...CLARA:...
— ¿Qué te vas? — Preguntó Liliam al mismo tiempo que Eidan, minutos después en la habitación de Eveli, esperé a que mi hermana estuviera presente para dar la noticia.
Las reacciones sorprendidas volvieron, seguía dando sorpresas a mi familia y mientras comía golosinas relajada ellos estaban alterados, nerviosos, pero Eidan parecía más desconsolado, entendía perfectamente lo que le ocurría.
Les dije la mismas mentiras que a Sandra y parecieron creerlas.
El ruido de ambos niños jugando en la alfombra era lo único que se escuchaba de fondo.
— ¿Cuándo vas a volver? — Mi hermana asimiló la noticia.
— No tengo una fecha concreta, pero volveré pronto, el evento durará varios días — Mastiqué otro bombón, estaba rogando al Creador no regresar dentro de una urna, agradecí que solamente lo pensé y no lo dije en voz alta.
— Infórmale a mi padre — Intervino Sandra y negué con la cabeza.
— ¿Por qué tendría qué hacerlo?
Todos me observaron como si la respuesta fuese obvia.
— Es tu padre y esto no se trata de un paseo a la plaza, se trata de un viaje al otro reino — Gruñó Liliam.
— Lo sé, pero se pondrá peor que ustedes, prefiero que le informen cuando yo haya partido, mi padre no es el dueño de mi vida, no me hará lo que te hizo, no manejará mi vida — Gruñí, Liliam se tensó, le había dado justo en la herida — Lo siento, pero es la verdad, además, yo no le importo a mi padre, estuve tanto tiempo encerrada en mi habitación muriendo y él lo sabía, no hizo nada para ayudarme.
Todos se quedaron callados.
— Estás resentida y eso no es bueno para tu salud — Dijo Sandra, con tono más suave.
— Lo sé, pero no puedo hacerme de la vista gorda... Me iré sin avisarle y ustedes se encargarán de darle la noticia.
Me levanté.
— Si con esto querías matar todas mis esperanzas lo entiendo Clara — Eidan estaba tan dolido — Quieres poner más distancia.
— No es por eso, ésta es una oportunidad que no voy a desaprovechar, estoy más cerca de cumplir mis sueños, no lo hago para alejarme de ti — Dije, pero apretó su mandíbula — Deberías darle una oportunidad a otra mujer.
— No hay nadie que me interese.
— Tal vez si la hay pero no quieres ver.
No comprendió lo que dije, no iba mencionar que Naya estaba enamorada de él, eso era algo personal. Estaba tratando de que abriera los ojos con esas palabras, pero al parecer era difícil.
Después de eso, me enfrasqué en jugar con mis sobrinos una última vez y salí de la habitación, mi asunto allí había acabado y me dirigí a mi apartamento, a esperar más información sobre la hora de la partida.
...CRISTOPHER:...
La aparición del príncipe me hizo recapitular sobre mi decisión, era una locura aceptar, había olvidado que la Señorita Clara pertenecía a la familia real y que era un inminente peligro que me acompañara a la misión, yo era peligroso, estar a mi lado implicaba un constante riesgo. Mi labor como espía era hacer mi trabajo, pero sin involucrarme con nadie del palacio, cualquier enemigo atacaría si me llegasen a pillar cerca de uno de ellos en un lugar abierto.
Porque había pocos que habían descubierto mi verdadera identidad y sabían que era el perro chismoso del Rey Evans.
Yo era bastante escurridizo, no me dejaba ver en solitario, ni en compañía y mantenía mi rostro cubierto la mayor parte del tiempo.
A salvo de personas que buscaban una grieta para destruir el reino.
Yo sabía demasiado, mi cuello era valioso.
Mi trabajo no era impecable, en pocas ocasiones había cometido errores, me había dejado ver demasiado y también me lograban seguir, cuando eso sucedía debía huir de inmediato del lugar hacia otra ciudad, esconderme por un tiempo y luego volver a salir.
Era un trabajo que no me permitía tener vida personal normal, debía estar solo siempre, tener familia implicaba una debilidad que mis enemigos usarían de inmediato para dañarme.
Era mi condena y mi sacrificio al ser espía.
No había elegido ese oficio por ser de mi agrado, ni tampoco era un sueño anhelado. Era lo único que sabía hacer, desde niño había aprendido las técnicas y mañas del trabajo que nadie con buen juicio se atrevería a hacer, no porque fuera deplorable, si no por el constante peligro, pero el hombre que me enseñó era uno de ellos.
Un hombre tan solitario y sin familia como yo, ya era un anciano cuando lo conocí, no tenía nadie y necesitaba pasar su labor a alguien tan bueno como él, decía que era el mejor y que el único sucesor adecuado aprendería de su propia mano.
Por eso me entrenó, me adiestró en el mundo del espionaje y me dejó sus labores.
Un hombre cruel que me hacía cometer actos que para un niño de tan corta edad implicaban el riesgo de morir.
