Anatole se levantó luego de que su asistente lo encontrara durmiendo en el sofá de su despacho, el hombre al ayudar al rey se dio cuenta de que tenía fiebre por lo que se preocupó de inmediato.
—¿Debo llamar al médico real, su alteza?—preguntó mientras lo sostenía.
—No, es solo estrés del trabajo—dijo observando la ventana, pudiendo notar que dentro de poco amanecería—iré a descansar, si mi madre pregunta por mí dile que decidí adelantar mi día de descanso.
El asistente dio una pequeña reverencia cuando Anatole se fue de su despacho rumbo a su habitación. Suspiró con pesadez, tantas cosas habían pasado en tan pocos meses y lo que más le agobiaba era el hecho de no tener el suficiente poder para proteger el legado de su padre.
—Eres un inútil, Anatole—dijo recostándose contra la puerta de su cuarto—si hubieras sido un mago o al menos heredado algún poder semidivino, lo más probable es que Azuri no estaría tan cerca de invadirnos.
Sin tener energía para recriminarse su falta de poder, se acostó sin quitarse su ropa, entregándose al mundo de los sueños.
—¿Anto?—podía escuchar la voz de su madre llamarlo—¡¿Anto?!
Poco a poco la luz del sol comenzó a molestarlo, hasta que lo obligó a despertarse por completo. A su lado se encontraba su madre, la reina madre o también llamada reina viuda, Anastasia de Argeli.
—gracias a los dioses despertaste, mi hijo—dijo acariciando su mejilla—has estado ardiendo en fiebre casi todo el día.
—Lo siento, madre—llevó su mano a sus labios y le dio un gentil beso.
Con ayuda de los mayordomos se vistió con ropa más cómoda y empezó a comer la primera comida que ingería en el día. No le apetecía nada, pero quería darle el gusto a su madre.
La pobre reina quién había caído en depresión desde la muerte del rey Carlos, su padre, había envejecido tan rápido que su imagen no era propia de su edad.
—Madre mía, reina de mi corazón—tomó un poco de jugo antes de continuar—necesito decirle algo.
Anastasia había sido un apoyo muy importante en su vida, en especial porque lo ayudaba con asuntos públicos y del palacio, que por su preocupación por la guerra había descuidado.
Luego de contarle la propuesta que había recibido por parte de la hija de la secta del viento carmesí, también conocida en algunas partes como viento escarlata dependiendo de la diferencia lingüística, su madre se palideció de inmediato.
—¡Quieres matarme!—empezó a llorar angustiada—¡¿Vas a casarte con el hombre que ayuda al monstruo que quiere conquistarnos?!
Empezó a llorar de forma tan desesperada que su hijo corrió hasta donde ella, preocupado que le pasara algo.
—Mi reina, sé que será difícil, pero necesito su ayuda—agarró sus manos en búsqueda de apoyo, omitiendo el hecho de que en realidad Clara era la reencarnación de Aletheia—al casarme con ella tendría el poder suficiente para luchar y recuperar el estrecho de Bering.
La reina madre respiró con dificultad, ver casar a su hijo con la hija de esa escoria le dolía. De tan solo imaginarla como madre del futuro heredero le daba náuseas; sin embargo, ella también había recibido informes de las múltiples agresiones de sus compatriotas en el estrecho, por lo que sabía que no había opción.
—Te apoyaré solo con tres condiciones—lo observó mientras se limpiaba las lágrimas—la convertirás en tu concubina, por nada del mundo será tu esposa principal para candidata a reina. Tampoco quedará embarazada de ti, puedes consumar tu relación con ella, pero yo me encargaré de suministrarle anticonceptivos.
Anatole quedó frío ante la actitud de su madre, no sabía qué hacer. Debía manejarse con cuidado, después de todo era la reencarnación de la diosa quién sería su consorte, por lo que no podía faltarle al respeto.
—la última condición...—su silencio preocupó aún más al rey—aceptarás que yo inicie el proceso del cortejo real en búsqueda de tus concubinas y tu esposa principal. Pero será tu esposa principal la que dé a luz al heredero del trono.
—no puedo creer esto—se levantó de la indignación—¿Sabe cuántos años tengo yo? ¿Parezco un niño que deba vigilar y poner esas condiciones para ayudarlo?
—Anatole, no quiero ofenderte—se levantó para abrazar a su hijo—pero sabes bien que por tu condición hay muchos que quieren sacarte del poder. Si me dejas manejar las cosas a mi modo, no solo te apoyaré con tu idea de tener a esa mujer como parte de tu harén, sino que te conseguiré más apoyo político con las otras mujeres.
Anatole quedó en silencio un buen rato pensando en las palabras de su madre, sabía que era muy cierto su situación de inestabilidad. Pero le costaba aceptar tener que volver a abrir esa anticuada convocatoria donde se escogían a las mujeres del harén real.
Cerró los ojos recriminándose no haber abolido antes esa ley, que aunque no era del todo obligatoria, si se podía usar en contra del propio rey.
El proceso de cortejo real, también llamado selección real, consistía en reunir en su palacio a las hijas más importantes de las familias no les y dependiendo de sus resultados algunas serían seleccionas en matrimonio para ser sus concubinas o su esposa principal.
—Deme unos días para pensar en su idea—dijo para luego ver como su madre se marchaba dejándolo solo.
Había evitado durante años el tema romántico en su vida, solo quería acabar con la guerra y evitar que más víctimas inocentes sufrieran. Sin embargo, primero debía hablar y ser sincero con Clara, ya que para él su opinión también valía y quizás mucho más que la suya.
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Comments
Regina Gomez Duque
imposible que se deje mandar tan viejo 😞
2023-10-29
5
Marina Hinostroza
Si bien no tiene poder alguno, el es bondadoso y sabio y no es manipulable, pero a cambio la futura esposa si tiene y eso equilibra la balanza.
2023-10-25
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Sonia de la Torre
Ya no me gusta la madre 🙄
2023-09-17
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