ATAQUE NOCTURNO

Todos los soldados, el rey y los dioses se encontraban esperando la señal que les daría paso para atacar. La orden había sido clara por parte de Frey: marcar con una runa de protección Todas las casas de los elfos y aquellos que estuviesen sometidos por el ejército imperial, de modo que cuando iniciara la batalla solo salieran heridos los del bando enemigo.

Llegado el momento, una corneta sonó y todos salieron corriendo de su escondite. Lo primero que vieron los soldados imperiales fue una lluvia de flechas que mató a algunos ya que no tenían los cascos puestos.

Mientras una parte estaba luchando con los soldados en la zona exterior de la muralla, otra parte había ingresado para librar la batalla en todo el centro de la aldea.

El objetivo principal era asesinar a los aberrados, por lo que los esfuerzos se concentraban en destruir los cristales en su interior. No obstante, lo que no previeron fue que un soldado, el cual controlaba a un aberrante, estaba sometiendo a una niña elfa que había quedado por fuera de la runa de protección.

—¡Rindanse o la mato!—amenazó sosteniendo el cuchillo en su garganta.

El rey se quedó congelado, ya que aquella imagen de la niña, en medio del fuego enemigo, lo hizo recordar a su recuerdo más oscuro. Sintiendo que esa niña era el, no pudo evitar temblar un poco ante el miedo, haciendo que su espada se cayera.

—¡Su majestad!—gritó Clara empujándolo, mientras bloqueaba el ataque de otro aberrante.

Gracias al golpe pudo recobrar un poco su cordura y tomando de nuevo su espada, le tiró al aberrante que protegía al soldado un pedazo de leña incendiada haciendo que este se retorciera del dolor y que golpeara de manera intencional al soldado.

Aprovechando el descuido, insertó su espada en el pecho del aberrante haciendo que su cristal se destruyera y se petrificara enseguida.

—¡Mantenlo!—gritó el soldado.

Esquivando a varios aberrados, logró poner bajo cubierta a la niña elfa y siguió luchando contra los monstruos. No obstante, al ver como uno de ellos se disponía a tirarle ácido a Clara, corrió hasta ella para protegerla.

—¡Su majestad!—dijo llena de furia la diosa, al ver como toda la espalda del rey había quedado afectada—¡AION!

Al gritar el nombre del dios, un rayo cayó justo en el medio de la pelea, calcinando a los aberrados y al soldado que los estaba controlando.

—¡Ayuda a Frey a terminar la batalla!—ordenó sacando un emblema con el símbolo del santuario, mientras observaba al dios—¡los quiero a todos muerto!

Extendiendo su brazo al cielo, una columna dorada rodeó tanto a Clara como Anatole, teletrasportandolos de nuevo a la torre flotante.

El estruendo de la llegada de ambos fue tan ruidosa, que Claire y Henry salieron despavoridos para saber lo que pasaba.

Al ver como su amigo de la infancia agonizaba, ayudó a Clara a llevarlo hasta una habitación que contenía agua bendita y una vez le quitaron la ropa lo sumergieron en esta.

—Ve al palacio real—le dijo a su cuñado—pon al tanto a la reina de lo ocurrido pero calmala diciéndole que el dios Aion está cuidando a su hijo y que volvera sano y salvo.

Henry asintió saliendo del lugar, lo que hizo que ordenara a todos, incluyendo a su hermana, dejarla sola con el rey.

—¿De verdad creyó que lo dejaría morir después de salvarme?—de su espacio interno sacó dos dagas sagradas que tenían grabado el símbolo de dos corazones atados—así sea que deba unirme a usted por toda la eternidad, ¡No permitiré que muera!

Decidida, atravesó el pecho de ambos con las dagas y lo besó, de modo que la energía vital de ambos quedara enlazada. Poco a poco las dagas se desvanecieron en el interior de sus corazones, terminando así de firmar un pacto de sangre que uniría a un humano y un dios para siempre.

A medida que pasaba los días, Clara se encargaba del cuidado del rey ella sola. No permitía que las elfas enfermeras lo tocaran, así mismo limpiaba su cuerpo pese a seguir sumergido y le hacía pequeños masajes para que sus músculos no salieran tan afectados.

—¿Hermana?—llamó Claire desde afuera de la habitación—sé que dijiste que nadie entrara, pero preocupa que no hayas comido algo en tanto tiempo. Te dejaré en la puerta una bandeja con un desayuno liviano, espero que te alimentes un poco.

Dijo la maga antes de irse muy preocupada por la situación de su hermana y su futuro cuñado, su corazón se acongojaba de tan solo pensar en que no podía hacer nada para ayudar en ese momento a la persona que una vez salvó su vida de niña.

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