...CLARA:...
Intenté convencer al casero de que me cambiara a otro apartamento, pero no funcionó, se negó de todas las formas posibles, me dijo que no había más apartamentos desocupados y que ninguno de los demás inquilinos iba a querer intercambiar de apartamento, dejé de insistir, al menos lo había intentado.
— ¿Por qué quiere cambiar de apartamento? — Me observó con curiosidad, no contesté, era bastante metiche — ¿A caso Vladímir está haciendo demasiado ruido?
— No, descuide, no tiene nada que ver con esa persona.
No me creyó.
— Seguramente volvió irse de viaje, descuide, no volverá a molestarla.
Eso me tranquilizó, pero no por mucho tiempo.
Buscar otro sitio más económico no era una opción, me tomaría mucho conseguir un lugar como aquel, a pesar de mi vecino insinuante me gustaba vivir allí y me quedaba cerca del trabajo, me conformaría con la palabra del casero.
Volví a mi trabajo y mis obligaciones, sin ningún aspaviento, todo volvió a la normalidad.
No volví a encontrarme con el misterioso espía, no es que lo extrañara, pero debía aceptar que aquellos momentos fueron muy entretenidos y diferentes a todos los sucesos de mi vida.
Seguí con mi trabajo los siguientes días, olvidando casi por completo la horrible nota.
Seguía sin haber respuesta de la editorial y me debatí entre dirigirme al lugar para cerciorarme de que la editora no lo hubiese olvidado, pero me convencí de que publicar un libro no era de un día para otro, debía tener paciencia. Logré escribir otro manuscrito sobre el proceso de la mujer al tratar de independizarse y lo disfruté mucho.
Recibí cartas de Sandra con buenos deseos sobre mi vida, prometiendo visitarme cuando tuviera tiempo libre, con sus pinturas y la crianza de su pequeño Israel se mantenía ocupada, pero comprendía que cada una tenía su vida y que era algo normal separarse físicamente por instantes.
Aún no llegaba la carta de mi padre, pero no me preocupé por eso.
...****************...
El casero se apareció una tarde.
— Tiene una visita.
Bajé de inmediato, encontré a Naya en el primer piso.
Al verme nos abrazamos y la guié a mi apartamento, el casero observaba con mucha curiosidad desde su puerta, ojeando a mi amiga.
Llegamos al apartamento y mi amiga observó todo.
— Guao, es muy lindo tu nuevo hogar.
— Es sencillo, pero lo prefiero así — Dije y ondeé mi mano para que se sentara en uno de los sillones, así lo hizo.
— Disculpa si no vine antes, he tenido muchas presentaciones en el teatro.
— Descuida, yo también he estado ocupada — Me senté frente a ella.
— ¿Conseguiste trabajo? — Estaba sorprendida.
— Sí, en una librería de aquí cerca.
— Me alegra que te esté llendo bien — Sonrió, pero parecía tensa, como si quisiera decir algo.
— ¿Quieres un té? — Pregunté para cortar la incomodidad.
— Sí, gracias Clara.
Me levanté y monté la tetera en la estufa.
— Veo que has estado escribiendo — Observó las ojos apiladas en la mesa.
— Sí, de hecho entregué uno de mis manuscritos a la editorial, pero aún no hay respuesta — Volví a sentarme en el sillón.
— Te aseguro que les encantará, no te desanimes — Había tomado una de las hojas y la leía en silencio.
— Me gusta escribir sobre temas personales.
Elevó sus ojos hacia mí.
— ¿ Tienes planes para hoy en la tarde?
— No, hoy es mi día libre.
— Habrá una celebración en el teatro, quiero que vayas — Me observó con una expresión animada.
— No lo sé, no creo tener ánimos para celebraciones.
Frunció el ceño — Oh, vamos, nos divertiremos, habrá música, baile, comida, vino y hombres — Me guiñó un ojo, eso último me hizo tensar mis hombros.
— Sabes que no me agradan ese tipo de cosas.
— Eres la única amiga disponible que tengo, aprovecha que aún no te comprometes con Eidan.
— Naya, no voy a comprometerme con Eidan, ni ahora, ni en el futuro — Confesé y su rostro se tornó serio.
