JUEGO DE NOTAS

...CLARA:...

Otra hermoso día de mi nueva vida, me desperté con una sonrisa y eso era una extraña novedad, estaba llena de paz, eso era nuevo.

Hoy era mi día libre.

Me levanté rápidamente de la cama empecé con mis labores de casa después de cambiarme de ropa, no sabía a que se debía mi buen humor, tal vez a que me gustaba mi nuevo hogar, mi trabajo y mi escritura.

Si eso debía ser.

El espía volvió a mi mente, aquel pudo haber sido nuestro último encuentro y no pude reclamarle, ni enfrentarlo, esa sensación de querer hacer más no me dejaba en paz.

Quería volver a verlo, pero no porque me interesara, sino para decirle todo lo que no había podido soltar ante su presencia.

Jamás se me había hecho tan difícil decirle lo que pensaba a una persona, aquel sujeto me dejaba casi muda.

Aparté los pensamientos.

Me preparé una taza con té y abrí la ventana del balcón.

Tomé una silla, la arrastré hasta allí, busqué uno de mis libros y me senté a leer, la brisa estaba fresca y los sonidos de la ciudad eran muy bonitos, los carruajes y cascos de los caballos chocando contra los adoquines, el olor a pan recién horneado de la pastelería cerca, las palomas batiendo sus alas y cantando en las tejas.

Tantos sonidos que anteriormente me parecían molestos, pero ahora resultaban muy agradables como acompañante a mi lectura.

Empecé a leer y me concentré, sumergiendo mi mente en las palabras frente a mí.

Un sonido me desconecto, era leve, pero lo había captado.

Giré mis ojos al balcón siguiente, la ventana terminó de cerrarse desde adentro, silencioso, pero gracias a una bisagra oxidada hizo un mínimo ruido.

Observé las plantas, el vecino al parecer había regresado, limpió y regó sus plantas, haciendo que su balcón volviera a tomar vida.

Cerré mi libro y entré en mi apartamento.

Lo más indicado como vecinos de piso es que yo me presentara, me detuve a pensar, no, eso sería demasiado atrevido, como señorita no podía actuar así. Inventaría una excusa para que no fuese tan directa mi aparición en su puerta, además, yo no podía ser tan maleducada y asocial, ya no quería ser así.

Me estaba gustando hablar con extraños, era divertido conocer personas, si quería ser una buena escritora debía ser más sociable.

Salí del apartamento y caminé hacia la puerta frente a mí.

Levanté mi puño y toqué.

Esperé unos segundos, pero no hubo respuesta alguna, volví a tocar de nuevo, con más fuerza.

Nada y fruncí el ceño, aquella persona estaba adentro y no quería abrirme al propósito, tal vez no le agradaban las visitas o estaba en el baño.

Esperé unos minutos para volver a tocar y lo hice.

Me enojé, me parecía descortés que no abriera la puerta.

— ¡Oiga, soy la nueva vecina, disculpe la molestia! ¿Podría darme un poco de sal? — Esa era mi excusa, no hubo respuesta — ¿Hola? ¡Sé que está en casa, me parece muy descortés que se reuse a salir! — Terminé soltando lo que pensaba y caminé hacia mi apartamento, aventando la puerta para que no le quedara duda de que su actitud era irritante.

Volví a tomar mi libro de dónde lo había dejado, pero la puerta sonó.

¿Así que se había retractado? Me tomé mi tiempo.

Tomé la perilla y la abrí lentamente, pero me sorprendió no encontrar a nadie, fruncí el ceño más enojada, me estaba tomando el pelo, no me conocía para jugarse de esa forma conmigo, dí un paso, decidida a reclamar, pero mi zapatilla chocó con algo.

Bajé mi mirada.

Era un salero, lo recogí y observé la puerta.

¿Qué clase de trastornado era mi vecino?

Tuve ganas de reír, volví adentro y tomé un trozo de papel, escribí "gracias", volví al pasillo y deslicé el papel por debajo de su puerta.

Caminé de nuevo a mi apartamento y cerré la puerta, dando por terminado aquel extraño momento, me quedé en la sala para empezar a escribir cuando un papel fue deslizado por la ranura de mi puerta.

Me levanté y lo tomé, estaba doblado, lo abrí.

— Mucho gusto, soy Vladimir — Leí en voz alta, mis cejas se arquearon, al parecer ese hombre era mucho más tímido y asustadizo que yo, pero su letra era elegante.

Me reí, el juego me estaba resultando muy divertido.

...CRISTOPHER:...

Solté una carcajada cuando la siguiente nota llegó, estaba casi pegado a la puerta, aquel juego me estaba gustando mucho, no había mejor forma de llamar la atención de una mujer que haciendo algo fuera de lo predecible.

El juego del vecino tímido que le aterraba socializar había comenzado.

En un principio no había abierto la puerta porque no quería que se diera cuenta de que su vecino era el mismo espía con el que se había topado tantas veces. Se habría puesto histérica y me abría acusado de que la estaba vigilando, se asustaría mucho y por el momento quería seguir teniendo de vecina a esa señorita.

No me esperaba que tomara la iniciativa, obviamente había descubierto mi presencia en el balcón y todo por culpa de una oxidada bisagra que lubriqué con aceite después de que tocara la puerta con la excusa de que la hacía falta sal.

Había estado contemplando a la mujer desde que se había sentado en su silla, tan distraída que no se había percatado de mi presencia en el balcón, yo era muy sigiloso y la contemplé mientras leía.

Sus ojos brillaban con emoción y su boca se entre abría en ocasiones, llevaba el cabello suelto y de esa forma su belleza aumentaba, en ocasiones colocaba un mechón rebelde detrás de su oreja.