En ese tiempo no comprendía la soledad de aquel hombre, pero ahora sí, él fue el primero en condenarme a un mismo futuro, un futuro dónde estaría encerrado en una vieja choza, descuidado, casi al punto de apestar y completamente senil, sin nada, ni nadie que se preocupara por mí, tan miserable que cuando muriera no tendría un entierro decente.
Era mi destino.
Así que tener a una señorita tan cerca había sido un error y una irresponsabilidad de mi parte, estar persiguiendo aquella mujer era un acto estúpido que me estaba distrayendo y tenerla en mi misión me distraería aún más.
Había cometido un terrible error al aceptar, ni siquiera sabía porque lo había hecho, no temía de sus amenazas, pero lo que hizo aceptar fue inexplicable, estar cerca de ella me absorbía la razón y me convertía en un tonto.
Eso debía parar, pero la forma inteligente de deshacerme de ella era seguir fingiendo que estaba incluida en el viaje, conseguir sus documentos falsos y darle una falsa hora de partida.
Aproveché mi última reunión con el Rey Evans para hacer lo que me dijo, me tomó un tiempo pensar en alguna forma de decirlo, pero como era un experto actuando lo hice a la perfección.
En oportunidades había usado mi habilidad de actor incluso con el rey para vengarme de sus malos tratos, como conseguir más piezas para usarlas supuestamente en mi misión y conseguir identidades que me permitían acceder a lugares tan prestigiosos y celebraciones privadas para usarlas como entretenimiento con la excusa de sospechar de un indicio en esas zonas.
Incluso conseguí a las mujeres más bellas gracias a mis falsas identidades.
Hubiera sido echado a patadas de esos lugares y abofeteado por esas estiradas con mi verdadera identidad.
Era mi forma sutil de cobrarme algunos insultos, aunque su paga era lo suficientemente buena para permitirme tenerme más de una propiedad en cada lugar al que iba, no eran prestigiosos, ni
excéntricos, sino modestas y pequeñas, mientras menos llamara la atención mejor.
Y el apartamento en Urla era una de ellas.
— He incluído en mi misión a uno de mis compañeros, será mi asistente en todo el viaje y la casería, es muy bueno en su trabajo y necesito documentos para esta persona — Expliqué, observándolo a los ojos, relajado, e incluso me apoyé del espaldar de la silla.
— ¿Por qué incluir a alguien más si tendrás ayuda de sobra en Perfi? — Preguntó severamente como lo acostumbrado, pero esa pregunta me daba a entender que estaba dispuesto a escuchar mi propuesta.
— La mayoría de los hombres en Perfi son hombres del Rey Alfonso y no conozco sus tácticas, es mejor tener al lado a un espía de confianza y que sepa mi modo de trabajar — Entrelacé mis manos, se estrujó la barbilla.
— En eso tiene razón Señor Cristopher ¿Quién de su grupo será su asistente?
La única mujer en el grupo era Mina, fue el primer nombre que vino a mi mente, la recordé porque entre ella y yo había ocurrido un hecho apasionado en una de nuestras misiones y que después terminó como un hecho penoso que ninguno de los dos había comentado con nadie.
— Será Mina, ya he trabajado de la mano con ella y resultamos ser un excelente equipo.
— De acuerdo, prepararé los documentos, espera por ellos... ¿Qué te parece si le doy la identidad de Jenny, la esposa de Alfred, ambos turistas? — Se ajustó las gafas y sacó sus sellos de los cajones.
— Me parece excelente.
Una vez más había logrado lo que quería.
...****************...
Los documentos estuvieron listos muy tarde, ya era media noche cuando volví al edificio de mi apartamento.
Toqué la puerta de la Señorita Clara.
Lo hice varias veces hasta que sentí sus pasos apresurados, la sentí detenerse frente a la puerta, pero se quedó quieta, sus dedos se deslizaron, haciendo un sutil ruido en la manilla, pero no abrió.
Era inteligente, se parecía mucho a mí.
— Soy Cristopher — Dije y casi la oí soltar una respiración aliviada.
Abrió la puerta, pero no completamente, dejó una pequeña abertura y se asomó.
Su cabello dorado y lizo estaba completamente suelto, cubriendo sus hombros y parte de su pecho, cayendo en cascada hasta su cintura.
Llevaba un camisón tan cubierto, con mangas largas y botones hasta el cuello, que rozaba sus pantorrillas. Unos delicados pies apoyados en el suelo de madera se asomaron apenas por la abertura de la puerta.
Mi mirada fue de unos poco segundos y la mantuve en su rostro angelical, ese rostro me inspiraba a hacer todo lo contrario a lo puro.
Estaba soñolienta y un poco intolerante ante mi presencia en el pasillo.
— ¿Qué rayos quiere? — Preguntó sin nada de cortesía y me seguía sorprendiendo que me gustara su forma de maltratar.
Sostuvo la puerta sin abrirla, esperando mi respuesta.
— ¿ Me deja pasar?
Su soñoliento rostro pasó a un gesto defensivo.
— Por supuesto que no.
— Lo propuse para estar más cómodo, tengo indicaciones que darle sobre el viaje de mañana — Aclaré de inmediato y se relajó, incluso había un poco de emoción.
— Oh, el viaje — Jadeó y abrió la puerta completamente, dándome permiso para entrar.