— ¿Qué? ¿Por qué? — Se espantó.
— Porque no lo amo, lo quiero, pero como amigo, no lo imagino siendo mi esposo.
— Pero... Eran la pareja perfecta — Bajó su mirada, tan desconcertada.
— Todos pensaban así, pero lo cierto es que Eidan y yo somos completamente diferentes, la mayoría del tiempo no lo toleraba — La observé con sinceridad y arrugó sus labios.
— Es una pena — Pareció sentirse mal por la noticia.
— Iré contigo a esa celebración — La complací y volvió a tomar el entusiasmo de hace un minuto.
Yo no tenía vestidos lujosos, lo cierto es que no me imaginaba asistiendo a celebraciones por un tiempo.
Registré el armario mientras Naya me ayudaba a decidirme, los iba sacando y ella los evaluaba con ojo crítico, incluso los colocaba frente a mí y los aventaba sobre la cama si eran de su agrado.
Al final nos decidimos por uno de color rosa, me vestí después de bañarme, Naya estaba esperando sentada sobre la cama, con uno de mis libros en sus manos.
— ¿De dónde sacaste esto? — Lo observó impactada, era de la reproducción humana, un tema tabú que nadie se atrevía a hurgar.
— Lo encontré en la librería del palacio — Susurré como un secreto mientras me colocaba el vestido.
— ¿Lo robaste? — Abrió su boca.
— No, lo tomé prestado, nadie lo notará, hay miles de libros allí y con lo ocupado que están todos jamás lo leerán, así que yo le dí un mejor uso — Sonreí y se quedó parpadeando — Ayúdame con los botones.
— No sabía que existían libros así.
Se acercó y abrochó los botones en mi espalda.
— Eres muy inocente — Me burlé y resopló.
— Deja de estar leyendo esas cosas, ensuciaran tu mente.
— Lo mismo me decía Sandra, son exageradas, solo es un poco de biología, no tiene nada de malo conocer las partes reproductoras del cuerpo.
— Esos dibujos me parecen innecesarios para un libro de biología — Siguió abochornada.
— Son necesarios para comprender mejor.
— ¿Quieres tener hijos? — Preguntó.
— No, no quiero.
Pensar en dejar que un hombre me toque era algo que no estaba en mis planes, anteriormente solo había pensado en besos con Eidan, pero jamás llegué tan lejos en mi imaginación, aún me aterraba la idea.
Terminó de ajustar la cinta en mi cintura y me observé en el espejo.
— Deberías llevar tu cabello suelto hoy, siempre lo usas recogido, tienes una cabello muy hermoso para esconderlo — Me aconsejó cuando empecé a peinarme.
— Mientras menos atención llame mejor.
— Hoy no pienso permitir semejante cosa — Se cruzó de brazos.
...****************...
La celebración empezaría a las siete, le presté uno de mis vestidos a Naya, después de que me dijera que no planeaba usar uno, hice un trato con ella, yo llevaría mi cabello suelto si ella usaba un vestido, aceptó después de pensarlo mucho.
Salimos del edificio y alquilamos un carruaje.
Ella llevaba un vestido color verde claro y se recogió el cabello en un moño alto, la maquillé sencilla con tonos claros pero se veía hermosa.
Ella adornó mi cabello con una diadema de flores artificiales color blanco, me maquillé igual que a ella y como último toque mis aretes de gotas bañadas en plata.
Llegamos al teatro y había mucha gente fuera.
Aferré mi bolso pequeño de piel a mi cuerpo, mientras Naya me guiaba hacia la entrada.
Muchas miradas se dirigieron a nosotras y la incomodidad me hizo mantener los ojos al frente "¿Quiénes son esas bellezas?" escuché a unos hombres murmurar sin precaución y tuve que reprimir el impulso de salir corriendo de nuevo al interior del carruaje "Es la cantante, la hija de los dueños" Sentía sus miradas persiguiendo nuestro andar "¿Y la otra?"
Elevé mi postura sintiendo como me hervía la sangre.
"No lo sé, pero parece una princesa, me gustaría tener una novia así, se ve deliciosa" Eso último me hizo girar mis ojos fulminantes hacia el montón de buitres, tres hombres jóvenes cerca de la entrada, muy bien vestidos pero nada caballeros, guardaron silencio y palidecieron ante mi gesto de rabia.