Con el sol brillaba como el oro, era liso y tan largo que rozaba su cintura, cubriendo su espalda completamente, pero si seguía observándola me descubriría, así que volví al interior de mi apartamento.

Después de unos minutos mi puerta sonó y me quedé tenso y me acerqué a la puerta.

Al principio no sabía que era ella, pero su forma de tocar no correspondía al casero, que era el único que me molestaba en ocasiones.

Observé por debajo de la puerta, logrando visualizar los tacones de unas zapatillas.

Era ella.

Decidí no abrir.

Casi me río cuando perdió la paciencia, al parecer aquella señorita a parte de torpe era voluble y no parecía la señorita amable de la librería sino una vecina impaciente y arisca.

Le dejé el salero en la puerta, pero no esperaba que siguiera el juego enviando una nota con un "gracias" respondí con otra nota, presentándome con mi identidad utilizada para ese edificio.

La siguiente nota que terminó cerca de mis botas era una crítica.

— Mucho gusto, soy Marian, me parece que ésta no es la forma adecuada de presentarse — Leí, riéndome.

Fui a la mesa, escribí lo siguiente "Señorita Marian ¿Adecuado según quién?"

Volví a deslizar la nota y esperé en mi apartamento, la respuesta llegó en unos minutos.

"Según todas las personas normales ¿Por qué no se presenta en persona?"

Respondí, "Ser normal es aburrido"

Luego respondió "¿Eso es una excusa para justificar su timidez?"

Me reí de nuevo, ¿Yo, tímido? Cristopher no lo era, pero ella no estaba al corriente de que estaba hablando conmigo sino con Vladimir, el científico tímido con miedo a hablar con las mujeres, eso justificaría el porque de no haber abierto la puerta.

"Sí, acepto que soy tímido, tengo fobia a hablar con las mujeres"

Me reí de nuevo mientras doblaba la nota y la entregaba, no podía deducir cuando abría lo cerraba la puerta porque yo no hacía el menor ruido, pero ella sí, sus pasos se escuchaban y su puerta abriéndose y cerrando también.

Otra nota aterrizó debajo de mi bota.

La abrí "No le creo, sé que viaja"

Ésta vez la nota me pareció muy seria.

"Si lo hago por mi trabajo, trato de luchar contra mi miedo"

Volvió a responder "Pensé que era la única"

No comprendí nada ¿De qué tenía miedo la señorita? ¿De los hombres? No lo creí, su actitud ante mi había sido muy valiente, esa forma de observarme con desafío y altanería, incluso ahora al tomar la iniciativa de tocar la puerta y decirme que era muy descortés, las notas críticas también.

Tal vez estaba haciéndose la interesante como yo, aparentado ser otra y decidí escribir un piropo.

"Se ve muy hermosa cuando lee, sobre todo cuando entre abre los labios como si estuviera besando seductoramente las palabras, me hace envidiarlas, queriendo tomar su lugar"

La deslicé y volví a mi apartamento, me quedé esperando una respuesta, pasaron los minutos, me aparté de la puerta, dándole oportunidad de asimilar la nota, en un principio no me había parecido atrevido de mi parte, pero conforme pasaba el tiempo y no llegaba una respuesta me di cuenta de que sí.

Me preocupé cuando pasaron las horas y no había nota.

No debí mandar semejante piropo, no me esperaba que se ofendiera porque todas las mujeres con las que había tratado les encantaban mi forma de elogiar y seducir, yo era muy bueno con las palabras.

Muchas de mis amantes habían caído rendidas ante mis encantos después de recitar palabras que lograban encenderlas.

En seguida me percaté de mi gran error, no estaba tratando con una mujerzuela, ni una amante, si no con una señorita y aquellas palabras me dejaban como un abusivo con malas intenciones.

Me debatí entre escribir una disculpa, pero eso solo empeoraría el problema porque me dejaría como lo que ella estaba imaginando, un abusivo que estaba consciente de que no había logrado lo que quería con aquel piropo y que trataría de aligerar el problema con una disculpa para volver a ganar la confianza perdida.

Caminé de un lado al otro en mi sala y me detuve en seco.

Decidí no hacerlo, el juego de las notas había terminado, ya no podría tratar de acercarme a la señorita como Vladimir.

Ni pensar en hacerlo como yo mismo, no podía enterarse de que era su vecino, con las notas escritas sospecharía aún más de mí.

Mi reputación ante ella estaría por el suelo, lamentablemente no podría ver a la señorita, no en el edificio.

Tenía cosas más importantes que hacer, como contactar con mis compañeros para ver si había un avance en la investigación.

Tomé mi chaqueta, mi sombrero y salí del apartamento.

...CLARA:...

Arrugué la nota después de leerla, sentía las mejillas ardiendo de la rabia y me percaté de que era una ingenua por querer socializar con un extraño, me había estado expiando sin que lo supiera, con sus malos ojos y aquella nota atrevida me lo había dejado en claro, solo estaba tratando de hacerse el interesante con su falsa timidez para lograr lo que quería, pero se equivoco conmigo.

La aventé al suelo, al principio me había caído bien, creyendo que podría tener otro amigo aunque fuese a través de las notas, pero era una ingenua.

Ahora estaba convencida de que seguían habiendo malos hombres en el mundo, ya no me sentiría cómoda saliendo al balcón sabiendo que aquel desconocido me estaba espiando con su mente pervertida y mi trauma de hizo imaginarlo con el rostro del soldado.

Cerré la ventana con seguro, también la puerta.

Me sentí aliviada cuando no hubo más notas y decidí tratar de tranquilizarme, de nuevo el miedo me embargó, pero no podía volver a recaer, no quería hacerlo.

No de nuevo.

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