te atreves a decir eso?—dice, su labio inferior tiembla—. Es difícil para mí, pero si tú nunca lo has vivido, jamás lo entenderías. Y no quiero dejar esta institución por el simple hecho que al menos aquí puedo verte desde lejos. ¡Estúpido!

Se gira en dirección a la biblioteca, dejándome solo. Me quedo estupefacto, mientras me sobo la cara con mi mano diestra. Me pego con mucha fuerza, en todos los sentidos...

Bufo al darme cuenta de que todo lo que le dije fue una completa basura.

No entendía la razón del porque él no actuaba y le ponía un maldito alto a ese imbécil de Alejandro, cuando tenía todos los recursos para hundirlo. ¿Por qué siempre tiene que ser tan bueno?

Me enoja a niveles extremos.

Entro a la biblioteca, y mi mirada rápido lo encuentra, está con un grupo de cuatro, tres mujeres y un hombre. Les sonríe como si no hubiese estado llorando hace unos minutos atrás. Se le ve calmado, y muy concentrado en lo que hace.

—Llegas tarde, siéntate—me ordena Anna.

—Lo siento—tomo asiento en una de las sillas, cuando estoy sentado me pasa una hoja con cinco ejercicios en ella.

Hago una mueca de fastidio.

—¿Qué?—cuestiona a la defensiva—. Antes de pasar debo colocarles ejercicios, quiero saber qué tan inútiles son.

—¿Tienes que decirme inútil?—ella asiente, mientras se lima las uñas. A diferencia de Guillermo ella solo tiene tres alumnos—. No le entiendo a las matemáticas, por lo tanto no creo hacer...

—No te estoy preguntando si, puedes o no. Te he ordenado que hagas los ejercicios.

—No me estás escuchando...

—Lo hago. Escúchame bien—su uña larga me señala—. Hazlos y yo desde ahí te evaluaré. No me importa sí los haces bien o mal. ¡Solo hazlos!

Empiezo a hacer los ejercicios de álgebra que me apuesto, y no les entiendo. Por más que haga el intento, sigo sin saber como es esto.

Cuando se los entrego ella no puede evitar la mueca de horror al ver lo he hecho. Así que seguido me explica, y de su explicación no llego a entender un carajo.

Lo único que mi hace es dar mi vueltas.

¡Juro que me estoy esforzando, y no logro entender absolutamente nada!

No entiendo de dónde salen tantos números y letras. ¿¡Por qué hay letras en este tipo de ejercicios!?

Me duele la cabeza.

Anna hace caras cuando nos pregunta si hemos entendido. Por suerte no soy el único que no ha comprendido nada.

—Bien—dice hastiada—.Mañana les traeré una dinámica, quizás eso les ayude un poco. Necesito que lleguen a tiempo, no puedo llegar tarde a casa. Son diez dólares por adelantado—estira su mano en nuestra dirección.

Coge sus cosas y se cuelga lo mochila en su hombro.

Meto mi mano en mi bolsillo y le entrego el dinero.

—Estafadora—digo por lo bajo.

Ella se ríe, y sacude el dinero. Me estoy cuestionando si de verdad no está enseñando o simplemente está jugando con nosotros...

Al parecer el grupo de Guillermo también ha terminado, y tal parece que a ellos si les fue bien, ya que él los está felicitando y diciéndoles que están avanzado muy rápido.

Una de la chicas saca unos panecillos y de los entrega, y se despide nerviosa de él.

Resoplo. ¿Acaso no sabe qué es gay?

Tiene cero oportunidades con él.

Empiezo a recoger mis cosas y salgo de la biblioteca.

La escuela está a oscuras, así que da un poco de miedo ir caminando por estos pasillos. Trato de llevar un paso calmado, cuando escucho las risas del grupo de Guillermo, quienes ya me han rebasado.

Giro mi cabeza, para darme cuenta que él mencionado va hablando por teléfono.

Empiezo a descender las escaleras, percatándome que a los lejos está Alejandro y sus amigos. Aprieto mi manos en puños.

Es más que obvio que esperan a Guillermo.

—Guillermo—llamo su atención, pero hace una mueca y se despide, colgando el teléfono.

—¿Qué sucede?—me da una mirada desconfiada.

—Vente conmigo—lo tomó de la muñeca y lo llevo arrastras hasta su auto. Siento la mirada de Alejandro en nosotros.

—¡Félix me lastimas!—dice soltándose de mi agarre—¿Qué te sucede?—se acaricia la muñeca.

—¿Acaso no viste que Alejandro te estaba esperando?

Me ve asustado y lo busca con la mirada hasta dar con él. Se lleva su mano al pecho.

—No lo...

—¡Debes estar más pendiente de tu entorno!—grito encolerizado—.¡Deja de actuar tan distraído y ponle un maldito alto!

Asiente, mirando sus pies.

—Lo haré, y lo siento.

—¿Por qué lo sientes?

—No quiero que te pelees como la última vez.

Muerdo mi labio inferior.

—Subete a tu auto y vete.

Asiente sumiso y se dirige a su camioneta. Afianzo mi agarre en mi mochila. Le veo con la intención de decirme que me lleva, así que me alejo cuando ya ha salido del parqueo.

Y mi mente no deja repetir la oración: «Como la última vez»

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