Entramos y la gente del vestíbulo, no nos puso tanta atención, estaban en pequeños grupos, charlando, había más damas allí, todas muy hermosas y elegantes, pero más mayores que nosotras.
Entramos en el umbral de la izquierda, en el salón donde se realizaban los cócteles y compartir.
La suave música del violín aligeró mi enojo, había mucho más personas allí, todas hablaban y bailaban en una pequeña pista del centro.
Había meseros repartiendo copas y aperitivos.
Me posicioné junto a Naya mientras ella empezaba a saludar a los invitados, hombres y mujeres altivas, yo no hablé en ningún momento, me mantuve callada, algunos se tomaban la molestia de presentarme, pero otros ignoraban completamente que Naya estaba con una acompañante.
Recordé que ella era la estrella del teatro y eso robaba toda la atención, me hizo sentir cómoda porque nadie me notaba más de dos segundos y los hombres de allí no eran como los buitres de la entrada, la mayoría estaban acompañados por sus parejas.
Tal vez esa noche si podría disfrutar de una celebración.
Deseé que Eidan apareciera, él no se perdía esos eventos, pero no estaba por ninguna parte.
Tomé algunos aperitivos de las bandejas que pasaban junto a mí, lo único que disfrutaba de las celebraciones era la comida.
Beber no estaba en mi lista, a pesar de ser mayor de edad solía tomar una copa y ya me sentía mareada, no me acostumbraba al licor.
Un hombre moreno se acercó a las dos.
— Señorita Naya, me da gusto verla de nuevo — Dijo, repitiendo el mismo saludos de los conocidos anteriores.
— Gracias, Gerardo — Naya sonrió amablemente.
Pensé que aquello terminaría con unos halagos sobre lo talentosa que era mi amiga, pero el hombre giró sus ojos hacia mí.
— ¿Quién es la chica que te acompaña?
Me tensé, terminando de tragar mi aperitivo.
— Es una amiga, su nombre es Clara.
Hizo una pequeña reverencia — Mucho gusto señorita Clara, soy Gerardo, acabo de llegar a Urla.
Su forma de observar y hablar, era demasiado empalagosa para mi gusto.
Casi suelto que eso no era mi importancia, me tendió la mano, pero no la tomé, en seguida la humillación se notó en su expresión, disimuló, tomando una copa del mesero que iba pasando.
Naya me reprendió con la mirada.
No quería tratar con ningún tipo de hombre joven, después de aquella nota menos.
— ¿Le gustaría bailar Señorita Clara? — Giró sus ojos hacia mí con un intento de verse seductor que me hizo reír, Naya frunció el ceño y hombre se sonrojó, de nuevo humillado.
Esa era mi forma de espantar a los buitres.
— No gracias, yo no bailo — Dije cuando me calmé.
Parecía irritado, pero no quería darse por vencido.
— Soy muy buen bailarín, le aseguro que lo disfrutará.
— Los hombres que alardean no saben hacer nada, son inútiles — Dije, observando despectiva al sujeto.
El hombre estaba furioso.
— Clara, deja de ser tan grosera — Susurró Naya contra mi oído.
— Señorita Naya, usted si aceptará mi invitación — El hombre giró sus ojos en mi amiga.
— Eh... Por supuesto.
Le imploré con la mirada que desistiera, pero se marchó a la pista con ese idiota, me quedé completamente sola entre desconocidos.
Me quedé en una esquina, donde nadie podía notar mi presencia, seguí comiendo de los aperitivos que me ofrecían los meseros.
Comenzaba a aburrirme y empecé a observar a cada uno de los invitados.
Había sido muy grosera, era cierto, pero no me resultaba cómodo tratar con hombres tan empalagosos, casi todos los invitados estaban hablando y endulzando el oído a señoritas, eso era frustrante, parecían desesperados, como animales deseosos de aparearse.
Mis ojos giraron hasta que se encontraron fijamente con alguien a unos metros.
Esos ojos grises me produjeron una punzada en el estómago, el corazón empezó a latir más rápido.
