TENGO UNA PETICIÓN

Luego de hablar después de mucho tiempo con su hermana, ambas mujeres bajaron directo al comedor donde las estaban esperando.

—¿Estás bien, Claire?—preguntó su esposo, Henry, mientras limpiaba el resto de rastro de lágrimas que había quedado en su rostro.

—Si, cariño—su rostro se suavizó cuando escuchó a su esposa decirle de esa forma—quiero presentarte a mi hermana.

Henry se quedó confundido, mientras era llevado por Claire de la mano hasta donde estaba una mujer muy parecida a su esposa. No entendía lo que estaba pensando, hasta hace poco solo sabía que su esposa había perdido a su hermana de pequeña, dándola por muerta.

—Mucho gusto, duque—dijo Clara en una reverencia, debía actuar con normalidad para que su verdadera identidad divina no saliera a relucir—muchas gracias por proteger a mi hermana, verla después de tantos años es el mejor regalo para mi.

—¿Usted es Clara, cierto?—Henry ayudó a enderezar a la chica—no tienes que tener protocolos conmigo, ahora eres mi cuñada y una integrante más de la familia Green.

Las palabras de Henry no solo hicieron sonreír aún más a su esposa, sino que desconcertaron a Clara. La diosa, quién muchas veces intentaba mantener a raya sus sentimientos como humana, no pude evitar sentirse afectada. El hecho de saber que ahora pertenecía a una familia por alguna extraña razón la llenaron de alegría.

Anatole, quién observaba la escena aún sentado en la mesa, no pudo evitar observar a la mujer quién sería su futura concubina. Agarró un poco con fuerza el vaso con agua que le habían ofrecido, se sentía celoso al ver que alguien más la tocara.

Aunque si era Henry podía confiar en el, por todo lo que le había dicho mientras ambas mujeres estaban hablando, ese hombre tendría solo ojos para Claire.

“Mañana iré al ministerio de la familia, renunciaré a mi derecho de tener un harén. No habrá nadie más que Claire y mis hijos con ella"

Suspiró con pesadez al recordar sus palabras, anhelando poder tener esa misma autonomía que el. Como monarca debía aceptar la ley del harén, aunque pudiera rechazarla, debido a que estaba obligado a asegurar descendencia ante cualquier ataque.

Se masajeó un poco la frente, se arrepentía por no haber abolido esa anticuada ley hace rato. Pero lo que más le sorprendía es que su madre quería obligarlo a eso, a cambio de su apoyo, nada más porque Clara era hija del enemigo. Cosa contraria a ella y su padre, dónde su madre fue la única mujer que aceptó como concubina y luego esposa.

Independiente de que la reencarnación de la diosa le atrajera o no, debía al menos ponerla la tanto de la situación, ella estaba confiando en el por lo que debía corresponderle un poco en eso.

—¿Se encuentra mal, su majestad?—preguntó Clara al sentarse al lado del monarca.

—¿Podemos hablar un poco?—dijo un poco cansado

Clara asintió y lo llevó hasta la habitación que ella tenía asignada desde hace milenios en esa vieja torre, cosa que sorprendió a Claire. La duquesa se preguntaba que estaba pasando entre su hermana y el rey.

—¿Lady Clara?—preguntó Anatole al ver como la chica lo observaba contra la puerta de su habitación, impidiendo el paso de cualquier indiscreto.

Clara no podia dejar de observar el cuerpo de su futuro marido, el cual podía ver lo marcado que estaba. Como sus músculos parecían querer destrozar su ropa, su espalda ancha, su cintura, su piel un poco morena, su cabello negro y sus ojos esmeralda.

—Usted es hermoso—dijo sin tapujos mordiéndose los labios—me gusta mucho.

Anatole perdió un poco el equilibrio mientras intentaba ocultar su sonrojo, tenía el corazón a mil. Era la primera vez que conocía a una mujer tan descarada. Entendía que ella como diosa había tenido mucha experiencia con hombres, pero aún así seguía siendo impactante para el.

—¿Es usted muy directa, no?—preguntó mientras observaba a la mujer acercarsele.

—Cuando se trata de un hombre tan guapo como usted, no me voy a contener—se lamió un poco sus labios de manera sugerente—seria un desperdicio no contemplar una obra de arte viviente.

Con una sonrisa de satisfacción la diosa se sentó en una mesa al lado de la ventana, mientras dejaba a un aturdido rey. Era un poco gracioso como una mujer tan pequeña podía perturbar tanto a un rey, que parecía un oso gigante muy tierno.

Recobrando un poco la calma el rey se sentó junto con Clara y empezó a contarle todo lo sucedido con su madre, siendo sincero hasta en como su unión era un poco mal vista debido a su origen.

—Entiendo—dijo sin inmutarse—supongo que la reina madre lo que quiere es evitar que la hija de su mayor enemigo tenga influencia en el palacio y en el reino. Está bien, acepto sus condiciones.

—¿Espere qué?—preguntó Anatole desconcertado, ya que al final aquello era como una especie de humillación contra la diosa.

—Verá su majestad, mientras su madre sepa que solo soy una mujer más y no una diosa, no tengo problemas—habló con seguridad—desde el principio le dije que no me importaba ser su reina o su concubina, solo quiero la influencia de su nombre. Pero, tengo una petición.

—cualquier cosa que usted desee—respondió de inmediato.

—Lo deseo a usted—el corazón de Anatole estuvo apunto de salirse, haciendo que Clara sonriera pícaramente—como sabrá, al tener tanta experiencia como diosa, el pudor humano no me afecta, así que soy directa en lo quiero. No deseo hijos, por lo que estoy de acuerdo en los anticonceptivos. Pero, si deseo consumar mi matrimonio con un hombre tan hermoso como usted.

Se levantó para acercarse hasta Anatole, el cuál creyó que lo iba a besar, pero en realidad solo le habló directo en su oído.

—es una petición porque no quiero obligarlo a hacer algo que no quiera—dijo para después lamer un poco su oreja y terminar mordiendola—el matrimonio se hará si o sí, porque nos conviene a ambos; sin embargo, si acepta mi petición entonces será más llevadero nuestro acuerdo.

Se separó del monarca para luego acariciar sus labios, mientras este parecía un tomate viviente. Ese hombre era raro, daba una impresión imponente pero en realidad era muy dulce, y eso le gustaba. Sentía que por un momento se podía aliviar de toda la carga que tenía encima.

Luego de varios minutos en esa pose, la diosa salió de la habitación dejando que el rey reflexionara un poco su petición. No obstante, Anatole lo único que hizo fue esconder su rostro entre su manos.

“¿Eres un rey o un gallina?”

Se reprochaba el estar actuando de manera tab pasiva frente a la chica, por más divinidad que fuera. El siempre había sido el dominante en una relación pero ahora los roles se habían invertido y se sentía muy confundido al respecto.

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