La sala estaba oscura cuando entré.
Corrió hacia la habitación y volvió con una lámpara de queroseno, la colocó sobre la pequeña mesa en medio de los sillones.
— Siéntese — Dijo, de nuevo volviendo a esa cortesía, sus cambios de humor me dejaban desconcertado, pero empezaba a comprender, cuando se trataba de sus sueños y sus deseos parecía bajar la guardia.
Era como si se sintiera segura.
Me senté y saqué el sobre del interior de mi bolsillo.
Se sentó al frente y me observó atenta.
— Estos son los documentos que el Rey Evans preparó para usted — Dije, colocándolos sobre la mesa, no los tomó, pero si los observó.
— ¿Cómo hizo para que se los diera?
— Tuve que mentir, obviamente su nombre no salió en todo éste asunto — Dije con expresión aburrida, se rió.
— Pensé que el espía del rey no mentía y menos al mismo rey.
— En ocasiones es necesario, pero no es algo habitual, usted me ha hecho mentir frente al Rey Evans — Gruñí, quitándome mi sombrero de nuevo y lo coloqué sobre mi rodilla, por alguna razón aquel gesto hizo que la señorita se tensara y volviera a su postura incómoda.
— Yo también he mentido a mi familia, descuide, si tiene miedo a que descubran que tenemos un trato no se preocupe, yo no diré nada, todo saldrá bien, regresaré acá cuando termine mi investigación y todo seguirá como si usted y yo nunca nos hubiéramos dirigido la palabra — Aclaró para intentar aligerar la situación — Esto es confidencial.
— Eso no será suficiente para mantenerse fuera de peligro, el Príncipe Eidan tiene razón, yo no debo estar cerca de usted y usted tampoco debe estar cerca de mí... Debería tomarle la palabra, está a tiempo de arrepentirse, vuelva al palacio con su hombre.
Frunció sus provocadores labios, si supiera que estaba empezando a ser objetos de mis fantasías masculinas, lo siguiente que me arrojaría sería un cuchillo.
— El Príncipe Eidan no es dueño de mi vida, mucho menos es mi hombre, en cualquier caso eso no es asunto suyo — Aclaró ofendida y alcé mis cejas.
— Disculpe, pero es algo involuntario de mi oficio — Sonreí con burla, si era cierto que era muy metiche porque desde que empecé en el oficio me la vivía metiéndome en asuntos que no eran de mi importancia y no podía evitar hacerlo en mi día a día.
— Conmigo tendrá que dejarse de eso, quiero aclarar que nuestra relación no es amistosa, Señor Cristopher, ni yo me meteré en sus asuntos, ni usted en los míos — Tomó su postura arrogante, esa que me incitaba a castigarla, no de una forma dolorosa, si no placentera, que la haría suplicar por tener un poco de mi cuerpo.
Sentí de nuevo como mi miembro volvía a despertar, parecía un adolescente.
"¡Concéntrate!"
— Me parece excelente, usted tampoco podrá hacer preguntas personales — Dije de la misma forma arrogante y puso los ojos en blanco.
— Eso no me interesa en lo más mínimo.
Misteriosamente observó mis manos, ya era la tercera vez que la descubría en eso y sabía que mis cicatrices daban mucho de que preguntar, no era la única persona que sentía curiosidad al verlas, siempre ocurría.
La mayor parte llevaba guantes para cubrirlas, pero no los toleraba en mis días libres, me apretaban.
Sus ojos volvieron a mi rostro.
Apartó su cabello de su hombro, dejando al descubierto su delicado cuello.
Ya no podía ocultar que me atraía como mujer, que estaba deseándola como una bestia, esa era otra razón por la que no debía dejar que viniera al viaje, era otro motivo de distracción.
Debía marcharme, me levanté rápidamente y elevó su cabeza.
— Saldremos a la cinco mañana, esté lista para partir — Le dije y asintió con la cabeza.
Me marché y huí a mi apartamento.
Me controlé de no volver a usar mi mano para calmar mi necesidad, debía descansar lo suficiente en las pocas horas que me quedaban y no debía darme el lujo de gastar energía.
Me quité la ropa y caí sobre la cama como un tronco después de colocarla a alarma en el reloj de la mesita.
En realidad la hora de partida era a las tres en punto de la mañana, pero así podría deshacerme de la señorita fácilmente, cuando saliera ya yo estaría en el carruaje partiendo a la frontera.
Era por su bien.
Al despertar, me vestí con mis ropas más sencillas y tomé mi valija, salí disimuladamente como costumbre, pero me detuve en seco en el pasillo.
Esto no podía ser verdad.
— Buenos días Señor Cristopher — Dijo la Señorita Clara con una sonrisa victoriosa.
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Comments
Yeli Martinez
siempre supe que ella gustaba de él y se hacía la q solo somos amigos.
el ya tiene 40 años es algo mayor para nuestra prota también
2025-03-13
0
Natalia Beatriz Leguizamon
lo cagó jajajaaaa
2025-01-17
1
indira avila
pero si Clara ya estás entrometida en todo de él 😒🤭
2024-10-31
1