En un grupo de hombres estaba el espía, observándome seriamente y de una forma que lograba ponerme nerviosa.
Tenía el cabello peinado hacia un lado y un traje azul oscuro que resaltaba su piel blanca, estaba bebiendo vino de una copa en su mano, duramos muchos segundos con la mirada fija en el otro, haciendo que olvidara por un momento la música y los demás invitados.
Pero un grupo de mujeres se unió a su grupo y de inmediato dejó de observarme para seguir hablando, su expresión se relajó, e incluso sonrió a una de las mujeres y el salón pareció iluminarse con aquella varonil sonrisa.
Era la primera vez que lo veía sonreír.
El espía no era inmune a las mujeres que se acercaron, era el único del grupo de hombres que estaba recibiendo toda la atención, aquellas mujeres parecían querer lanzarse sobre él para obtener aunque fuera un trozo.
Y el infeliz no rechazó la oportunidad para dedicar unas cuantas miradas seductoras, así que no era tímido.
En él esas miradas le quedaban a la perfección, parecía como si fuera parte de su naturaleza, incluso al respirar robaba suspiros de esas tontas.
Resoplé, ni que estuviera tan guapo, había otros hombres más atractivos en aquella celebración, me dediqué a observar los rostros para convencerme de aquello, si había algunos guapos, pero parecían opacos cuando los comparaba con el espía.
¡Deja la estupidez ! Me reprendí ¡No es el centro de atención!
Noté que el tal Gerardo se aproximaba, solo y sin Naya.
¿Dónde estaba ella? La visualice en la pista bailando con otro hombre, al parecer a Naya no se le hacía difícil socializar.
Intenté escapar, pero fue demasiado tarde.
Al parecer el idiota no entendía señales.
— Señorita Clara, empezamos con mal pie — Dijo, colocándose frente a mí.
— ¿Empezamos? Yo no empecé nada con usted — Gruñí.
— ¿Por qué tan grosera y arisca?
— No es su problema — Intenté alejarme, pero me rodeó.
— ¿A caso le teme a los hombres?
Observé hacia el grupo donde estaba el espía, pero ya no estaba.
El tal Gerardo sonrió y observó mi cuerpo de una manera que me hizo retroceder.
Sentí algo firme y cálido contra mi espalda, ese fragancia.
Gerardo se tensó ante lo que vió detrás de mí.
— Disculpe caballero, pero la señorita ya tiene acompañante — Aquella voz varonil me hizo estremecer, era serena, pero escondía una clara advertencia.
— Lo siento, no volveré a molestar — Gerardo se alejó.
Me giré rápidamente y elevé mi mirada.
— ¿A caso usted me está persiguiendo? — Me observó desde su imponente altura.
El espía estaba frente a mí, a solo centímetros y lo más curioso del asunto es que no me hizo sentir incómoda.
Retrocedí de inmediato.
Me observó detenidamente, tan serio que no parecía haber estado sonriendo a esas mujeres.
— Usted es el espía — Conseguí hablar.
Observó a todas partes como temiendo que me hubiesen escuchado.
— No vuelva a repetir eso, ni en broma — Me advirtió en voz baja.
— Si lo sé yo, su oficio no es tan secreto — Dije arrogante y elevó una ceja, sonrió burlón.
— La realeza es la excepción.
— No repita eso en voz alta — Susurré también.
— Al parecer no soy el único que ésta encubriendo su verdadera identidad.
— Ese no es asunto — Gruñí.
— Me retiro entonces, de nada por haberla salvado de ese acosador — Inclinó su cabeza y se alejó de nuevo antes de que pudiera responderle.
De nuevo me sentí con ganas decirle más.
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Comments
Yeli Martinez
ojalá el consiga una buena chica el príncipe siempre fue bueno
2025-03-13
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Yeli Martinez
me alegro por ella. todavía no sabe que esta loquita por el
2025-03-13
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Pato Borghetti
hasta ahora no me gusta clara...espero q cambie....es egoísta,altanera,presuntuosa...y cero agradecida(ya lo era en los libros anteriores)
Para venir de un hogar humilde...es demasiado altanera...su trato hacia el rey es inconcebible...por más trauma q sufrió...se comporta como si fuese superior a los demas
2025-01-29
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